Las noches no son para los payasos

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Por Germán Opelli

    En mi dilatada carrera artística, las actuaciones nocturnas ( a excepción de mi década circense) se pueden contar con los dedos de una mano, sin embargo en el escaso margen de tres días, he actuado dos veces “con nocturnidad”.

   La primera vez en la provincia de Soria, fue voluntaria, la verdad es que no me apetecía demasiado y pedí el doble del cachet habitual y, cosa rara, lo aceptaron.

    Era un desfile de disfraces para niños y adultos a las 23 horas. Entre la deliberación y el evento comenzamos a actuar a la1 de l madrugada.

   La segunda, esta vez en La Rioja, fue forzada. El representante en el contrato ponía bien claro comenzar a las 12, pero ¡horror! En el programa se anunciaba a las 24. Después de varios tira y afloja se comprobó que el error era del intermediario, pero acabamos haciendo la función.

    En esta anduvimos más listos que en la anterior en la que el público tuvo que estar de pie. Aquí conseguimos que pusieran sillas y también agrupar a los niños en primeras filas y la cosa cambió.

    El público a esas horas es diferente, la chiquillería está cansada del jaleo de todo el día, tienen sueño, se ponen impertinentes, hay que esforzarse al máximo para que sean participativos y no digo nada ya de los adultos, con bares alrededor y a la espera del baile. Con esto unido a que las noches fueron bastante frescas, el lector puede hacerse una idea del panorama.

    Las representaciones sin ser para echar cohetes, creo que fueron “apañadicas”, naturalmente echando mano de todos los recursos habidos y por haber.

    Me he prometido a mi mismo no repetir la experiencia, aunque yo que soy tan amigo de los refranes no me olvido del que dice que “no hay dos sin tres”

    Veremos.

 

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