Humahuaca, la reina de Jujuy


Por Jorge Carlos Álvarez

  Tercera y última entrega de un lugar tan hermoso como lejano de Zaragoza. Hoy le toca el turno a la ciudad de Humahuaca, la cabecera de la Quebrada (zona montañosa) del mismo nombre y que se encuentra como Tilcara y Purmamarca, que vieron en entregas anteriores en la provincia de Jujuy en la región Norte de la Argentina.     Es la reina indiscutida de los centros turísticos de la zona y se encuentra a un poco más de 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar. El paisaje hasta llegar a ella conmueve al visitante.

   Pero hay que tener en cuenta algunos detalles que nos pueden jugar una mala pasada en nuestra salud: el turista puede experimentar cefalea por efecto de la altura al igual que quienes padecen alguna patología por más leve que sea en el sistema respiratorio pueden sufrir fatiga o falta de aire al caminar. Pero no hay casi nada que un Paracetamol no pueda resolver o un té de hojas de coca.

   Y entonces tras estar sentado en la plaza principal, descansando hasta adaptarse se puede ir viendo el panorama. El verde de los árboles, un ambiente calmo, el cielo más celeste que uno pueda imaginar, gente amable y educada y vendedoras. Sí vendedoras que vocean sus productos de elaboración artesanal mientras lucen sus cabezas decenas de sombreros coloridos y otras muestran en mesas comidas y postres típicos del lugar como empanadas -de carne de vaca o de pollo- y dulces.

   Muchos dulces junto a postres que incluyen colaciones de dulce de leche, nueces, miel y miel de caña de azúcar para olvidarse de las dietas. Hasta que nuestros ojos se posan en un solar, antiguo y muy bien mantenido, y con más atención cuando antes del mediodía la plaza comienza a nutrirse de turistas.

   Van llegando de a uno, por parejas o un grupo. Todos preparan las cámaras de sus teléfonos o alistan sus cámaras profesionales. “Es que a las 12 va a salir el Santo, señor” me dice una de las vendedoras de sombreros. Y recién miro hacia la parte superior de la fachada de lo que hoy es un Museo.

   Hay un reloj, dos puertas altas, de madera oscura por donde saldrá el Santo, San Francisco Solano a impartir la bendición a los allí reunidos. Mientras espero los lugareños se desplazan hasta una de las esquinas que desemboca en la plaza porque vienen los músicos. Y es cierto.

   Portando una bandera argentina con la inscripción “Caminata de las Quenas” camina un grupo de hombres precediendo a una marcha de músicos. Son alumnos de escuelas de montaña que terminaron su ciclo lectivo y que acompañados de sus profesores hacen sonar sus instrumentos de viento fabricados con cañas ahuecadas similares a unas flautas. No faltan los erques y los violines.

   El Santo puede esperar, porque la plaza se llena de sonidos alegres de los carnavalitos, la música que distingue a la Quebrada. Sus cabezas cubiertas por sombreros que terminan en un cono y protegidos por ponchos ya que en agosto y en septiembre la temperatura es baja hasta que el sol brilla.

   Agrupaciones de mayores se suman al desfile y los miembros de la “diablada” captan todas las miradas con sus trajes multicolores y sus máscaras. La música es tan contagiosa que los visitantes no tardan en sumarse al baile mientras filman o inmortalizan el momento con fotos. Para entonces las calles que limitan a la plaza se convirtieron en una fiesta de sonidos, de colores, bailes y alegría a la espera de la salida del Santo.

   Y las campanas del reloj comienzan a sonar. Se acallan los sonidos y las miradas se fijan en las puertas de madera. De golpe se abren y se divisa la imagen de San Francisco Solano que gracias a un mecanismo de relojería comienza a emerger hasta que finalmente bendice a la gente para luego volver a su lugar. Son minutos que parecen horas por el silencio y la fe de los lugareños y visitantes.

   Tras ello la fiesta continúa y pasa por la iglesia del pueblo para comenzar a subir una larga escalinata de piedra hacia el Monumento a los Héroes de la Independencia y al Ejército del Norte, construido para conmemorar a los pobladores de la zona que lucharon en la guerra de la Independencia.

   A los costados, y hasta llegar al grupo escultórico de bronce sobre piedra, hay puestos de venta de casi lo que usted se pueda imaginar o necesitar. Ropa, tejidos en lana de llama o de vicuña conviven junto a camperas de pluma de última generación, mantas, manteles, gastronomía variada y pequeños objetos de recuerdos.

   Y llegó la hora de almorzar. ¿Dónde? En locales al paso, en casas de familia, en restoranes típicos y en otros con cartas de comidas y bebidas un tanto más importantes. Los precios son excelentes al cambio del dólar/euro al peso argentino al igual que los costos de hospedajes, hostales y hotelería para todo bolsillo. Así que anímese. Venga a Humahuaca, a 1.600 km de Buenos Aires y a algo más de 100 km de la capital de la ciudad de Jujuy. Son 12 horas de vuelo hasta la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y otras 2 horas hasta Jujuy porque vale la pena, se lo aseguro. Los esperamos.

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