Tikehau, la isla auténtica

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Por  Marta Notivol

    De vuelta a Polinesia voy a presenta os una de las islas del archipiélago de las Tuamutu. Este es el archipiélago más antiguo de la polinesia y por ello las islas ya hundidas dejan un pequeño rastro de su existencia con el arrecife, cúmulos de arena y algo de territorio que emerge del agua tímidamente y donde las palmeras se desarrollan ampliamente.
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Marta Notivol

Corresponsal del Pollo Urbano en la Polinesia Francesa
Fotografías: Philippe Fleury y Marta Notivol

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Un sentimiento algo nostálgico desde que volví, pues será esta mi despedida, nunca se sabe si definitiva o no, de la Polinesia Francesa. Cada paisaje, cada encuentro, se me hace más valioso. Sé que hay muchos sitios por recorrer en el mundo, pero tengo la sensación de que será difícil encontrar lugares que te aporten una sensación de libertad y placer, como la he sentido aquí.

Este atolón tiene un diámetro de 30 km y poca tierra habitable. Se suceden motus y arrecifes intentando completar el anillo. A diferencia de Rangiroa y Fakaraba, sólo tiene un paso, El paso de Tuheiava, y esto hace que la corriente sea siempre saliente.  Este es un hecho importante para bucear y además, se da el caso de que su laguna tiene bastante oleaje. Cuando salimos al océano está más tranquilo, pues le protegen los islotes de la corriente habitualmente de este a oeste.

Esta vez, el renombre de “auténtica” lo he añadido yo. Este viaje me ha hecho apreciar lo que significa una vida en un lugar alejado en donde no puedes adquirir lo que quieres cuando quieres. Es una de las islas del archipiélago con aeropuerto y por lo tanto “bien comunicada”. Por supuesto hay muchas cuyo acceso es únicamente por mar y otras que ni siquiera están habitadas, así que serán mucho más auténticas que esta. Sin embargo dentro del círculo de las islas turísticas, no te sientes turista en ella.

Un día a la semana llega el barco de Tahiti. Durante una seis a ocho horas carga y descarga productos. No hay horarios. Los lugareños van llegando con sus coches y esperan pacientemente a cargar su copra o a descargar su contenedor- nevera, o sus encargos de alimentos frescos, congelados o en conserva para la semana. Adquieren también los bidones de gasoil o gasolina necesarios y cualquier tipo de compras hechas previamente por internet o por teléfono.  Cualquier detalle requiere tiempo.

También se necesita tiempo para resolver conflictos si los hubiera. A pesar de tener cerca Rangiroa, donde sí que hay Gendarmería, reciben la visita de los gendarmes una vez al mes. De esta forma si la solución requiere premura es mejor coger el avión e ir a Tahiti, a apenas hora y media de viaje.  Esta situación hace que en muchas islas se conserven “los Consejos”: grupo de personas juiciosas que pueden emitir soluciones y opiniones sobre los conflictos y que son respetados.

Instalados en Tuherahera, al sur de la isla, pudimos apreciar maravillosas puestas de sol desde el bungaló, con arena blanca y fina a nuestros pies. Esta es la única zona realmente habitada de la isla, con un pequeño comercio, escuela, dispensario médico,  aeropuerto y eso si un puerto, pues de él depende todo. Los 400 habitantes se dispersan entre este pequeño motu (islote) de 4 km y medio de largo y el resto de los motus dispersados por la isla.

Como en todos los atolones del archipiélago, la pesca y el copra (pulpa de coco) son los medios de vida de la población junto con unos pocos que se dedican al turismo con un hotel y varias pensiones sencillas pero muy agradables y sobre todo con unos enclaves magníficos.

Nosotros como siempre tenemos un objetivo en nuestros viajes determinado: bucear en estos insólitos lugares donde la naturaleza conserva especies conservadas gracias a la poca incidencia de la vida humana y numerosos individuos marinos poco frecuentes en otros lugares, gracias así mismo, a que la escala alimenticia conserva cierto equilibrio todavía. En el centro de buceo de Jaime y Françoise pudimos disfrutar de fantásticas inmersiones. En ellas, como en casi todas las inmersiones de estas islas pudimos observar de cerca napoleones, tiburones grises y tapetes, peces cofre, ballestas, lenguados moteados, peces piedra, grandes bancos de carángidos plateados, peces mariposa y ángel, como se puede ver en las fotografías.

 

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Es así como visitamos la antigua “granja perlera” donde acuden mantas raya por tratarse de una “estación de limpieza” para ellas. Dóciles, tranquilas e imponentes se pasean entre nosotros mientras los peces lábridos limpiadores hacen el aseo en sus bocas y branquias y establecen así esa relación de intereses tan eficaz.

Una vez más, nos despedimos de este atolón, satisfechos de encontrar rincones en el mundo y satisfechos también de compartirlos con vosotros. Al volver, sobrevolamos la isla con forma de corazón como si en el océano también se puede encontrar de forma natural un “I love Tikehau”.

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