Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (VII)


Por Dionisio Sánchez

     En nuestra anterior conversación con el director teatral Alfonso Azcona nos habíamos quedado esperando una próxima entrevista en la que nos explicara su contacto profesional con la mágica, insuperable y arriesgada empresa de la  lidia en el ruedo con la arriesgada casta de don Pedro María del Valle-Inclán.

     Imponderables vicisitudes han pospuesto la realización de la entrevista que, por fin editamos ahora. 

      Efectivamente, el siguiente proyecto teatral de Alfonso tuvo como autor a Valle- Inclán y arriesgó saltar al anfiteatro a lidiar con dos señeros  y notables esperpentos del autor.

-¿Por qué se dirige tu mirada de director a Valle-Inclán?

-Descubrí al autor siendo adolescente en un librito de edición primorosa y antigua en la biblioteca de mi madre, insaciable lectora, como buena sucesora de su padre, catedrático de literatura, que atrajo mi atención como un resplandor y  titulado “Sonata de otoño”- luego descubrí que estaban las Sonatas correspondientes a las otras tres estaciones, que leí golosamente.

    Desde esa “anunciación”, aunque luego lo aparcara, Valle-Inclán estuvo en letargo en  mi cerebro. Los años, las novedades, los nuevos descubrimientos de Mann, Sartre, la Beauvoir, Camus, Hamsun, Nietsche, incluso la Sagan y su “Bonjoir Tristese”, “Ulises” de Joyce – que pasó la frontera por encargo en la librería de la calle Fuenclara “Libros”-  y todo el batallón de escritores  conquistadores , nublaron aquel descubrimiento, que sin embargo yacía en mi.

-Te agradezco el preámbulo, pero vamos a tu teatro. ¿Cuándo reencontraste a Valle-Inclán?

-En el Aula Magna de la Facultad de Derecho, siendo ya director del T.E.U. se me propuso preparar unas obras para representar en el Homenaje a los Decanos de las Universidades Europeas que se habían reunido en un Congreso en Zaragoza, creo que ya te lo conté en otra entrevista, y entre las piezas que elegí estaba “Ligazón” de Valle-Inclán.

-¿Por qué razón eliges siempre del autor el género del esperpento?

-No tanto por el género, sino por las palabras, las “divinas” y mágicas palabras que regala Valle en sus escritos. La riqueza de su vocabulario se hace más patente en ellas sobre el panorama de sangre, pasiones, intrigas de la acción y el paisaje donde se desarrollan.

– ¿Qué te llevó a programar en la misma representación “La farsa de la reina castiza” y “Ligazón”

La duración. “La farsa de la reina castiza”, a pesar de sus muchos personajes y crepidante acción no era suficiente para llenar el tiempo de una sola función, y teniendo la experiencia y el apego por “Ligazón”, se me ocurrió que podía cubrir el tiempo que el público y los organizadores esperaban, y  no podía ni quería dejar escapar la ocasión que se me brindaba para montar “La farsa y licencia de la reina castiza”.

   Siempre había soñado con hacerlo, pero cuestiones económicas, actorales, de espacio teatral la hacían  imposible en cada intento.

– Pero ahora tenías el respaldo del Ayuntamiento de Benidorm ya que habías creado para la ciudad el Taller de Teatro. Te habías convertido en un poder cultural de máximo prestigio.

-Así fue. Me convirtieron en un personaje distinguido al que se concedió plena libertad dentro de la cultura teatral, que antes  no existía, considerada como un rico bien del que hacer partícipe al pueblo.

   El Ayuntamiento me conocía por mi primera incursión, a poco tiempo de mi llegada, montando la obra de Jardiel Poncela “Angelina o el honor de un brigadier”, que gustó mucho a nativos y enterados de la prensa. Y me dieron plena confianza y la subvención necesaria para moverme libremente, sin intromisiones ni censuras en ninguno de los posteriores montajes que se me ocurrieron…

– Que aprovechaste para decidirte a montar “La farsa y licencia de la reina castiza”.

-Exactamente. Necesitaba un espacio escénico que albergara los muchos personajes que tenía la obra, dónde pudieran moverse a sus anchas y sin obstáculos, libremente y apto para recibir regiamente el montaje que había ideado para ellos…

 – Ni más ni menos con  un elenco de treinta personas. Eso, sin duda, conlleva una gran complejidad a la hora de dirigir los ensayos. ¿Cómo te las componías al frente de aficionados sin ninguna experiencia teatral?

-Fue una experiencia apasionante. Ninguno había hecho teatro, pero los que se ofrecieron tenían gran afición y curiosidad para probarlo.

    Eran gente muy joven, sin apenas  formación, excepto tres chicas universitarias que habían estudiado Farmacia y Económicas, otra amiga, muy querida y conocida en el pueblo, artista nata y culta, dos profesores del Instituto, y los demás camareros y trabajadores en agencias inmobiliarias cocinas y chiringuitos habituales en los lugares turísticos; pero el resto eran abiertos, inteligentes y apasionados por aprender.

   Dirigir actores ha sido mi mayor pasión dentro del teatro, crear y educar gente que confiaban en mi y se ponían en mis manos para que hiciera de su Pigmalión.

   Cierto que en “La farsa y licencia” eran muchos, pero me aportaron la satisfacción al observar como cada día iban superándose y convirtiendo los  personajes de marionetas dibujados por Valle-Inclán en parte de ellos, en los que al autor de la obra le hubiera gustado. Fue mucho tiempo y horas empleadas, pero surgía el prodigio de aquellos inexpertos convertidos en los actores idóneos y llamativos de la obra.

-Lo que dices lo confirman los críticos: La crítica llego a decir de la representación: ” Los intérpretes de las obras dominaron los  papeles interpretativos con voces armoniosas y gesticulación corporal que, en algunos momentos, nos hacían pensar que se trataba de consumados actores profesionales…”  No puede haber mejores palabras laudatorias para un director, ¿no es así?

-Hay que considerar que era el único director en el pueblo, y no podían compararme con nadie. Pero sí  estaba satisfecho de que hubieran reconocido mi labor a través del triunfo y logro conseguido por los actores. Realmente pusieron mucho empeño hasta lograr convertirse en los personajes que pedía Valle-Inclán.

– Y el local que buscabas según la referencias que me has hecho, ¿se adaptaba a tus deseos?

-Completamente. El Ayuntamiento alquiló para el Taller de Teatro la Sala de fiestas “Benidorm Palace”, fastuoso y conocido espacio con un escenario inmenso en el que han actuado artistas de todo el mundo, que tiene en nómina técnicos y profesionales dedicados a luminotecnia, decorados y toda la maquinaria al servicio de cualquier espectáculo  de forma muy eficiente y artística.

    Se cumplían los requisitos que yo quería para dar a la obra de Valle Inclán el envoltorio exterior que pedía. Tenía que aproximarme cuanto pudiese a crear un espacio suntuoso que, sin distraer, muy al contrario, arropara la riqueza de la creación del autor.

   En el argumento, en sus frases, en las acotaciones – ¡sublimes- que nunca eliminé en representaciones de su teatro, haciendo que el público escuchase en off, una voz preparada lo que no eran diálogos, sino acotaciones descriptivas de incomparable altura poética- sin que fuese óbice ni obstáculo de interrupción de lo que sucedía en la trama en el escenario, sino un complemento divino derramado como un maná entre los espectadores.

– Creo que el vestuario tuvo cierto protagonismo en el montaje…

-Lo mismo que el decorado en “La farsa de la reina castiza”;  era una forma más de acariciar lo que Valle-Inclán nos regalaba. Para las damas elegí diseños de Herte, con miriñaques de telas llamativas sobredibujadas con agresivos y atractivamente hermosos adornos. Ya que estaban todo el tiempo en el escenario tenían que ser un complemento que diera realce a la reina castiza, Isabel II, ministros y adláteres…recalcando con sus  abanicos remolones, abiertos y cerrados o quietos los momentos incisivos o intrigantes de los diálogos.

    Apagarse la luces de la sala en forma de anfiteatro y descorrerse el telón deslumbró atrayendo a los espectadores en la magia de Don Ramón María del Valle-Inclán, desconocido para casi todos,  primero gozando de la que se presentaba a sus ojos, y en cuanto los personajes comenzaban a hablar hipnotizados por las palabras derramadas como un surtidor rico en tesoros y agradables sorpresas. Era el sortilegio del teatro hecho con amor y vocación que los atrapaba.

– También utilizaste la música. ¿Qué me dices de eso?

-En casi todos los montajes emprendidos he introducido música porque me lo pedía la acción, sin premeditación por mi parte. En “La farsa y licencia de la Reina Castiza” abro con un telón platino con Mari-Morena destacando su estilizada figura vestida en tonos malvas, morados, adornada la falda con madroños negros- un atuendo delicioso, como ella misma- que rompía la inminente  representación con una canción, en play- back de Kurt Weill&H. Eisler, titulada “Balada de la felicidad”; la Reina en su primera aparición, vestida con miriñaque hasta el tobillo con los colores de la bandera española, lo hace arropada con la música del pasodoble “De España vengo, de España soy”,  a la vez que  se abanica, diciendo, pícara, que va a encontrarse con  Mari-Morena, su azafata de confianza, y su tribu de majos y navajeros a un baile del Candil, al que no quiere llegar muy tarde…Chapí, Rota, Luna, Chamina de Strauss Grunwall son compases introducidos en los momentos que la acción de la obra lo requiere.

    Aunque al leerlo suene a fritada o paella, donde cabe todo, en la obra quedaba en su justo y preciado lugar.  

-¿Y la trama?

– Muy sencilla y actual en la que se trata de la corrupción y corruptelas. Isabel II, la reina de naturaleza abierta y noble, desde muy joven, cuando empieza a gobernar, políticos, cortesanos y cuantos la rodeaban, olfatean el filón de una mujer atractiva, cálida y buena y entre todos la atrapan para manipularla buscándole amantes para lograr sus propios intereses bien políticos, de poder o de dinero.

   En esa España Isabelina llena de desencanto, pobreza y alzamientos populares llegan a palacio de la mano de un buscavidas, aquí un Sopón o fraile, unas cartas de amor firmadas por la rúbrica de la propia reina, que la ponen en peligro a ella y a su gobierno encabezado en aquel momento por el Gran Preboste.

   El negocio se le propone al rey  Francisco de Asís, afeminado, casado con Isabel  por intereses, sin atracción mutua, acodando entre ellos dejar encaminar sus deseos y caprichos  libremente, ignorándose. También al Rey se le propone el negocio económico de las cartas de su mujer, que le parece bien y que provoca entre todos que las distintas camarillas de la Corte de los Milagros, grotesca y decadente, se enfrenten entre ellos, aceptando el chantaje propuesto, todos menos la Reina, que insiste en ignorarlo todo, y pudo ser verdad,  cerrando filas y creando un foso ante cualquier suceso que pueda sacar a la luz sus miserias.

    Comprenderás que con este evento el juego de damas frívolas y bellas, o viejas y preponderantemente altivas por los cargos que les otorgaba su rango, diera precioso material a la mente de un escritor de la altura de Valle-Inclán. Y un filón para el director ávido de satisfacer su vocación.

– En el programa de mano, citas el siguiente texto de Valle-Inclán a través de uno de sus personas: “ Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico, como la Ilíada. A falta de eso, tiene la antipatía de los códigos, desde la Constitución hasta la Gramática…” ¿Te haces partícipe de esta apreciación?  Porque precisamente su teatro rompió con todos esos moldes…

– Si. He intentado hacer de mis puestas en escena un teatro vio, ágil, huyendo de aburrir, aunque los temas fueran muy solemnes. Se a que se refiere Valle y he puesto de mi parte el empeño más profundo para que fuera sí, porque se puede escenificar un diálogo entre Rousseau y Nietsche, como lo está haciendo Flotats actualmente, y el público llena el teatro y nadie bosteza, pero desgraciadamente ahora que surgen la compañías como hongos después de la lluvia hay un desconcierto que se acerca más a la antipatía de los códigos de que habla Valle-Inclán, que de representaciones que no recuerden a la gente  los códigos y otros mamotretos, que deben sólo ocupar el lugar que les corresponde.

– Escuchando que estás satisfecho del trabajo que realizaste cada vez, creo que debemos dejar a la “Reina” y comentar algo  a cerca de la otra  obra que presentaste el mismo día. ¿Qué me cuentas de “Ligazón”?

-Tengo inclinación poderosa por esta pieza corta, concisa, hechizante. Un rito mágico, de sangre- la que mana de la herida provocada por un perro- clara referencia a Satanás “el can de la rabia” – del  hombro al Afilador, y la de la mano de la Mozuela que ella misma se abre para poder beberse la sangre el uno del otro: pacto de sangre que marca el encuentro erótico y apasionado de un afilador que “trota por los mundos” y una mozuela encargada de atender a los caminantes asomada a la puerta de un solitario ventorro.

– La puesta en  escena parece que  no tiene la dificultad de la obra que hemos tratado. Es corta y tiene sólo cuatro personajes…

-¡Y qué personajes¡  Valle-Inclán la incluye en el “Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte”,  verdadero compendio de sus esperpentos y “Ligazón” tiene la complejidad del trato de ambiente y el la creación del climax que él pone en su mimada pieza.

    Los personajes, son todos protagonistas e importantes de verdad, constituyendo el nudo de la acción la desbocada atracción carnal del Afilador y la Mozuela, avivada por las dos viejas:   La Ventera y La Raposa, madre de La Mozuela y su amiga alcahueta, como las describe el autor: “ dos sombras calamocanas con leria tartajosa, esguinces y vaivenes” que  en sus apariciones y diálogos ponen unos hitos bellos, apabullantes, de mágica a la vez que poética fuerza que se tragan a los oyentes espectadores y más aún a los lectores del texto.

– Entiendo que tuviste que trabajar a fondo con los cuatro…

-Era una labor muy gratificante, pero teníamos que estar los cuatro envueltos en la magia nocturna y hechizante del misterio de los conjuros, de la pasión y la sangre bajo el cielo cubierto de estrellas del cielo galáico.

    Algo misterioso nos envolvía a todos que era gratificante cuando te mimetizabas con la obra que Valle-Inclán nos regalaba. No creo exagerar si afirmo que para mí “Ligazón” es una de las obras más sugerentes y perfectas que definen la garra y el ingenio, el alma del autor. Y yo quedaba inmerso también dentro del maléfico y seductor remolino de las palabras desgranadas a lo largo de la obra.

   Y no voy a alargarme en la entrevista en el deslumbramiento devorador y posesivo de las gloriosas acotaciones de la obra, que evidentemente, y como siempre, pero más en esta, yo no hurtaba al público ofreciéndoselas a través de una atractiva voz invisible que narraba lo que no podía ofrecer un escenario.

– Un triunfo que hay que añadir a tu historial teatral…

-No sé si un triunfo material y exterior, pero aseguro que es la labor por la que me he sentido más lleno y satisfecho. “Ligazón”  es el valleinclanesco esperpento en forma descarnada y desafiante.

   Con solo cuatro personajes, un viejo ventorro y un pelele “bulto jaque de    manta y retaco”, construye la esencia y el significado del esperpento. En esta pieza corta y apabullante mete los pecados capitales, habla del sexo, de la usura y el poder envuelto en un lenguaje como nadie ha compuesto otro igual, ni parecido.

   Con esto creo que respondo al tema que parecía importarte más de entrevista: el porqué elejía siempre el esperpento como genero favorito en el teatro de Valle-Inclán. Si quieres saber más, conjúrame un día y nos extenderos sobre el tema.

    Al fin, una forma de don Ramón María del Valle-Inclán para expresar su ideas del mundo y la sociedad en que le toco vivir en clave de esperpento deformada y grotesca y la consiguiente degradación de los de los valore consagrados a una situación ridícula.

-¡Amén!

    Alfonso Azcona nos ha desgranado estos  recuerdos en su casa de la calle Almagro de nuestra ciudad. Una paloma está empeñada en anidar en un incipiente ailanto que crece desaforado en su patio de luces pero es casi seguro que desaparecerá su nido cuando, en nuestra próxima entrevista, nos acerquemos a la palabra de Alberti. Hasta entonces…

Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (VI)
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