Desde mi carpa: Suma y sigue


Por Germán Oppelli

   El pasado veintisiete de marzo, ARES Aragón Escena me concedió el premio honorífico a mi trayectoria artística en la gala del teatro en el Principal de Zaragoza. Ante las preguntas de los periodistas, volvieron a mi memoria mi cariño por las artes circenses, especialmente la de payaso. Mi pasión por el circo en mi pubertad lo despertaron formaciones modestas, pero que a mí me parecían tan importantes como lo fue posteriormente el Circo Americano.

  Por aquel entonces, visitaban la ciudad siete u ocho circos todos los años: London, Trébol, Segura, Bahía… Yo, con mis escasos emolumentos, me las arreglaba para visitarlos. Eso sí, a las tres y media de la tarde “niños y militares… ¡a mitad de precio!”. Iba siempre solo, pues mis compañeros de aventuras preferían ir al cine o levantar las faldas a las chicas por el paseo de la Independencia (cosa, por otra parte, que yo también hacía cuando no iba al circo).

  Algún extra debí de tener cuando invité a una vecinita que me gustaba, que por cierto rehusó alegando que aquello era cosa de críos. Así, ya ven, mi fascinación por el circo viene de lejos. Creo, incluso, que mucho antes que aquella niña comemocos me dijo que no quería acompañarme porque aquello era para críos, ya digo, y allí, además, olía muy mal.

 

  Debuté para las fiestas del Pilar en el Circo Coliseum, con el carnet profesional todavía caliente. Tres han sido los clowns que me han acompañado durante este tiempo: Henry (q.e.p.d.), Texi y Ferty (el actual). De características bien diferenciadas, han enriquecido mi vida artística y, en el caso de la enharinada Texi, también la sentimental.

 

  No caeré en la memez de decir que este tiempo ha pasado volando, porque no ha sido así, hasta el punto que hay momentos de los primeros años de profesional que me parecen tan lejanos que, a veces, dudo si han existido. Alguna vez pienso en mi retirada. Creo que será silenciosa, como con miedo a decir el adiós definitivo, intentando dejar una puerta entreabierta para un ya imposible retorno.

 

  Pero al payaso que llevo dentro le gusta jugar con el tiempo. Y de lo que ya no estoy tan seguro si al tiempo le gusta jugar con él. Espero que sí.

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