Aquí viene Simón, con su extraño andar…


Por Don Quiterio

A veces, los dioses dejan que llueva sobre desiertos donde no hay nadie. Algo así entendía, entusiasmado, Federico García Lorca, en la residencia de estudiantes de Madrid, cuando preparaba, junto a Buñuel, un proyecto sobre, esto es, dioses, lluvias y desiertos, que el calandino, en 1965, retomaría en la figura de Simeón, el estilita.

La idea era la renuncia o no renuncia a la parte de nosotros que nos eleva y nos salva, aunque sea en una columna en pleno desierto, que nos da sentido (o no) por encima de las circunstancias. Se trata, en el fondo, de encontrar consuelo en la oración, un encuentro para la exigencia, el rigor, la dificultad.


Para el estilita, cualquier otro deber parece optativo, insignificante. El problema de vivir sin absolutos no es la falta de respeto a los absolutos, sino que tampoco se respetan los mandatos menores y la vida se nos pudre en los detalles. Falta que la gente vuelva a tener miedo. No un miedo paralizante, sino este temor espiritual, fértil, que nos aleja del mal y nos inspira retos creativos, reconfortantes. Y Buñuel crea y se reconforta en ‘Simón del desierto’ (1965), su primer enfrentamiento con un tema completamente religioso, la vida y las tentaciones de un individuo que permaneció subido en una columna durante cuarenta años, una apasionante comedia sarcástica inconclusa, malograda por las discrepancias surgidas con el productor Gustavo Alatriste, pero realizada como parábola indirecta y seria del hombre incompleto, en la renuncia a los dones que nos hacen maravillosos o lascivos y nos permiten sobreponernos a la imperfección, la calamidad, la lágrima.


Con todo y con eso, la asamblea de cineastas aragoneses ha organizado los premios “simón”, en su segunda edición (y el sugerente cartel de Marisa Fleta), con lo que pretende promocionar el panorama cinematográfico aragonés, El nombre de los premios hace alusión a ese trozo de mitología católica transformada por el surrealismo de Buñuel, y, claro está, el trofeo, obra del artista Emilio Gazo, adquiere la forma de uno de los iconos del filme, la columna rematada con una silueta humana. La columna es, para Buñuel, un signo de los símbolos decorativos que la iglesia se ha procurado. Y Simón es una figura venerable de cabellos largos, barba cerrada, vestidura larga, que está sentada sobre una columna gigante, como la custodia en un auto en ‘La edad de oro’. O como el protagonista de ‘Subida al cielo’, que había visto a su madre sobre una columna.


La primera “columna” entregada en la gala celebrada en el teatro Principal fue a parar a manos de Rubén Pérez Barrena, premio al mejor cortometraje por ‘Walkie talkie’, un thriller monegrino sobre un hombre que despierta, aturdido, en un lugar desértico, con un coche estropeado y una chica muerta, cuando un walkie talkie suena y se oye la llamada de auxilio de una mujer. Borja Echeverría obtuvo otra “columna” al mejor largometraje por ‘¡Qué pelo más guay!’, una comedia de acción, misterio y ficción científica en la que los protagonistas (Santiago Molero y Rulo Pardo) son dos gángsters de medio pelo que quedan con un comprador en una peluquería abandonada para vender una maleta cargada de droga y, mientras esperan, empiezan a ocurrir fenómenos inexplicables. La mejor interpretación fue a parar al actor turolense Nacho Rubio por el corto de Jorge Blas ‘El vagabundo’, un drama mezclado con la fantasía en una historia de realismo mágico, donde da vida a un menesteroso, a través de tres momentos distintos de su vida, que pierde a su pareja. Germán Roda obtuvo el premio al mejor guion por su corto ‘Mi papá es director de cine’, una entrañable historia interpretada por su hija de cuatro años Alba. El corto de Elia Ballesteros y Kate Campbell ‘Ahora, no’, que transcurre en la Zaragoza de 1977 cuando una invitada al cumpleaños de un coronel rescata del olvido un secreto que ha permanecido demasiado tiempo escondido, obtuvo el galardón al mejor vestuario (Arantxa Ezquerro). Finalmente, el mejor videoclip fue a manos de José Ángel Delgado -presidente de la asamblea de los cineastas aragoneses que también participaba con el corto no premiado ‘Contigo’, sobre momentos cotidianos y vidas vinculadas- por ‘Party mex’ para el grupo musical ‘Niños del Brasil’.


El resto de los finalistas se quedaron, como no podía ser de otra manera, con un palmo de narices: Gaizka Urresti y su documental ‘La vida inesperada’, sobre el día a día de un grupo de personas con discapacidad intelectual; Ángel Orós y su mediometraje ‘Balada del norte’, continuación de ‘Lo saben los bosques’ y un homenaje a los republicanos que lucharon en la segunda guerra mundial, junto a los franceses; Miguel Ángel Sabadell y su mediometraje documental ‘¿Estás ahí? El espiritismo ante la ciencia’, sobre la disciplina de la pseudociencia y los fenómenos paranormales; Jesús Zatón y su mediometraje ‘Detrás del tiempo’, basado en su propia novela, un drama sentimental con desenlace trágico sobre las vidas de tres mujeres que se han visto entrelazadas con las de un escritor frustrado; Pilar Palomero y su cortometraje ‘Chan chan’, la historia de dos ancianos, apasionados del baile, que esperan el último aliento de sus vidas; Ignacio Estaregui y su cortometraje ‘Reveal’, un homenaje abierto y explícito a los cineastas Michelangelo Antonioni, Francis Ford Coppola y Brian de Palma; y, finalmente, los vídeos musicales de realizadores como Pablo Gracia, Iván Castell, Héctor Pisa, Ignacio Bernal, David de Juan, David Fernández Vidal, Ricardo Bullón, Pablo Aragües, Álex Rodrigo, Luis Miguel Córdova o Santiago Gracia.


La ceremonia, celebrada en el teatro Principal, fue fluida, los premiados no se alargaron en exceso mentando a sus familiares y los asistentes se lo pasaron bien con las bromas, los números musicales y los vídeos promocionales. Una gala en la que estuvo presente el espíritu del recientemente fallecido Juan José Bigas Luna, con diez bailarines del Plata. Una gala en la que se rindió un homenaje a esa treintena de festivales repartidos por la comunidad. Una gala en la que José Ángel Delgado, presidente de la asociación, se medio disculpó por presentar dos trabajos suyos y encima llevarse un premio. Una gala en la que la escuela ‘Cómico suicida’ parodió al Javier Bardem de ‘Mar adentro’. Una gala en la que el presentador, el turolense David Sancho –quien tomó el relevo de Myrian Domínguez, maestra de ceremonias de la primera edición-, utilizó una canción de Marisol para promocionar el espectáculo. Una gala amenizada por la orquesta formada por Emilio Larruga al piano y Guillermo Lacámara y Virgilio Pardo al saxo. Una gala en la que la cantante María Confussion adelantó un fragmento de su nuevo espectáculo en torno a la escritora Virginia Wolf. Una gala en la que no podía faltar el flamenco del grupo del gran Alejandro Montserrat, acompañado por Nacho Estévez (guitarra), Noelia Gimeno (violín) y la bailaora Carlota Bernedí –magistral farruca-, así como el pianista Enrique Amador, ‘Musi’.

No fue el único guiño al sur. Los actores Jaime García Machín y María José Moreno, sobre una música flamenca de fondo, acoplaron sus voces rescatando voces de Federico García Lorca. Una ceremonia, en fin, amena y emotiva, con aires de cabaret y ecos del cine clásico, bien resuelta y desarrollada tras llevarse a cabo un “photocall” en la alfombra roja. El público quedó satisfecho y pareció feliz. Pero la felicidad está en lo que no se desea, en la capacidad de prescindir de esos sueños destructores que nos persiguen. Hay que tener mucho cuidado con lo que se sueña. No solo porque los sueños, cuando se desean con verdadera intensidad, acaban cumpliéndose, sino porque la mayoría de ellos suelen tener consecuencias devastadoras para el soñador. De esto sabe el cineasta Saura (y Buñuel), cuando pone en boca del protagonista de ‘Pajarico’ aquella popular frase: “¡Qué bien se está, cuando se está bien!”…

Y fue precisamente Carlos Saura el protagonista de estos premios, al recibir la estilita “columna” de honor por toda su trayectoria vertical. El autor de ‘Cría cuervos’ reivindicó su Huesca natal como “el centro del universo y no un barrio de Zaragoza como tuve ocasión de escuchar en un evento reciente. Aunque no presumo demasiado de aragonés (ni de murciano), estoy muy agradecido a esta tierra”. El oscense, al mismo tiempo, nos introdujo en su universo al hablarnos de que “el cine, si no es una aventura, no es nada y es mejor no hacerlo. La realidad está bien pero hay que ir más lejos porque el cine costumbrista está al borde del agotamiento. Como decía Buñuel, hay que inventar cosas nuevas, utilizar la imaginación”.

Buñuel, fin y principio. O principio y fin.

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