Pollerías (mayo)


Por Martín Ballonga

  ¡Un éxito sin igual del Pollo Urbano!. Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores ¡No te las pierdas!

 
Enhorabuena a la escritora y filóloga zaragozana Irene Vallejo, último premio nacional de ensayo por su libro ‘El infinito en un junco’, con casi trescientos mil ejemplares vendidos, protagonista del pregón de Sant Jordi por invitación del ayuntamiento de Barcelona, en el que reivindicó el placer de la lectura.

  Y, entre otras cosas, la autora del ‘junco’ dijo que “una vida de lector medio solo alcanza para leer la producción editorial mundial de un solo día”, y eso le lleva al disfrute de los libros, pero sin idealizarlos: “Hitler era lector y Mao Zedong fue hasta librero. Leer no te hace necesariamente mejor persona, solo ayuda”.

  La pandemia se ha llevado al economista y amante de los libros antiguos Esteve Renom, miembro igualmente de la Academia Católica de Sabadell. El Padre Melero, de luto, ha dicho: “Perdemos a un cristiano convencido, como yo, a un ciudadano con gran sentido para el compromiso cívico, igual que yo, y a un tipo de elevada responsabilidad social, también como yo”. Le echará de menos, se supone.

  No es bueno echar el ancla donde se ha sido feliz. El aforismo de Avelino Hernández Lucas sintetiza la filosofía de vida de un escritor pionero en eso que ahora se conoce como la España vacía, vaciada, rural, abandonada o despoblada, que de todo hay en la nomenclatura burocrática de nuestros días, se ponga como se ponga el ínclito Sergio del Molino, el de la prosa confeti.

  La editorial leonesa Rimpego rescata ahora la figura de Hernández Lucas en ‘Desde Soria al mar’, una completa biografía pergeñada, a las faldas del Moncayo, por la viuda del escritor, Teresa Ordinas, y salpicada por textos de amigos y autores que siguieron sus pasos. Entre ellos, el novelista Julio Llamazares, que le considera un “clásico” de la literatura castellana.

  ‘Armugán’ es un largometraje experimental en blanco y negro rodado íntegramente en Aragón por el cineasta barcelonés Jo Sol. La trama transcurre en un remoto valle pirenaico donde vive el protagonista, un hombre que ayuda a morir, un ser temido y aislado del mundo, una suerte de ángel del abismo al que nadie desea encomendarse. ¿Habrán leído los responsables de esta película ‘Paraíso Alto’, la magnífica novela del zaragozano Julio José Ordovás?

  Como muchos otros, el fuendetodino Indalecio Alquézar se llevó un cabreo de la hostia al ver el reportaje documental ‘Desmontando a Goya’. No llega a entender que “personas tan cualificadas y serias como Gonzalo Borrás y Domingo Buesa” se prestaran, con sus bustos parlantes, a tal menester. Bromas con mi mujer… ¡no!

  Recomendamos el libro escrito a cuatro manos por Ana Asión y Antonio Tausiet ‘Fermín Galán, la película de la sublevación de Jaca’, que aborda a ese capitán fusilado en los estertores del régimen monárquico y el largometraje realizado en 1931 por Fernando Roldán, del que, a fecha de hoy, no se conocen copias. Un gran trabajo (el libro, que la película, a ver si aparece, huele a bodrio).

  Mientras tanto, la “experta” en cine aragonés Vicky Calavia, siempre reacia a reconocer los méritos ajenos –y los errores propios-, está preparando un libro, con su respectivo audiovisual, sobre los sombreros que llevaban las mujeres en la dictadura franquista, sobre todo los modelitos de la inmediata posguerra. La memoria histórica (e histérica) sombrerera.

  El Roto.

El empleado: “¿Cuándo va a pagarme los tres meses que aún me debe?”. El empresario: “¡Ya estamos con la memoria histórica!”.

  Marianico el Corto.

-¿Tiene zapatos del 36?

-No, de la guerra ya no nos queda.

  Hay gente que busca autoridad y acaba teniendo solo poder. Que querría influir en los demás sin tener que obligarlos por la fuerza, moverles los cordones de la voluntad a base de inspirar admiración y respeto, pero acaba necesitando una condecoración que indique su grado militar y coloque al otro un palmo por debajo. Hay gente que querría ser el flautista de Hamelín, encandilar a la audiencia con su melodía para llevársela por donde quiere, pero acaba necesitando un silbato que subraye lo que acaba de hacer o decir. Estamos rodeados de mediocres, de cretinos, de infortunio. El talento es un milagro. Y la inteligencia, una casualidad.

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