Por Marshall
Casi llegando al final de mi recorrido con un tiempo estupendo salí hacia la brillante Dubrovnik, antigua ciudad-estado de Ragusa. Ciudad-decorado sobre la que tengo mis reservas que expondré en otra entrada.
sábado, 23 de abril de 2016
La etapa, en un primer momento, fue un rápido paso de la frontera bosnia para llegar a Croacia en una carretera que fue aumentando en tránsito. La prudencia es fundamental en esta parte del recorrido. La que, por desgracia, no tienen muchos conductores en una carretera especialmente sinuosa.
La costa siguió siendo accidentada y de aguas cristalinas. Aumentaron los resorts de lujo, más cuando se aproximaba la ruta a Dubrovnik.Tomarse un simple café puede ser prohibitivo, pero no dejan de aparecer pueblos donde viven croatas de verdad, no sólo orondos turistas alemanes o nórdicos.
La actividad pesquera sigue estando presente en bastantes localidades y eso garantiza un suministro más que aceptable de buen pescado fresco.
Las vistas a pequeñas islas como Lopud o Sipan son realmente imponentes y siguen apareciendo, aquí y allá, restos históricos, bastiones defensivos y huellas de lo que fue la gran prosperidad de la zona en siglos pasados. La actividad corsaria y las ciudades-estado tuvieron sus luces y sus sombras, pero generaron una costa llena de lugares interesantes.
El calor se hizo fuerte durante el día y provocó una pequeña tormenta que me pilló a cubierto, por fortuna.
Antes de entrar a Dubrovnik el puente sobre la bahía es un punto impresionante para tener una gran panorámica. En una costa tan irregular y quebrada, que se da un aire a los fiordos noruegos, se ha optado por esta solución de ingeniería civil para ahorrar kms.
La llegada a Dubrovnik, sin tener reserva de habitación, fue complicada y finalmente terminé dando muchas vueltas, pero durmiendo con unas estupendas vistas sobre la ciudad. Eso sí, en un pequeño pinar al que se accede siguiendo la calle Frana Supila. Se puede preguntar por la ermita de Sveti Orsula (Santa Úrsula) en el parque del mismo nombre.
Una noche preciosa y llena de estrellas. Merecido descanso, pues al día siguiente tendría que cambiar la bici por el pateo constante entre hordas de turistas.