José Ángel Alegre, de enseñanzas y escenarios

146ClasicosLunaP
Por Carlos Calvo

     La embriaguez todavía le dura, afirma sonriente. Y desde ese estado de gracia no se atisban en el horizonte temores a la inclemente resaca. Acaba de jubilarse como profesor de sus clases de filosofía, después de toda una vida dedicada a la enseñanza secundaria en el instituto Pedro de Luna.      Sin embargo, la melopea de entusiasmo aún se palpa en sus palabras. José Ángel Alegre (Hijar –Teruel-, 1954) imprime a su voz ecos de almíbar y esta no es cualidad que se regale con los distintos galardones que Clásicos Luna ha recibido a lo largo de su existencia, una institución en la que colaboran alumnos –de hogaño y de antaño-, padres, personal no docente y, por supuesto, profesores.  Este hombre irremediablemente alegre es uno de ellos y sabe que los reconocimientos son circunstanciales, pero la enseñanza y los empujes teatrales son, para qué negarlo, unos órganos indispensables en esta actividad confusa que algunos llaman vivir.

     En su fase aragonesa, la compañía Clásicos Luna acaba de obtener el premio Buero Vallejo de teatro joven por la obra ‘Miles gloriosus’, de Plauto. Esta comedia clásica de enredo narra la historia de un soldado fanfarrón que presume de ser un donjuán y es puesto en ridículo por un esclavo inteligente y astuto que consigue que su joven señor pueda volver con su amada. Clásicos Luna es un proyecto educativo y teatral del instituto Pedro de Luna, decía. Nació en 2002 y, desde entonces, ha representado obras de teatro grecolatino para todo tipo de públicos, con la intención de difundir el gusto por el escenario y la creatividad en los jóvenes. De todo esto, y de algo más, hablo con el profesor José Ángel Alegre, del que fui su alumno. El profesor y el alumno. El alumno y el profesor. El amigo.

 -¿Te gustaba el teatro de niño?

 -No fui especialmente aficionado. De niño recuerdo que en Alfaro, que junto a Hijar y Borja fueron los pueblos en los que transcurrió mi niñez, mis padres nos llevaban a ver las marionetas en el parque de esta localidad riojana, y no entendía por qué ‘Gorgorito’, el protagonista, daba y recibía  tantos golpes y “mamporros”. Me gustaba más la historia que el teatro, porque entonces las historias me parecían reales y el teatro “irreal”. El teatro me empezó a gustar cuando ya fui “mayor”. Un compañero del instituto, Santos Sánchez, que amaba y disfrutaba del teatro, nos metió el gusanillo del teatro a varios profesores que acudíamos con asiduidad a las representaciones del teatro Principal, en las décadas 1980 y de 1990. Y me figuro que esa semilla fue la que creció, cuando en el instituto Pedro de Luna estuvieron como monitores teatrales Rafael Campos, primero, y luego Cristina Yañez con un grupo de alumnos. Entonces comencé a ver el teatro desde dentro, un teatro lleno de frescura, concebido como un espectáculo coral, para los actores y los espectadores. Un teatro con emoción en los textos y en sus puestas en escena. En el año 2002, Mª Jesús Pérez, directora del instituto, nos planteó a varios profesores y a antiguos alumnos (Teatro Hécate y La Clac) del grupo con el que había trabajado Cristina Yáñez,  la creación de un grupo teatral estable en el instituto, formado por alumnos y profesores. Ese fue el momento en que el teatro se cruzó en mi vida de una forma determinante. Creamos entre todos la compañía ‘Clásicos Luna’ como proyecto educativo del IES Pedro de Luna y, desde entonces, una parte de mi vida está ligada a esta aventura colectiva.

 -¿Eras, pues, más del cine que del teatro?

 -Sí. Recuerdo que con 8 o 9 años acudíamos todos los domingos al cine que “ponían” los hermanos de La Salle en su colegio de Alfaro. Recuerdo la ilusión de ir y de esperar el comienzo de la película, mientras sonaba la  música de bandas sonoras, aunque para mí, en ese momento, solo eran músicas animadas. Me gustaban las de espadachines. Era emotivo entrar en los mundos diferentes de las películas de aventuras. Ese cine sencillo y popular tenía el poder de fascinarme. Cuando lo recuerdo me vienen sensaciones bonitas. Mis padres también nos llevaban al cine de Alfaro y recuerdo la ilusión infantil de ver ‘Ben-Hur’, ‘El Cid’, ‘101 dálmatas’, ‘Rey de reyes’…  En Borja también íbamos al cine, y más tarde, a partir de los 10 años, me fui interno a Zaragoza y, los domingos por la tarde, el momento que más deseábamos era el de ir al cine en el salón de actos. Veíamos películas muy variadas: ‘La guerra de los botones’, ‘Solo ante el peligro’, ‘El hombre que mató a Liberty Valance’…

 -¿Fuiste feliz en tu infancia?

 -Pues a veces sí y a veces no. Tengo recuerdos de vivencias y sensaciones muy majas, y también recuerdos de situaciones con miedo o preocupaciones. La vida en los pueblos me gustaba con las plazas, las calles, la escuela, el aprender, el entender cómo funcionan “las cosas” y la naturaleza, la vida familiar, los baños en el río y en algún aljibe, la bicicleta que repartíamos por días entre los hermanos, el campo, los tebeos, el venir a Zaragoza y verla de noche con la plaza Paraíso con su fuente de colores y la plaza España con sus anuncios luminosos y la gente “vestida de domingo”, el jugar con los tapes de refrescos, las chapas, en el ‘Campo del Toro’ de Borja …

 -¿En qué momento decidiste estudiar filosofía y dedicarte a la docencia?

 -Al acabar el preuniversitario, porque fui de la última generación que lo estudió, me hubiera gustado hacer sociología o ciencias políticas y sociales, pero, al final, me decanté por la filosofía, porque me permitía estudiar temas humanísticos muy diferentes y me parecía una carrera abierta, aunque también me producían recelos la abstracción y la verborrea de algunos filósofos.

 -¿Cómo se sumerge un profesor ante la marabunta estudiantil sin salir aterido de miedo?

 -Siendo estudiante, me daba cuenta de que los compañeros que tenían dudas, me preguntaban y fui viendo que no explicaba mal. Poco a poco, me fue gustando la sensación y el reto de hacer comprensibles los temas, y empecé a ver la enseñanza como un posible trabajo. Cuando comencé a trabajar como profesor en el Mixto 1, en el edificio Pignatelli, actual sede del gobierno aragonés, tenía la preocupación y el miedillo de cómo serían los alumnos y de si sabría hacerlo mínimamente bien. Y todos los años, al comenzar cada curso, he tenido esos nervios “de qué ocurrirá y cómo irá”. Pero el mundo de la enseñanza y la educación me parece muy bonito. Los chicos de enseñanza secundaria, al menos los del IES Pedro de Luna que es el instituto en el que he trabajado casi 35 años, son majos. Pueden estudiar más o menos, pero su mundo está vivo y tienen el corazón deseoso de vivir, de relacionarse con los demás, de ganar seguridad en sí mismos. Ese es un  territorio muy majo para un educador, que también “recibe” la vitalidad y la alegría de los chicos. También hay problemas, pero como en todas las profesiones y actividades.

 Te conozco desde que empecé a estudiar en el instituto Pedro de Luna y siempre te recuerdo con una sonrisa. ¿Una sonrisa cura?

 -Llegué al IES Pedro de Luna, con 25 o 26 años, por casualidad, una casualidad que, para mí, se ha convertido en algo muy importante en mi vida. Los alumnos al principio me llamaban por el nombre “José Ángel” y cuando me hice mayor me empezaron a llamar por el apellido “Alegre”, me figuro que, porque de ese modo, es fácil iniciar una conversación sin tener que pensar en el “usted” o en el “tú”. Poco a poco, me fue gustando ese apellido convertido en nombre, porque como no soy ni divertido ni gracioso, me alegraba. Yo no he sido muy consciente de ser sonriente, aunque siempre he tenido especial cuidado en ser amable y mirar el lado positivo de la vida.

 -¿Cómo es el aura de una persona saludable?

 -No lo sé, pero sí que noto claramente, cuando estoy con una persona, si me voy contento o triste. Hay personas con las que respiras, con las que el corazón y la cabeza se alegran, personas que transmiten aire fresco. Cuando te vas, después de estar un rato con ellas, caminas como si te hubieran dado energía. Y hay personas que parece que absorben la energía de los demás, que te hacen “encogerte”, y con las que, en mi opinión, hay que tener cuidado, porque cierran horizontes. Eso sería para mí el aura. El teatro de los antiguos alumnos de Teatro La Clac, que dirigen Clásicos Luna, transmite ese aura sencilla y positiva del teatro popular que llena de color vital al espectador.

 -¿Cómo surgió Clásicos Luna?

 -Clásicos Luna es un proyecto educativo y teatral del IES Pedro de Luna, que comenzó su andadura en la primavera del año 2002, cuando un grupo de profesores, que acudíamos, como espectadores, con los alumnos a las representaciones de los festivales juveniles de teatro grecolatino ‘Prosopon’ (que se celebraban en el teatro Principal de Zaragoza), nos planteamos que era una bonita idea, y un reto importante, intentar participar en ellos, como actores, con una compañía  teatral formada por alumnos y profesores de nuestro instituto. Inmediatamente pensamos en un grupo de antiguos alumnos, ‘Hécate-La Clac Teatro’, para que tomaran las riendas de la dirección técnica-teatral del proyecto, puesto que poseían una gran y larga experiencia profesional en el campo del teatro, la docencia y la animación sociocultural. Se habían iniciado en las artes escénicas, en las actividades extraescolares del instituto, y su vinculación humana y educativa con el centro había sido siempre muy viva. Les ilusionó el proyecto y todos juntos nos pusimos manos a la obra.

 -¿Qué tipo de obras representáis?

 -Clásicos Luna se ha especializado en obras del teatro clásico grecolatino, porque los únicos festivales de teatro escolar que, anualmente, permiten representar comedias y tragedias, en Zaragoza, son los que organiza la asociación Prósopon-Aragón de teatro grecolatino. No nos quedaba otra opción. Pero como nosotros tenemos como planteamiento que “hay que hacer de la necesidad virtud”, vimos enseguida que este teatro clásico nos permitía poner en valor el patrimonio del casco histórico en el que está situado nuestro instituto. Enseguida empezamos a colaborar con la unidad didáctica de los museos arqueológicos de Zaragoza para representar nuestras obras y nuestros espectáculos en el museo del teatro Romano y del Foro. Marga Vela -de los museos- y Cristóbal Barea- de los festivales Prósopon- apoyaron nuestro proyecto desde el principio. A lo largo de los 12 años de historia de Clásicos Luna hemos representado las comedias ’Pséudolo’, ‘Truculentus-El Cascarrabias’, ‘Los Gemelos-Menecmos’  y ‘Miles gloriosus’, todas ellas del comediógrafo latino Plauto, ‘La Odisea’ de Homero (con la participación de 100 alumnos), una Pompa o Procesión Grecolatina ‘El Despertar de las Musas’ (con la participación de 200 alumnos), la tragedia de Eurípides ‘Medea’ y los espectáculos grecolatinos de creación propia ‘El Carro de Tespis’, ‘Buscando a la princesa Julia Livila’, ‘Los personajes de Medea se han perdido’, ‘Sucedió hace 2.000 años’ y ‘Actores para un bimilenario’, estas dos últimas en la conmemoración de la muerte de Augusto.

 -¿A qué públicos os dirigís?

 -El tipo de teatro que hacemos está pensado para todos los públicos. Diseñamos las obras como espectáculos que atrapen al espectador con un ritmo vivo, con el cuidado del texto y de los movimientos de los actores y grupos corales, el diseño de luces, la música (y las canciones) y la puesta en escena en general. Nuestras representaciones pretenden que el público disfrute de las artes escénicas y salga del teatro con ganas de volver. Nuestros directores de ‘Teatro La Clac’ han impreso este estilo, como sello de marca de nuestra compañía, desde que el año 2003 Antonio González y Antonio Abad -de la obra cultural de la CAI- confiaron en nosotros para participar en las campañas de teatro escolar en los pueblos de Aragón. Desde aquel emocionante 2003, en que iniciamos nuestro camino con la comedia ‘Pséudolo’, Clásicos Luna ha mostrado estas obras a públicos de todas las edades, especialmente a alumnos de enseñanza secundaria, en pueblos y ciudades de la comunidad autónoma de Aragón (teatros y pabellones de Alagón, Alcorisa, Borja, Casetas, Caspe, Ejea de los Caballeros, Sabiñánigo y Tauste, en el marco de las campañas de la CAI de teatro joven), y en gran parte de la geografía española. Hemos actuado en los teatros romanos de Zaragoza y Sagunto, en el Campo de Marte de Tarragona, en el auditorio de Huesca, en los teatros Principal de Zaragoza, Joventut de Hospitalet de Llobregat, Ayala y Campos Elíseos de Bilbao, en los museos del Foro y el Provincial de Zaragoza. Son más de 15.000 los espectadores que han asistido a alguna de nuestras representaciones.

 -Me has hablado de Clásicos Luna como un proyecto educativo. ¿Cuáles son para ti sus rasgos o características más importantes?

 -Lo que me preguntas es muy importante, porque Clásicos Luna no solo da nombre a la compañía teatral, sino también, y principalmente, a uno de los proyectos educativos colectivos de nuestro instituto. Aquí y ahora contigo, hablando de “enseñanzas y escenarios”, como tú dices, no puedo dejar de recordar la larga trayectoria de compromiso con la enseñanza pública que tiene el IES Pedro de Luna. Trabaja permanentemente para mejorar su oferta educativa, “sus enseñanzas”, para los alumnos y sus familias. La enseñanza bilingüe en inglés, los bachilleratos en todas sus modalidades (incluido el de artes escénicas, música y danza), el cuidado de la organización de los estudios de la ESO, los estudios nocturnos, y el amplio abanico de actividades de formación complementarias y extraescolares constituyen algunas de sus señas de identidad. Y hablando “de escenarios”, Clásicos Luna constituye otra de sus señas de identidad. Los ensayos y las representaciones teatrales constituyen la punta del iceberg de este proyecto, pero sus objetivos más importantes son, por una parte, contribuir a fomentar buenos hábitos de convivencia de alumnos de diferentes grupos y cursos de ESO y bachillerato, y aportar cauces para las relaciones humanas de alumnos, profesores, padres, personal no docente y antiguos alumnos, tanto de los que participan directamente en las actividades teatrales, como los que participan indirectamente en las actividades de aula que los departamentos didácticos preparan para este proyecto. Por otra parte  los valores educativos del teatro: humanos y de socialización, creativos y culturales, de desarrollo de las competencias en comunicación y de afirmación de las propias capacidades (colaboración, esfuerzo, trabajo bien hecho, constancia, alegría, memoria, inteligencia, respeto, ingenio, disciplina, responsabilidad, autoconfianza, etc.) son muy importantes y dejan un poso profundo en los alumnos participantes, y ese es otro de los objetivos. Por eso Clásicos Luna está abierto a todos los que quieren participar. A lo largo de sus 12 años de existencia, son más de 500 los alumnos y profesores que han participado directamente en sus representaciones, como actores, músicos, danzantes o colaboradores.

 -En estos tiempos difíciles para el teatro ¿Cómo conseguís sobrevivir?

 -En estos momentos difíciles para la cultura y la educación, Clásicos Luna es un ejemplo que muestra que la educación de calidad de los chicos jóvenes es posible, y que su compromiso con actividades creativas también, siempre que cuente con el apoyo de los equipos directivos, los claustros de profesores, los padres y los antiguos alumnos. Pero esto solo es posible con humildad, con objetivos pequeños que se van sumando, y con mucho, emocionante, pero mucho trabajo. Desde esa humildad y ese trabajo y gracias a todas las personas, que de forma directa o indirecta apoyan las actividades educativas y teatrales, somos conscientes de  que este proyecto, ininterrumpido durante todos estos años, es posiblemente una de las pocas experiencias teatrales que se han hecho en Aragón y en España, con tanta participación y compromiso colectivo. Clásicos Luna se ha  desarrollado, durante 11 cursos escolares como un proyecto de innovación educativa, con el apoyo y la colaboración del departamento de educación, universidad, cultura y deporte del gobierno aragonés, pero en este curso 2013-2014 la administración educativa nos comunicó que no se ajustaba a lo que ella planteaba, por eso en estos momentos es solo un proyecto colectivo del IES Pedro de Luna.

 – Por lo que me cuentas, veo que el teatro tiene mucha importancia en el IES Pedro de Luna…

 -Sí. Cuenta con una larga tradición teatral. En tiempos ya casi históricos, en la década de 1980, Bernardino Orio de Miguel, un profesor y educador emblemático, creó grupos teatrales ligados a la actividad en las aulas. Más tarde, Santos Sánchez, otro gran profesor de lengua, creó un grupo estable de teatro del que surgió la compañía ‘Teatro La Clac’, que actualmente dirige Clásicos Luna. En el momento presente, los profesores de inglés incorporan de forma sistemática el teatro como actividad educativa de aula, y la muestran en los colegios de enseñanza primaria adscritos a nuestro instituto. Y hay que resaltar que desde hace unos años el IES Pedro de Luna imparte el bachillerato de artes escénicas, música y danza, trabajando con intensidad el mundo del teatro. La participación y colaboración de alumnos y profesores de este bachillerato son muy importantes para Clásicos Luna.

 – ¿Qué nos dices de los premios con los que han reconocido el trabajo de Clásicos Luna?

 -El trabajo del IES Pedro de Luna con su proyecto educativo teatral Clásicos Luna ha sido reconocido con algunos premios: los Buero Vallejo aragoneses de teatro joven en varias ocasiones, la promoción y difusión de la cultura clásica 2008 por la sociedad de estudios clásicos de Aragón, los trabajos escolares de los museos arqueológicos de Zaragoza también en varios cursos escolares, el primer premio en el IX festival de cortos cine y salud en la modalidad de informativos… Pero como tú me preguntas por los últimos, te citaré dos de los que más nos han alegrado, relacionados con las dos obras que hemos tenido en cartel en 2013-2014. Nuestra puesta en escena de ‘Medea’ de Eurípides obtuvo en el 2012, en Sagunto, el primer premio del ministerio de educación. ‘Miles gloriosus’ de Plauto ha sido premiado en la convocatoria “11 premios Buero de teatro joven -6º Hermanos Argensola- Aragón 2014” por la calidad y continuidad de su proyecto educativo teatral, y por su puesta en escena. También ha sido premiada en la fase nacional por su “variedad técnica y de recursos escénicos”. Te mentiría si dijera que no nos importan. Nos alegran, nos dan un reconocimiento exterior que ayuda mucho a que Clásicos Luna siga adelante, pero no perdemos de vista que nuestro  principal objetivo es contribuir, con los demás proyectos de nuestro instituto, a dinamizar la vida escolar y las relaciones humanas.

 -¿Cuáles son los proyectos de Clásicos Luna para el futuro?

 -En estos momentos estamos ilusionados con la preparación, para el curso 2014-2015, de un espectáculo teatral que gire en torno a ‘La Ilíada’, con alumnos de los cuatro cursos de ESO, para integrar en nuestro proyecto educativo a los alumnos más jóvenes. También queremos representar ‘Miles gloriosus’ en el teatro Principal de Zaragoza para que puedan asistir todos los miembros de la comunidad escolar del IES Pedro de Luna y el público zaragozano que no ha podido verla. Ahora estamos muy contentos, porque la puesta en escena de esta obra ha tenido una buena repercusión a nivel nacional, y nos han solicitado su representación desde los festivales juveniles de teatro grecolatino de Sagunto y Mérida. Y en estos momentos tan difíciles para la educación , la cultura y el teatro, queremos seguir colaborando con las  instituciones culturales, educativas y sociales de Zaragoza y Aragón que nos apoyan, porque pensamos que solo dese el esfuerzo colectivo podremos continuar en el futuro con un proyecto tan complejo, que sigue ilusionándonos, como Clásicos Luna.

 -Dicen que el teatro es una prolongación vital. ¿Confías en la vida?

-Sí que confío. Valoro especialmente a la gente vital, constructiva y afectuosa que procura buscar el lado positivo de la vida, siendo crítica, consciente y lúcida con los aspectos negativos y problemático. Me gusta la gente que procura sumar, porque restar es bastante fácil. Valoro a las personas que saben aunar bondad, inteligencia y corazón para afrontar las relaciones humanas y los problemas que se plantean en la vida y en la sociedad..

 -¿Cuál ha sido la mayor lección que has aprendido?

 -No sé cuál sería la más importante, pero sí que podría citar varias. Una es la  afirmación sencilla de que “es muy importante saber distinguir quien es amigo de quien no lo es”, porque a veces se me olvida y olvidarlo es peligroso, porque aunque la mayoría de la gente es buena, también hay personas de las que uno no se puede fiar. Otra es la importancia de la emoción y de la pasión en aquellas cosas que hacemos, porque nos hacen sentirnos vivos. Y, por decir la última, que los afectos son el motor de la vida, de las relaciones humanas y de la alegría, porque los objetos, los títulos, los honores y los premios son espumosos, pero son fugaces y se vacían de contenido rápidamente.

 -¿La resaca de un premio es peor que la del vodka?

 -Los premios son importantes, porque aunque no son el criterio del buen trabajo, siempre estimulan y sirven como reconocimiento público. Pero una vez que se han celebrado con alegría, hay que dejarlos solo como un buen recuerdo.

 -En un grafito, el poeta Jorge Enrique Adoum vio en Quito esta reflexión: “Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas”. ¿Cómo ves la situación política, social y cultural en estos tiempos de crisis?

 -No sabía de dónde provenía esa frase, que leí hace ya bastantes años y que me gustó mucho. Me gustó porque creo que en nuestra vida eso se da muchas veces, y a mí, que no soy especialmente hábil en ajustarme a las nuevas situaciones, me venía muy bien. Pero, poniéndolo en relación con lo que me preguntas, los tiempos que corren son muy duros y crueles para mucha gente, para muchas familias. Al dinero especulativo, al poder, no le interesan las preguntas, y por tanto las respuestas mucho menos. Aunque es un tópico, al capital solo le interesa la pregunta ¿Cómo los que tienen mucho dinero pueden ganar más, de la forma más fácil? Pero como la pregunta es tan bestia, dedican, con éxito, todos sus esfuerzos a disfrazarla, y a mostrarla a la gente sencilla como una necesidad para que el mundo funcione. Y como quieren tener todo bajo su control, y no dejar margen a otras preguntas y respuestas, están tejiendo una tela de araña para dominar, o reducirá la mínima expresión, el derecho y las leyes nacionales e internacionales, la actividad política libre y ciudadana, las relaciones humanas y la cultura.

     Ahora, en esta sociedad en la que vivimos, se han desbaratado las respuestas, pero sería bueno que alguien volviera a hacer las preguntas. Nosotros, el arriba firmante y el profesor Alegre, damos por finalizada la entrevista. Estamos en una taberna del barrio de la Magdalena y coincide la fecha con la proclamación de Felipe VI. Nos acercamos a la televisión de la cantina y vemos las imágenes como si de una función teatral se tratara. España cambia de jefe de estado. Es un acontecimiento raro. La legitimidad aristocrática busca la continuidad. La legitimidad democrática vive en el trasiego del cambio. A través de los cristales vemos unas banderas republicanas que ondean un grupo de manifestantes. La monarquía, en su día legitimada en el fundamento divino, representa hoy la pervivencia de lo teológico en la política. La monarquía ha vivido de la aureola de lo sagrado, o sea, de aquello que se puede admirar o temer, pero, sobre todo, de aquello que no se puede preguntar. La democracia, a fin de cuentas, es una cuestión formal, como el desodorante.

     Le pido a la camarera un chupito de whisky de mi marca favorita, en vaso ancho, con dos piedras. José Ángel Alegre se pide un ‘gin-tonic’, sin pepino. Le digo que la Antártida suena como un ‘gin-tonic’. A mí me impresiona mucho ese rumor, el del ‘gin-tonic’, cuando el hielo comienza a quebrarse o a fundirse al contacto con el alcohol y la tónica. Solo que la Antártida no te la puedes beber: te bebe ella a ti. El caso es que la zona hundida de los icebergs se van fundiendo poco a poco por la diferencia de temperatura de las aguas de abajo en relación con las de arriba, y llega un punto en que el iceberg se da la vuelta porque el centro de gravedad se ha desplazado. Me estremece ese instante en el que el bloque de hielo se pone boca abajo. También nosotros, hablando en términos sicológicos, nos volvemos del revés cuando los problemas, con su temperatura, nos funden la base. Pero nadie lo nota.

Artículos relacionados :