Dionisio Sánchez / Luis Alegre


Por Luis Alegre

    Una mañana de las Navidades de 1983 acudí con Eloy Fernández Clemente al Hospital Miguel Servet, a ver al sabio y ensayista cinematográfico Manolo Rotellar.

   Estaba en la cama, con un libro de historia del teatro entre las manos. “Me lo ha regalado Dionisio. Se acaba de marchar”, nos dijo Manolo. Fue la primera vez que estuve a punto de conocer a Dionisio Sánchez, figura de culto, ya entonces, a sus 32 años, de la contracultura zaragozana. Él había sido el padre de dos aventuras muy locas y trasgresoras en la Zaragoza de la Transición: la revista El pollo urbano y el grupo teatral El Grifo. Entre sus cómplices se contaba gente tan apreciada por mí como Túa Blesa, Ignacio Mayayo, Paco Simón, Félix Zapatero, Chema Mazo, Ana Marquesán, Curro Fatás o Agustín Sánchez Vidal.

   Nos comenzamos a tratar hacia 1988, alrededor de Plácido Serrano, cuando colaborábamos con él en Radio Zaragoza. Plácido y Dionisio impulsaron, con Curro Fatás, la Peña Caracolera, que cada viernes nos reunía en los garitos de la Plaza Santa Cruz para cenar, cantar y reírnos. Dionisio y Curro formaban una pareja atómica. No hacían más que parir ideas, a cual más ingeniosa e improbable. Pero algunas se concretaron, como “Canciones de ayer y de siempre” y “Los jueves, bolero”, dos espectáculos en los que la orquesta de Esteban Zapata acompañaba a artistas de la talla de José Antonio Labordeta, Luis García Nieto, Pepe Atarés o Carmen París, con la que, años antes de su explosión, tuve el honor de compartir escenario en el Teatro del Mercado.

   En las madrugadas, la gracia surrealista y feroz de Dionisio tocaba techo. Su afán por desnudar las vergüenzas de la sociedad aragonesa nos hacía pasar unos ratos estupendos. El pollo urbano era un reflejo preciso de ese espíritu. Durante unos años la revista se publicó en este periódico y ahora se ha editado en facsímil un volumen diseñado por Paco Simón que reúne esas páginas: “Plumas de pollo en el Heraldo de Aragón. Crónica satírica de un sexenio prodigioso (1988-1995)”. Leerlo es una divertida manera de regresar a una época muy convulsa de la política aragonesa.

   Ha pasado ya mucho tiempo de todo, pero Dionisio sigue ahí, como un verso suelto. El descaro mental, la risa rebelde y la mirada traviesa, no han sufrido ni un rasguño. Entre sus ritos se encuentra visitar cada mañana a Carlos Calvo, el subdirector de El pollo urbano digital. Carlos, escritor, erudito y cinéfilo de la mejor especie, regenta en la calle Mayor “Quiteria Martín”, uno de los kioscos de mayor solera de España. Allí Dionisio me deja por Navidad un bote con los garbanzos que él mismo prepara. Apenas nos vemos, pero aquellas noches de bohemia y de ilusión que nos unieron, ya no nos las quita nadie.

Publicado en Heraldo de Aragón (17 junio 2018)

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