Pollerías (noviembre 2022)


Por Martín Ballonga

     ¡Un éxito sin igual del Pollo Urbano! Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores

 

    Al periodista y escritor Juan Bolea no le ha gustado nada la película ‘Pacifiction’, a la que califica de “catatónica e irritante”. Y de su director, el gran Albert Serra, afirma que es “un caos con la cámara en mano”. Para rematar: “Un montículo de rarezas y caprichos condicionan a un carácter puramente experimental una película que apenas concede asidero”. Ya lo dijo Calomarde, la cosa está que arde.

 

   Acaso por eso se estrena Bolea en la dirección cinematográfica con el cortometraje ‘Pálido monstruo’, que se enmarca en el cine negro, muy en la senda que le caracteriza en su obra literaria. De hecho, se trata de la adaptación de su novela homónima publicada en 2002, donde se plantea la solución de un misterioso crimen que implica a abogados y al mundo de la política. Un trabajo que interpretan Sara de Leonardis, Alberto Santos, Luis Trébol y el propio Bolea, tan predecible como el tiempo que hizo ayer. Y más simple que el asa de un cubo.

 

   A los polleros, por el contrario, ‘Pacifiction’ nos parece un filme que cautiva y fascina por su peculiar atmósfera decadente, plácida y perturbadora al mismo tiempo. Y en la parte final adquiere un matiz fantasmagórico, onírico, casi lynchiano, empujando el relato hacia un desenlace que remata una arenga para ponernos los pelos de punta. Y de refinada elaboración, en un esplendor plástico que matiza la sobria fotografía de Artur Tort.

 
    La que ni cautiva ni fascina es la última novela de nuestro ínclito Juan Bolea, otra aventura de su personaje Florián Falomir. A modo de consejo, si sigue escribiendo novelas negras y de acción tan mediocres, este género seguirá considerándose menor. Incluso nulo. Porque todo es fofo y con la misma largura dramática que el rabillo de una boina.

    Los polleros preferimos ‘La flor venenosa’, la quinta novela negra y policiaca de David Izquierdo, que ambienta en la localidad turolense de Ojos Negros y en la ciudad de Zaragoza, y cuyo título está sacado de una de las estrofas de Héroes del Silencio, a su vez copiada de un excelente poema del siglo diecinueve. Aunque de estructura y concepción sumamente convencionales, se agradece la ambigüedad de sus personajes y el guiño al cubano Leonardo Padura.

  En cualquier caso, los polleros, siempre atentos a las cloacas del poder, preferimos al irlandés John Connolly, que ha ido introduciendo en sus novelas un factor sobrenatural. O a Francisco García Pavón, con su detective Plinio, de Tomelloso, que fue un pionero en introducir el género negro en un ambiente rural.

  También nos gusta Juan Madrid y su personaje Toni Romano, que es más tipo Harry el Sucio. O Pepe Carvalho, protagonista de una serie de novelas y relatos de ficción escritos por el gran Manuel Vázquez Montalbán, continuada a la muerte de este por Carlos Zanón. Ya lo dijo Salomón, no usurpes la tradición.

  Hay que espabilar, Bolea. Y, si no, copia de las novelas de Andrea Camilleri y su comisario Montalbano, de la que se hace una atractiva serie televisiva protagonizada por Luca Zingaretti, quien igualmente se hace cargo de la dirección de los tres últimos episodios tras el fallecimiento del realizador de la ficción desde sus comienzos, Alberto Sironi.

  Para finalizar, recuerden esta cita de Emil Cioran: “Mi misión es matar el tiempo, la suya matarme a mí. Se está muy a gusto entre asesinos”. Eso, o la difícil evolución de un poder político omnímodo y que sigue controlando al máximo los movimientos sociales. Que de esto sabe mucho ese personaje catatónico e irritante llamado Florián Falomir. Ya lo dijo la puta Melimea, no se fíen de un tal Bolea.

  O de un tal González, que de eso sabe mucho Sergio del Molino. Otro que tal, Pascual. Porque, como dijo Donato, tenemos Sergio para rato.

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