Homenaje de los Tecnopoetas a Jordi Pinar


Por Marina Hernando
Directora  del grupo de teatro Tecnopoetas del Espacio Visiones de Rey Ardid

Esa desviación de la vida en dirección a lo mecánico es la verdadera causa de la risa

Henri Bergson, «La risa» , 1940

    En el amor que Jordi Pinar desprendía por las marionetas y en su afirmación de que todo títere se acaba pareciendo a su productor, se halla la misma nostalgia de Descartes por “sa fille Francine”, de Vaucanson por el pato mecánico, o de Percy Spencer por el horno microondas; nos encontramos también ante una afirmación igual, pero en dirección contraria, es decir, es en realidad el deseo profundo de todo productor por tomar el parecido del títere, del autómata, el que se ve materializado en estos lúdicos experimentos de reconciliación con los materiales circundantes, experimentos de comprensión e invención de automatismos cotidianos que se ven trasladados a historias y mundos para todos los públicos.

 

    En este juego de transferencias nos vimos inmersos en el Espacio Visiones con Jordi Pinar, quien durante casi dos cursos nos enseñó, además, que todo el mundo puede (y tal vez debe) hacer marionetas, y que casi todo material es susceptible de convertirse en una, y tener en cuestión de segundos una larga y paralela historia ingeniada a la suya propia. Estudiamos estas historias ingeniadas alrededor  de las marionetas con Jordi como maestro en las “Historias del Dr.Chiflado”. Con el grupo de Tecnopoetas del que también él formaba parte estudiamos la historia que los objetos contienen antes ya de caer en nuestras manos. Cada cual eligió un artefacto, razones evidentes, empujaron a Jordi a elegir el reloj como objeto de estudio y de las futuras declamaciones que los Tecnopoetas llevaríamos con más o menos fortuna a los escenarios del Teatro del Mercado de Zaragoza y al Matadero de Huesca entre otros.

   Desde su fallecimiento este pasado mes de febrero, conservamos en Espacio Visiones nuestras ganas de aprender aquellas marionetas gigantes además de su recuerdo. Así decidimos, a modo de punto y aparte, aprovechar la invitación que Arcadia nos hace desde Huesca para recitar el Día Mundial de la Poesía y despedirnos declamando en su honor.

   En consonancia con la idea de que prácticamente cualquier material puede ser títere en manos del manipulador, optamos por hacer declamables cualquier fonema y pausa que componían su poema-estudio del reloj por medio de tubos a modo de prolongaciones de nuestros propios sistemas fonadores. Y así se hizo, recordando a aquellas figuras que componían los teatros mecánicos portátiles en las calles de Londres a principios del siglo XIX, a ritmo de un Pierre Bastien que agradaba tanto a Jordi como Nino Rota o Pascal Comelade. Unos tubos se superponían a otros, unas caras se confundían con otras, asemejándose la escena más bien a una “máquina de fonetear” donde los límites entre lo mecánico y lo orgánico, al igual que entre títere y titiritero, eran más que difusos.

   Así, a lo largo de unos diez minutos, dependiendo de variables como la longitud, el grosor, el volumen, silencios… de tubos y tecnopoetas, los fonemas y las frases de Jordi retumbaban en el teatro del Centro Cívico Santiago Escartín Otín con más de diez tonalidades diferentes, terminando con un global “titi, ti, riti, titiritero, ero, o” que finalmente se apagó. Orgullosos de haber contado con él en nuestras filas, guerreando en escenarios que él ya había recorrido cientos de veces, de haber recibido sus saberes y, a modo de personaje de Saint Exupéry, su visión siempre romántica del mundo circundante, nos quedaremos así con el recuerdo del rey de los autómatas, un hombre reconciliador con la naturaleza del hombre.

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