Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (VI)

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Por Dionisio Sánchez

    Terminábamos la anterior entrega de estas entrevistas desgranando los últimos años de Alfonso en Zaragoza, su partida a París y Londres, su regreso a España y recordando que nuestro protagonista zarpó hacia el levante español y aterrizó finalmente en Benidorm.
-¿Puedes explicarnos las circunstancias que le llevan hasta esta ciudad?

-Como te dije, después de tantos años fuera de España, tenía que regresar a Zaragoza para ocuparme de asuntos pendientes que necesariamente tenía que terminar. Cumplido el cometido, no habían pasado dos años cuando me fui a vivir a Madrid. Entre otros menesteres, estuve trabajando en sociología con el equipo de Mario Gabiria, y llegado el verano el equipo de Mario se trasladó a Benidorm, contratado por el Ayuntamiento para ayudar a planificar el Plan General de Ordenación Urbana de ese Municipio. No entraba en mis planes desplazarme a Benidorm, lugar por el que nunca había tenido interés  ni curiosidad por conocerlo, pero el destino es implacable y, después de asistir con Aurelio Español a la ineludible boda de su primo en Murcia, mi amigo Aurelio, que sí que estaba contratado por Mario Gabiria, insistió para que me desplazara con él a Benidorm  y conocerlo en unos pocos días  . No sabía que sería una ida sin regreso…

-¿Sin regreso? ¿Es que te gustó aquello?

– Llegamos  a primeros de Julio: el tiempo agradable, un mar quieto de aguas templadas y el sol para hacer bronce….,y el pueblo abarrotado de gentes de todos los idiomas y linajes estaba muy animado. Pero lo que sorprendentemente  me atrajo, porque no lo había imaginado, fue el ambiente que rodeaba al equipo de Gaviria:  contratados también para confeccionar el  Plan General;  era tentador, fotógrafos como Oriol Regás, Colita,  Ricardo Bofill y otros arquitectos, ingenieros renombrados… la “gauche divine” intelectual de  profesionales del Bocaccio de Barcelona parecía contratada por el Ayuntamiento de Benidorm; componían una tribu intelectual y lúdica que me inclinó a alquilar un apartamento y quedarme parte del verano mientras durase el ajetreo de gente interesante. La mayoría estaban trabajando, cada uno en su cometido profesional, por lo que tenían ocupado parte del día. Pero las noches eran inefables en las cenas, bailes, reuniones en bares, restaurantes, discotecas y cafeterías hasta el amanecer, noches dionisiacas… Yo, que no colaboraba con el equipo por desavenencias laborales con el director Mario Gaviria, sin embargo estaba invitado por él para todos los eventos nocturnos, orgulloso por presentarme como el componente lúdico de su grupo.        

-Conocerías a mucha gente…

-La verdad es que sí. Sobre todo estoy orgulloso de haber sido presentado y conversado en muchas ocasiones con el maestro de Gaviria, el sociólogo y pensador Henri Lefebvre, filósofo marxista, intelectual crítico literario, personaje carismático y seductor, quién, por cierto en la época que lo conocí, se parecía bastante físicamente a su alumno aventajado Mario Gabiria; le gustó tanto aquel paisaje, recién casado con una chica también socióloga, hermosa, grande y además de inteligente , encantadora,  que terminó comprando una casa en Altea, un pueblecito precioso, donde también teníamos inolvidables vernisages, y en cuyas conversaciones, presididas por el maestro Lefevre, me fueron de gran utilidad y ensancharon mi conocimiento.

-Esa fue tu entrada en la ciudad, pero me interesa que me expliques como te estableciste allí…

– Te he dicho, a veces, que creo que todo está decidido por el azar a pesar nuestro. Al mismo tiempo que Mario Gaviria y sus chicos se ocupaban en el Plan Parcial de Ordenación Urbana, comenzaron las expropiaciones de la Administración para la ejecución de la construcción del trazado de la autopista A-7, del Mediterráneo, que iba a atravesar buena parte de los Municipios de Alicante, incluyendo, evidentemente Benidorm. Andrés Vicién, un buen amigo mío, que había compartido con su mujer y su hija un duplex que alquilamos con varios amigos el mes de Agosto. Era  abogado y había trabajado en expropiaciones en Barcelona, me propuso que teniendo yo el título de Abogado, podíamos abrir un despacho en Benidorm del que estaría al frente, asesorado por sus conocimientos del tema;  aunque viviera en Barcelona, podía desplazarse frecuentemente hasta hacernos clientes y consolidar el despacho. Le dije que no me apetecía ejercer la abogacía, que no me gustaba,  la idea no entraba en mis proyectos de futuro. Andrés Vicién insistió diciendo que no importaba mi vocación, sino la oportunidad de ser el único abogado de Benidorm especializado en expropiaciones, que aunque no tuviera idea del tema administrativo de expropiaciones, ya aprendería…Lo que no me aclaró era que dedicarse a la defender propietarios de terrenos, a veces de muchas hectáreas, era un trabajo que implicaba una dedicación plena para la atención de clientes, desplazamientos para conocer los terrenos, el trabajo de campo subiendo  y bajando riscos, midiendo con el perito los terrenos bajo un sol implacable, duro, atención personal e individual a cada cliente, y fueron multitud, por  los que tenías que estar en contacto casi  constante con ellos,  alerta al menor escrito o movimiento de Obras Públicas y de la Beneficiaria del Estado, AUMAR S.A. con sede en Valencia y con cuyos abogados e ingenieros de la obra tenía que vérmelas cotidianamente…Pero lo que más me interesaba era su contestación a mi pregunta del tiempo que duraría mi  trabajo responsable del despacho. Me dijo que en unos dos o tres años, me quedaría libre. Acepté pensando que tres años pasan volando, podía ganar un buen dinero, y abandonar Benidorm hacia horizontes afines a mi vocación e idiosincrasia. Los dos o tres años que se citaron de refilón, se convirtieron en treinta y dos años de mi vida en la ciudad a orillas del mar Mediterráneo…

-¿Pero como formaste el Taller de Teatro de Benidorm. Dime Alfonso, ¿cómo se gestó esta agrupación y cuáles fueron las vicisitudes que atravesó?

-Existía un grupo llamado Teatro Club, al que protegía con sus ayudas una tertulia formada por terratenientes y comerciantes ricos agrupados alrededor del hermano del Alcalde de Benidorm, que asimismo aspiraba a sucederle cuando terminara su mandato, preparando el camino con acciones públicas pertinentes, entre las que contaba la cultura, que buena falta hacía a la soleada ciudad, y le daría prestigio ante los ciudadanos relevantes o no. Por cierto que tuvo que esperar dos mandatos de alcaldes socialistas, hasta que obtuvo la vara de mando. Entre el grupo de teatro que patrocinaban se encontraba el aragonés Rafael Montes, que por cierto fue dueño de la cafetería “Rio Club” de Zaragoza,  acabando con sus huesos de camarero en Benidorm, una vez arruinado en sus negocios de empresario teatral. Me conocía de nombre, era un gran aficionado al teatro, buen actor un tanto histriónico. Rafael Montes  habló laudatoriamente de mi labor de director al grupo de sus patrocinadores, que ya me conocían como el nuevo abogado en la plaza, convenciéndoles para que me atrajeran al grupo prometiéndome la dirección como innovador  porque carecían de uno que enderezara la compañía del Teatro Club. En un abrir y cerrar de ojos pasé de tomar las copas acodado en la barra de la cafetería, (“Kristal”, era su  nombre), para hacerlo en la mesa con los próceres, encantados de contar con un director de teatro, con buen estilo, abogado y de trato agradable. Delicadamente, pronto me pidieron si quería echar una mano al grupo que apadrinaban. En resumen que yo, poco amigo de rodeos, me ofrecí a dirigirlos, con algunas condiciones que me parecieron útiles para lo que pretendían y muy interesantes como era la creación de una escuela de teatro, que implicaría la disciplina necesaria, en  las posibles facetas más esenciales para un actor. ya que ninguno tendría experiencia, y  deberían  ser iniciados para el arte escénico. Mi compromiso sería enseñarles para una posible proyección futura, aquellos que les gustase, a la vez que me  serviría de ejercicio para desentumecerme después de tanto tiempo alejado de la actividad teatral…  Sugerí la palabra “taller teatral” con toda intención para que se comprometiera a hacerlo suyo el Ayuntamiento benidormí. Pero querido amigo Dionisio, creo que sería más sencillo que incluyeses a continuación, en esta misma pregunta,  la reseña de este periódico de Benidorm en la que se explica fiel y claramente la realización de mi propuesta, tal y como lo había expuesto. Incluye la reseña del periódico “CANFALI”,  por favor.

-Creo recordar que fue en Enero de 1975 cuando te presentas con esta agrupación en la Sala de fiestas “GRANADA” con una singular puesta en escena de “Angelina o el honor de un brigadier” de Jardiel Poncela. Háblanos de este montaje, la razón por la que elegiste este autor y ese texto y cómo se te ocurrió convertir la comedia en un musical.

-La obra ya estaba elegida por los mandamases que llevaban la voz cantante del grupo, y que eran los únicos que tenían idea de teatro. Cuando llegué llevaban bastante tiempo ensayando; ellos dos se habían adjudicado los papeles de más lucimiento, Marcial para Rafaél Montes, y Angelina la representaría Rita Maris, una chica belga, nacida en Benidorm buena actriz,  fanática  de la interpretación. El galán en la obra, Germán, lo hacia un tal José Miguel Virgili, extraño joven personaje que había sido algún tiempo actor profesional, pero no consiguiendo en Madrid ser un primer actor, o al menos estar en el  lugar al que aspiraba, lo dejó para casarse con una chica barcelonesa de padres ricos, con familia en Benidorm, dónde fijaron su residencia. Pero de lo que todos estaban seguros era  que les hacía falta un director que supiera poner orden a tantos personajes del reparto de la obra.

Así que te recibieron con los brazos abiertos…

-Digamos que sí, pero con alguna reserva. Cuando releí la obra y me plantee su puesta en escena y la elección de los personajes que podrían interpretar los papeles, me encontré con algún disgusto no esperado, como el que se llevó Rita Maris, la belga que desde hacía tiempo venía ensayando el papel protagonista y en la primera lectura que les convoqué, descubrió atónita que ese papel lo iba a interpretar otra chica. Me da remordimiento la frustración que le sobrevino.  Cuando visualizo la obra que voy a preparar, tengo inspiraciones repentinas que suelen darme buen resultado, referentes a la idoneidad de quién puede hacer cada papel. Más aún teniendo que trabajar con principiantes en la escena, obligándome a estudiar el físico, el estilo, la voz, el potencial que tienen las personas en las que voy a trabajar, más que su posibles dotes interpretativas. Así es como, al no ver a Rita, muy mona, con  tablas, excelente dicción, pero que físicamente no iba a impactar en el papel que ella soñaba. Tenía en mente a otra mujer: la esposa de uno de los sociólogos que trabajaba con Mario, que jamás había hecho teatro, ni estaba en sus planes hacerlo nunca; la convencí, ayudado tenazmente por su marido, al que también le di el pequeño papel del capellán, con el que estaba encantado: él, vestido con sotana y un birrete morado, un joven ateo, fanático activista de izquierdas, muy inteligente, soñador y amante de la vida en todos sus aspectos, de nombre Juan Ramón, fue el que consiguió que Charo Pastor , su mujer hiciera nada menos que la Angelina…

-Me imagino el cabreo de esa Rita Maris…Con la que, además, según me comentaste,  volvió a repetirse la situación con otra obra que montaste…

-Exactamente. Ya te contaré. Volviendo a “Angelina” me las deseé para encontrar tantos personajes como necesitaba, doce, más seis más que añadí por mi cuenta, para  formar el coro que acoplé para la obra. En honor a todos ellos, tengo que decirte, que ninguno me defraudó y que todos estuvieron si no correctos, brillantes, componiendo la obra de Jardiel de forma que a él le hubiese complacido.

     La obra, como te he dicho, ya estaba elegida cuando me nombraron para dirigirla, estando convencido que estaba predestinada para recrearla yo mismo. Enrique Jardiel Poncela es uno de mis autores favoritos en el género del teatro cómico español, rompedor, vanguardista, pionero de todo lo que vendría después con Tono, Álvaro de Laiglesia, Miguel Mihura, López Rubio y todos los que compusieron el periodismo de humor mordaz, fresco y divertido, crítico y hábil para decir lo que querían en tiempos que la censura implacable los perseguía, burlándose con elegancia y genialidad en sus escritos periodísticos y en sus obras teatrales. Pero Jardiel fue el primero en dedicarse a escribir obras de teatro innovador, de las que hizo muchas y muy diferentes con un humor e ingenio tan serio como era su compleja personalidad de hombre dandy pequeño de estatura…”Angelina”, no es la que más me gusta de sus comedias, pero tenía sobrado su sello de material suficiente para ser representada por la mayoría de las compañías profesionales de su tiempo y aún después. En cuanto la tuve entre las manos, supe que tenía que mimarla mucho y, sobre todo revestirla de forma especial para ser representada en Benidorm, un pueblo entonces en el únicamente se veían comedias chuscas habladas en valenciano, que encandilaban al pueblo, pero exclusivamente dedicadas al reducido sector de una comunidad todavía pequeña y, desgraciadamente, ajena a la cultura, nutrido su ocio de fuegos artificiales, procesiones, romerías y las incomparables fallas. “Angelina o el honor de un brigadier”, sin perder apenas nada de su esencia, ni mutilar el texto, la engalané para hacerla más accesible al pueblo, introduciendo abundantes números musicales, que encajaron perfectamente con el espíritu  jardeliano de la obra.  Y, la verdad, porque en aquellos primeros tiempos de mi estancia en Benidorm, días de vino y rosas, mi ego pedía a gritos hacer un montaje tan dislocado y frívolo como que los números musicales que intercalé eran retazos de revistas musicales de Celia Gámez y autores  como Ortega,  Moraleda, Muñoz Román y Jacinto Guerrero, el maestro Alonso y otros tanto compositores del género frívolo.

     Ensayábamos duramente todos los días en las Escuelas Municipales, cedidas por el Ayuntamiento, uno de los motivos por los que me empeñé en crear el Taller de Teatro del Ayuntamiento de Benidorm, para que estuviese involucrado en asuntos importantes como ayuda económica, alquiler de teatros, locales para ensayos, etc., que de no haber llevado este nombre, no hubiésemos tenido tantas facilidades materiales y de acción. Los ensayos empezaban entre  las ocho o nueve de la tarde, hora en la que quedaban libres los actores y ayudantes, casi todos trabajadores en el comercio o la hostelería. Trabajábamos duramente, especialmente yo que tenía que bregar enseñando a tanto neófito, repitiendo exhaustivamente las  escenas, sobre todo las de los principales papeles o con los actores más duros de pelar. Quería que saliese lo mejor posible y si conseguía la perfección, mejor. El problema añadido del coro me superaba, pero tuve la inestimable ayuda de mi amigo el conocido, recientemente fallecido, fotógrafo zaragozano Joaquín Alcón, que por entonces pasaba temporadas Benidorm. Fue el encargado de ensayar los bailes que efectuaba el coro en otra sala de las escuelas, mientras yo me ocupaba de ensayar en la más grande con los actores de la obra. En su momento llegaron a reunirse actores y coro para ensayar conjuntamente hasta que la obra estuvo lista para estrenar.

     Como no había un teatro en Benidorm y cuando hacían alguna obra el grupo del Club de Teatro de Rafael Montes y Rita Maris, utilizaban el escenario del gran cine Ruzafa, retirando la pantalla, sugerí al Ayuntamiento que vendría bien para el montaje que había hecho de la obra, alquilar la Sala de Fiestas “Granada”, sin tener que tocar nada de su decoración, porque en las mesas de pantallas del local que se usaba cuando la gente iba a bailar, se colocó el público, y en la pista de baile, que estaba elevada sobre una plataforma, me sirvió para el escenario. Para la presentación de los personajes que hace Jardiel Poncela al comenzar la obra, se me ocurrió que surgieran de entre las mesas, en el orden marcado en la obra,  conforme les tocaba recitar. Se habían sentado en las mesas, mezclados entre el público, durante los dos  minutos que dejé la sala a oscuras, resultando sorprendente como golpe teatral verles surgir uno a uno entre la luz de las pantallas rosadas de las mesas, dirigiéndose a la pista que era el escenario. Vestidos a la moda de los años veinte, las mujeres sobre todo atravesaban entre el público refulgentes, luciendo el colorido de unos trajes hechos con mucho arte y siguiendo mis indicaciones, por Manolita, una buena modista de Hellín que hacía años vivía en Benidorm, le gustaba coser, cortaba muy bien, y le gustaba el teatro, interpretó fielmente lo que  yo quería. Salió todo perfectamente y fue una satisfacción para los debutantes, actores y coro, los encargados de las luces y los de la música y, naturalmente para mí.

-El teatro en verso representa una dificultad   añadida para los actores. ¿Cómo resolviste este asunto?

-Prodigiosamente, a los intérpretes de la obra no les supuso ningún trauma. En cuanto se aprendieron el papel, entraron en los personajes que representaban y el verso salió tan fluida y musicalmente, que el texto en el estreno lo entendió el público con toda claridad. Además, no olvides que los versos de la “Angelina”, son pegadizos, escritos adrede en un lenguaje casi coloquial. Por descontado que todos se sabían su texto, ni siquiera olvidaban visualizar los puntos y las comas…A propósito de tu pregunta viene a cuento la anécdota de la niña Marta Sanz, hoy novelista con varios premios, el último el Herralde 2015, hija de Charo, que hizo una deliciosa y encantadora Angelina, además de regalarnos con su belleza, y de Juan Ramón Sanz Arranz que hacía con mucho gracejo y desenvoltura su papel de capellán. Martita, que entonces tenía cinco o seis años, pero que ya despuntaba en agudeza e ingenio, celosa de que su madre pudiera olvidarse del texto cuando hizo su presentación como la dulce Angelina, la seguía, gateando entre las mesas, aunque ya de por si era una pulga, para que no la rozasen los focos que iluminaban a su madre, apuntándole el papel, hasta que su madre salió a la pista, lejos de su prtección, siéndole imposible acompañarla hasta el escenario. Fue divertido.

-Ya que estás de anécdotas, cuéntame la que se armó cuando pocos días después de vuestro estreno, presentó la misma obra de “Angelina” nuestra  Televisión Española…

-Me haces reír;  no te olvidas de nada, claro que tú viniste exprofeso desde Zaragoza para ver la representación… Entonces solo existía ese canal, creo, y todo el mundo lo veía. Al día siguiente de presenciarla en TVE, la gente me paraba o se decían entre ellos que sin comparación nuestra “Angelina”, superaba con mucho la que dieron por la tele en blanco y negro y sin música…

-En el mismo año, 1975, pones en marcha “Delito en la Isla de las Cabras”(2) un texto que ya habías estrenado como teatro leído en Zaragoza y que supuso que afloraran en un choque brutal,  las miserias humanas del grupo: celos, envidias….Cuéntanos esta parte de tu biografía como director teatral…

-Quise que ese mismo año, después del éxito de “Angelina o el honor de un brigadier”, con el que el Taller de Teatro había hecho su presentación, agradado y abierto los ojos al fabuloso mundo del teatro al pueblo de Benidorm, objetivo propuesto y conseguido, no quería demorar mucho tiempo sin que volvieran a vernos, pero esta vez quería que presenciaran una obra de otro género, más sería, para que no se acostumbraran al teatro cómico como el único estilo existente y pensé montar una obra de pocos personajes, más densa, dramática, incluso rayando la tragedia. Tenía en mente muchas posibilidades de elegir títulos que interesaran, pero me incliné por disfrutar yo también de forma en cierto modo sensualmente inteligente, poniendo una obra que siempre había querido montar, escapando siempre las oportunidades para hacerlo. La única insuficiente satisfacción me la dí en una lectura con el T.E.U. de Zaragoza, de la que es cierto que quedé muy satisfecho porque tuve un elenco de voces de personas que traspasaron lo genial, teniendo en vilo al público, emocionado, intrigado, viviendo realmente la obra como si la estuvieran viendo en un escenario, seducidos por la magia de la mera lectura en las voces de Ángela Domingo, Ángela Sanjuán, Manuela Citoler, Toño Giner y José Antonio Rey del Corral. Ya hablamos en otra entrevista anterior sobre el impacto de esta lectura. Pero yo quería verla con los personajes reales sobre el escenario y ofrecérsela a los benidormís como  deferencia hacia ellos con una obra que desde que la leí, hacía ya tantos años…había soñado con ponerla en escena.

     “Delito en la isla de las cabras” era puro teatro compulsivo de acción contenida y guardada hasta estallar: intriga, sensualidad, sexo exacerbado, pasiones desnudas, los celos, el ardor, la envidia, expresado por las tres mujeres y el hombre creados por el autor, el italiano Ugo Betti que nos las entrega encerradas en la casa de un páramo solitario, únicamente acompañadas por las cabras que pastan, balan y copulan bajo un sol abrasador y un viento implacable. Llega un hombre, les cuenta la historia de que vió morir al marido de Ágata, la protagonista, se aposenta en la casa, adueñándose emotiva y físicamente de las tres, creando un clima angustioso hasta que la viuda lo empuja haciéndole caer al pozo que hay en la cocina de la casa;  echa la tapa y escucha las súplicas de Ángelo, suplicando salir, sentada junto al brocal , esperando que muera porque no puede escalar las paredes lisas del pozo. La hija de Ágata y Pía,  su cuñada presas del pánico  abandonan la casa aterrorizadas, y cuando Ágata ve que se han alejado suficiente, abre la tapa del pozo, ansiosamente esperanzada de quedarse sola con él, pero ya es tarde; Ángelo, el garañón ha muerto. Ha sido consumado el delito.

   Con este trágico argumento, el autor utilizando unos diálogos perfectamente estructurados, dando a las distintas escenas la intensidad de pasión, horror y desmesura estrictamente necesaria, como el maestro de teatro que es.

    Charo Pastor es Ágata, la viuda protagonista, elegida para un difícil papel que interpretó como una profesional, sin excederse un mínimo en su peliaguda actuación, Lola Mañogil, su hija, Rita Maris, la cuñada, el papel más ingrato de la obra,  por no poder encontrar su lugar apropiado en la casa, entre su cuñada y la sobrina, las dos mujeres.  José Miguel Vigili, el galán de “Angelina”, parecía devorado por el bien hacer de las actrices, no tuvo garra para dar la fuerza que exigía su papel de macho depredador;  no obstante este declive en su personaje creo que solo lo percibimos las actrices y yo. El público quedó mudo, aunque reaccionó aplaudiendo al final calurosamente, satisfecho, gratificado por el esfuerzo de los actores y el suyo propio para sumergirse atenta y, a veces, apasionadamente en la obra. 

   Respecto a lo que dices en tu pregunta del choque brutal con las miserias humanas del grupo, debo decirte que interpretaste exageradamente mi explicación sobre lo ocurrido entre nosotros. No se me hundió el mundo precisamente con el electricista por no enfocar a punto y en su lugar las luces durante la representación, ni dejar el escenario a oscuras cuando lo requería como les había recalcado en los ensayos;  ni corte las manos, como pedían mis impulsos, de Mariano Barbasán, su padre tiene una calle en Zaragoza, encargado de la música de ambiente cuando cometió en repetidas ocasiones errores en los momentos cruciales que debía  hacer sonar la música, exactamente la sonata Patética de Beethoven… El colmó de  la ira se desató en el interior de Charo-Ágata, cuando en un momento clave de la obra frota hasta tres veces la cerilla en la caja para encender un quinqué y esperar bajo esa luz, sentada sobre los cueros de las cabras, la presencia de Ángelo para entregarse a él, observa aterrada que los fósforos  están humedecidos, imposible  encenderlos, rompiendo el clímax de su escena más inquietante. Claro que me enfrente a los posibles culpables terminada la representación, espetándoles que la compulsiva intención en la que se habían empeñado para hacer fracasar la obra, habían demostrado su mezquina catadura sin conseguir sus propósitos, que se habían vuelto contra ellos por el entusiasmo que el público había demostrado efusivamente. Era evidente, que detalles importantes para nosotros en el desarrollo de la obra, habían pasado desapercibo para los espectadores que no los conocían y que habían sido superados por las buenas y excelentes interpretaciones.

 

 Charo y yo dábamos por cierto que Rita había humedecido las cerillas, porque debido a su carácter se sentía frustrada al haber ocupado Charo el puesto de diva que tenía  antes de llegar nosotros, pero con su férreo amor propio disimulaba a la perfección su estado de ánimo, sin demostrar jamás que nadie pudiera humillarla o intentar hacerle sombra, al contrario puso cara compungida cuando comento con Charo la jugada de las cerillas incandescentes. Fue la última colaboración con los saboteadores de sueños y trabajo. Nos hablábamos si  nos veíamos, como cuando se sabe que todo es un juego intrascendente, siendo las trampas bromas inofensivas. Con Rita fue diferente, porque desde que llegué a Benidorm se había enamorado de mí. Un “amour fou” no sé si evaporado en el espacio.

    Desde entonces el Taller de Teatro lo integraron nuevos valores, un equipo completamente diferente en calidad humana, status social y cultural, donde todos ejercíamos una ambigüedad a la medida de la comedia humana. Pasó algún tiempo hasta que volvimos a subir al escenario, que mereció la pena por la calidad de las obras que llegamos a representar. ¿Alguna pregunta más?

Muchas, Alfonso. Pero en este punto vamos a dejar esta interesantísima entrevista porque en lontananza estamos ya vislumbrando la llegada de Valle Inclán a Benidorm que será el protagonista  de los  próximos estrenos de Alfonso y merecen, sin duda, otra buena charrada. Hasta la próxima amigos.

 

(1) Angelina o el honor de un Brigadier
     Angelina o el honor de un brigadier, también titulada Un drama en 1880, es una obra de teatro en tres actos y en verso, de Enrique Jardiel Poncela, estrenada en el Teatro María Isabel (actual Teatro Infanta Isabel) de Madridel 2 de marzo de 1934.

    En tono de comedia, la obra gira en torno a las vicisitudes de la joven Angelina, cuya mano está a punto de ser solicitada por Rodolfo, por expreso deseo del padre de ella, el brigadier Don Marcial. Agobiada por la situación, Angelina huye con su enamorado Germán. Tras ser descubiertos por Don Marcial, éste descubre, tras herir en duelo a Germán, que éste tiene también una relación con la madre de Angelina, Doña Marcela. Una súbita aparición de los fantasmas de los padres de Marcial, confirmándole que también ellos fueron en su día infieles, le lleva a otorgar el perdón a su esposa.

(2)Delito en la Isla de las Cabras

    El 25 de febrero de 1955, José Luis Alonso estrena en el Teatro de Cámara de Barcelona, la obra del juez y dramaturgo italiano Hugo Betti: “Delito en la Isla de las Cabras” , un texto que retrata la vida de Agata quien vive en una casa aislada del mundo tras quedarse viuda en compañía de su hija y de su cuñada. Un día aparece en su vida Ángel quien se presenta como un amigo de su difunto marido. Las mujeres permiten al hombre quedarse con ellas sin sospechar que es un holgazán que no las ayudará para nada con los quehaceres. Lo peor es que el hombre decide ir seduciendo una por otra a las tres mujeres. Esta situación traerá consigo infinidad de situaciones tensas (un hombre compartido por tres mujeres en una casa aislada). Finalmente, Agata decidirá asesinarlo. 

Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (V)
Dionisio Sánchez Entrevista a Alfonso Azcona (IV)
Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (III)
Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (II)
Dionisio Sánchez Entrvista a Alfonso Azcona (I)