Carta al futuro (a los alumnos que fueron y serán…) / Pilar Gutiérrez

Por Pilar Gutiérrez

    Me gustan las voces dulces y duras a un tiempo, femeninas, que el aire al pasar por las cuerdas vocales las haga vibrar y reflejen la emoción y la fuerza de un corazón que late y latirá fuerte hasta que deje de hacerlo.

    Aquellos que trabajamos con la voz, ponemos en ella el alma de cada palabra pronunciada, de cada pausa sostenida, de cada suspiro tras el énfasis. Trabajar con la voz te da alas para desenterrar mensajes, para traer al presente sueños e utopías, miedos y esperanzas, errores del pensamiento también.  La palabra escrita no siempre lo fue por aquél que habría sabido lanzarla a los vientos para ser entendida y sentida. Las palabras están por todas partes, sobrevuelan paisajes, ponen color a una emoción, clavan sus garras sobre la mirada atenta, besan en las pupilas, levantan flequillos suavemente, como el viento cálido de una tarde de verano, …. Las palabras son tan potentes, tan raudas, tan melosas, tan frías,  tan cálidas, tan de fuego, tan de carne, que sólo una voz amaestrada puede pronunciarlas de modo que a todos les llegue su fuerza.

    Me hubiera gustado trabajar en la radio, en un programa nocturno, de esos que sólo los insomnes escuchan. Me habría gustado tanto hablar en la noche atenta a los solitarios, a los mercaderes de sueños, a las mentes que saben escuchar, que quieren escuchar el latido de un alma viva,…. Lejos de aquél sueño que casi se hizo realidad, me dediqué a enseñar lo poco que sé de Filosofía, lo mucho que sé de querer saber. Sin más música de fondo que los ruidos de sillas y cremalleras y también de voces que hablaban a mi compás, sin la tenue luz de un estudio de radio en la noche, sin los cascos que me permitirían centrarme en cada sílaba pronunciada, en cada acento cortante, sin poder escuchar claramente el timbre de mi voz, sin el aislamiento necesario para enlazar unas palabras con otras a fin de transmitir el mensaje con toda su fuerza, con toda la energía que el autor de las mismas puso cuando quiso rebelarse contra el mundo escribiendo un tratado o un ensayo…. Así es como enseño Filosofía. Es al menos lo que intento cada día que voy al Instituto. Y cada vez que salgo camino de mi casa, voy repasando cuántas palabras no han sido pronunciadas como debían, cuántos mensajes se han perdido por el camino. Siempre pienso que los muros las retienen, que las guardan celosas aún sabiendo que nadie vendrá nunca a reclamarlas. Las personas vamos y venimos, llegamos y nos vamos pero no ocurre lo mismo con las palabras, ellas llegan para quedarse, se instalan en las brumas y solanas y susurran eternamente configurando así un universo nuevo, el suyo, el más asombroso universo.

   Si hubiera podido cantar como lo hacen los buenos, quizás mi repertorio no sería muy extenso, pero comprendería todas las canciones que mi voz supiera expresar con belleza y sin mermar ni un poquito su fuerza y determinación.

    Si hubiera sido actriz, mi voz se habría apoyado en mis gestos, en mis manos, en mi espalda, en mi mirada, en el movimiento de mis cejas y mis hombros,…. Y así, siempre fingiendo que soy yo la autora de esos pensamientos expresados, cómo no, en palabras, iría pronunciándolas con la pasión necesaria, algunas con rabia, otras con locura de amor, otras con indiferencia o desencanto y mis pasos sobre el escenario serían tan sonoros como mi voz, como mi silencio.

   ¿Y qué ocurre cuando las palabras que pronuncias no son prestadas?

   Cuando son tus propios pensamientos los que la voz pronuncia, sientes que se hace un vacío a su alrededor, un vacío silencioso que les da calor, sientes el vértigo de la creación hecha pública, los pulmones se amplían como nunca antes lo habían hecho, la luz de tus ojos ilumina el espacio, el oído capta cada paso de un cometa a millones de años luz.

    Las palabras estaban ahí, pero las has hecho tuyas y lo último que quisieras sería perder la voz. No bastaría con escribirlas, ni publicarlas, ni que las pronunciase otro en tu nombre. Son tuyas, y la palabra crece cuando se hace sonido. Tú eres el sonido, tú eres la voz de unas palabras que tocan almas, que acarician cabellos, que besan y muerden. Ser dueña de palabras no es una profesión, ni un trabajo, es Vivir.

   Los sueños son posibles, hay que soñar y seguir soñando. La ilusión es el secreto de una vida feliz. Tras la ilusión, está la fuerza, la alegría, el afán por convivir, por comprender al otro,… porque la ilusión es la sangre que bombea ese corazón que siempre late con fuerza, ese que se parará cuando la ilusión se esfume.

   Siempre adelante, vivir a tu manera, como la voz de Sinatra me transmite, con errores y llantos a partes iguales con los triunfos y el brillo de una ilusión en la que pocos creen pero tú sí crees en ella.

   No miréis atrás, como el título de la canción de Boston. Lo vivido es lo que te permite estar donde estás y tu camino llega muy lejos, tanto, que ni siquiera se ve el final ni de qué color está vestido.

   Preguntaos ¿quién soy yo?, es preciso que lo hagáis. Así podréis preguntar, ¿Quién eres tú?, otra canción preciosa, esta vez de The Who. Soy un proyecto ilusionado e ilusionante. Y tú, no lo sé, por eso deseo conocerte, deseo saber, a través de ti, cómo se ve el mundo. Quiero Imaginar el mundo contigo, como cantó John Lennon, porque será paz y armonía, será justo y libre, será posible convivir. Porque tú eres lo primero, eres lo último, eres mi todo, otra canción interpretada por Barry White con esa voz que parece terciopelo ajado y sólo con pensar que te lo dice a ti, te parece que el mundo es mucho más ancho, más grande y sin fronteras, sin barreras. Sois para mí lo primero, lo último, mi todo.

   Siempre jóvenes, siempre en la memoria, un día en tu vida, en vuestra vida ha sido lo más bonito para una buscadora de palabras que las quiere para compartir.

   La primera vez que os ví, a todos y cada uno, ví una nueva oportunidad de seguir en el difícil camino de intentar una y otra vez amar. Amar es vivir, vivir es filosofar. Sólo permaneces por amor, amor al otro, al que quizás se quede a tu lado buscando ….. buscando más palabras para amar a este extraño ser que cuando es vil nada en la Naturaleza le iguala.

   “Yo soy tu hombre” me decía Leonard Cohen, pero hace poco se me fue al universo de las palabras. El era mi hombre y yo quiero ser para vosotros algo parecido a lo que yo siento cuando aún se lo oigo decir. Ya sé que soy ambiciosa, pero los sueños se persiguen, se insiste y sin desfallecer, porque el haber sido alguien en vuestra vida es uno de los sueños más bonitos que puedo tener.

   Matadme suavemente, tenéis que hacerlo, volad lejos, volad alto, no os detengáis, siempre en pos de un sueño que por grande que sea se ha de perseguir con humildad, con esfuerzo, sacrificando alguna cosa quizás. Y que yo me quede en el pasado, en un pasado donde la sonrisa y el cariño sea lo único que os quede.

   Yo seguiré mi búsqueda, seguiré mis sueños, tropezando y levantándome de nuevo pero con una palabra nueva y la ilusión intacta por continuar.

   Os quiero, chicos!!!

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