Solo se vive una vez (16)

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Por Don Quiterio 

    Explicaciones teológicas o científicas aparte, siempre hay, al final de la escapada, un umbral a traspasar que lleva un frontispicio en relieve que pone fin. O más allá. O lo que algunos pocos engreídos lo llaman muerte.

    Pero la muerte inesperada nos alcanza por redes sociales o medios de comunicación y la convertimos en una semilla de mitología o de infamia. O sea, cuando mueren simultáneamente los ricos, los conocidos y los pobres y olvidados. No nos duele la muerte, nos conmociona una relación impuesta o sentida con el fallecido. Los obituarios son declaraciones de la renta emocional con impuestos directos e indirectos cobrados al instante. Algunos lo hacen como inversiones en fondos buitres que esperan dividendos en instancias intangibles. 

    No soporto que cada muerto famoso sea el mejor actor, el mejor realizador, la mejor cantante, el mejor torero, la mejor monja o el mejor individuo. Cada muerto es un muerto que estaba vivo y tuvo su tránsito por la vida y el pudor nos debería llevar a respetar el dolor ajeno y no convertirnos en plañideras desesperadas y ridículas en las redes sociales o cualquier medio de comunicación. La muerte de Rafa Angulo ha sorprendido a muchos y el simple nombre nos crea otra capa de moralina, otra máscara. Cada individuo es libre de hacer con su vida lo que le dé la gana y el suicidio es una manera de acortar sufrimientos o precipitar la entrada en otra fase. 

  El periodista zaragozano Rafa Angulo era un apasionado de la música y la cultura e impulsor de diversos proyectos. Con el nombre artístico de ‘Rey Mugre’ ejerció de pinchadiscos. Se ha ido a punto de cumplir cuarenta y cinco años. Colaboró en el medio cultural ‘Zona de obras’, dirigió la edición aragonesa de la revista musical ‘MondoSonoro’, fue socio fundador de la productora ‘El Fantasma’ y condujo el sello ‘King of Patio’, con el que apostó antes que nadie por gente como Bigott. Con Rafa estuve muchos días y muchas noches antes de su viaje a la isla filipina de Malapascua, donde encontró su sitio y donde, maldita sea, lo perdió. Y con él compartimos el nuevo videoclip de Bigott rodado en el bazar ‘Quiteria Martín’, su postrera aparición en pantalla. También lo pudimos ver en el papel de esclavo en el documental británico ‘Perdidos en La Mancha’ (Keith Fulton y Louis Pepe, 2002), sobre el accidentado y finalmente truncado rodaje de una versión dirigida por Terry Gilliam de la obra cervantina, en el que comparte plano con el mismísimo Johnny Depp. Y entre esclavos y gigantes ahí aparecen igualmente Dionisio Sánchez, Félix Artigas o Pedro Lucea, el comando orquestado por de Félix Zapatero. 

  “Él iba a ser Buñuel y yo Gene Kelly, pero nos quedamos en esto: dos niños”. Esto dice Pablo Carbonell de su amigo del alma, Pedro Reyes, el cómico que también se ha ido pronto (de un infarto) y que flotaba entre un humor absurdo sin principio, final ni noción del tiempo. Y no le falta razón a Carbonell en su sentencia, pues Reyes fue un entusiasta del calandino, y tenía por bandera ‘El gran calavera’ y ‘El fantasma de la libertad’. Amigo igualmente de Fernando Esteso y Marianico el Corto, pronto descubrió Reyes que, como dijo Umbral, no es lo mismo vivir en Madrid que vivir de Madrid. Fue colaborador imprescindible de muchos programas de variedades y relacionados con el humor, y participó en unas quince películas, a las órdenes, entre otros, de Fernando Trueba, Marco Ferreri, José Luis García Sánchez, Antonio Mercero, Pedro Rivero o del propio Carbonell en ‘Atún y chocolate’. También escribió dos obras de teatro y ha dejado inconclusa la película de terror ‘El último fin de semana’, su primera incursión como director cinematográfico. Su dicción andaluza, la forma atropellada de hablar, las chaquetas de lentejuelas o su impronta desgarbada –alto, calvo, greñudo y con bigote- eran parte de su activo, de su encanto. Un referente del surrealismo, con un aura de científico loco y un humor desconcertante e iconoclasta, que solo un hachazo súbito ha podido segar. Recuerden la historia de amor entre un hombre y una vaca: “Le di la más hermosa flor y se la comió”. Y es que, como defendió Luis Buñuel, el humor es sencillamente una posición ante la vida. 

  También ha fallecido, a los 94 años en su casa de Venezuela, el alcorisano Domingo Félez, preso del campo de concentración de Mauthausen, en Austria, donde se salvó por ser barbero. Participa en ‘Adiós a la vida’ (2010), documental del equipo de investigación de la productora aragonesa Factoría Plural, dirigido por Roberto Roldán y Ramón J. Campo, que recoge a varios presos aragoneses (como Manuel Rifaterra o Aurelio Tomás Bueno), de los que ya solo queda vivo José Alcubierre, natural de Tardienta y residente en Francia. En el documento, Félez explica que, aunque sobrevivió al holocausto, es detenido por el ejército estadounidense acusado de colaborar con los nazis, pero acaba absuelto de todos los cargos, tras dos años preso. 

  De rostro duro y voz potente, con un punto de ronquera, rasgada y sugerente (de ahí que buena parte de sus trabajos se reflejaran como actor de doblaje en series como ‘Colombo’ o ‘MacGyver’), el argentino afincado en España Héctor Colomé ha fallecido y con él se va una manera de entender la interpretación en teatro, cine y televisión, como bien demuestra en las películas ‘Tu nombre envenena mis sueños’ (Pilar Miró, 1996) y ‘La hora de los valientes’ (Antonio Mercero, 1998), o en series como ‘El comisario’ y ‘Amar en tiempos revueltos’, esta última realizada por el zaragozano Eduardo Casanova entre 2005 y 2011. En el teatro Principal de Zaragoza se le pudo ver en varias ocasiones, como hace un par de años interpretando junto a Carmen Conde, Nuria Espert y Ricardo Joven ‘La loba’. 

     A todos nos llegará el fin. Y a esta reseña también. Escrita desde una rabia sorda porque se establecen unas clases de muertos y de muertes que dan ganas de cagarse en sus muertos. Pero me gustaría cerrar con el tono levemente sentimental y conmovedor de la prosa del gran Francisco Umbral para ofrecer un último homenaje al amigo Rafa Angulo: “Te llevaré a casa borracho de tu muerte, borrachos los dos y convencidos de que hay que suicidarse. Convencidos pero vivos, ruidosamente vivos, maravillosamente vivos”.

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