Etto’ y Fed

Por José Joaquín Beeme

    Una carta quería enviar Scola al amigo Fellini, a más de veinte años del mutis del Gran Bugiardo, y se encierra en el estudio 5 de Cinecittà para hacer una (auto)biografía selectiva, soñada, dibujada, de paralelos romanos y secretos de familia. 
 
     Los consejos de redacción / irrisión del Marc’Aurelio, fragua de guionistas a destajo, los paseos nocturnos para embarcar putas o artistas borrachines, la participación a regañadientes en C’eravamo tanto amati para recrear la mítica fontana venérea, el triángulo pícaro con Mastroianni (rozagante otroyó del de Rímini, monstruizado por el campano), las bufas pruebas para el Casanova (Sordi, Tognazzi, Gassman poniendo sus mejores caras para hacerse con el papelazo… pero no: fue la máscara de Sutherland). La fuga de su propio funeral, esa sombra con sombrero que gira en coche las noches de Roma (Scola, copiloto, añora a su buen Virgilio), cosido todo por un narrador que camina los decorados y su trampa, en la pura evidencia que inventara FF con su cine de viñetas y bambalina circense. Como un improbable Tulun de Manara, este viaje a un borroso paraíso para estrechar la mano del amigo tiene mucho de nostalgia (otras las formas de producción, la invención más o menos delirante, libre, consentida, del auteur), de afiliación a un cine y una época que no volverán, pero no creo que esta fantasmagoría sea muy exportable, por íntimamente italiana e íntimamente cinéfila. Si alguien se atreve a doblarla (algunos chistes son pura metralleta, como seguramente funcionaba la mente de estos satíricos insobornables, aun a despecho del Duce, o de la DC), tened por cierto que la gracia, el gusto, la fantasía, incluso la lacrimuccia, os habrán compensado de sobras la entrada.

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