«Alas rojas», documental de Miguel Lobera

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Por Don Quiterio

    El documental del zaragozano Miguel Lobera ‘Alas rojas’ (2013), basado en el libro homónimo del sariñenense Salvador Trallero, se inicia con un plano de un juguete: un tiovivo con avionetas.

    Se funde en negro y una voz en off nos introduce en la historia. Una historia que pretende narrar de forma sencilla acontecimientos muy complejos con el deseo exclusivo de que el espectador pueda acercarse a unos hechos acaecidos en el verano de 1936, el inicio de una guerra cuyas cicatrices marcarán el siglo XX. El cineasta brinda una sabia lección de historia, que resulta imprescindible para entender que no todo está perdido, siempre y cuando se sepa aprender del pasado para no volver a cometer los mismos errores.

    Las imágenes de archivo –la película republicana del SIP ‘Alas rojas sobre Aragón’, por ejemplo- se funden con los testimonios en un todo que refuerza la memoria colectiva. Supervivientes de aquellos duros años y especialistas en la materia evocan lo que supuso ese conflicto bélico que partió a España en dos. ‘Alas rojas’ era el apelativo de la aviación republicana y es un nombre que nació en Sariñena, porque allí estaba el frente. Desde Sariñena se podían hacer incursiones a ciudades próximas como Zaragoza, Huesca, Tardienta o Belchite. Y sucedieron muchas cosas, la excusa perfecta para hablar de la aviación en la guerra civil y mostrar dos puntos de vista: el de los aviadores republicanos de Sariñena y el de los nacionales, que están en Zaragoza y Logroño. Y se ilustra con recreaciones en tres dimensiones de batallas de la época, como el bombardeo de Sariñena o las bombas del Pilar.

    Después de los cortometrajes de ficción ‘Pablito’ (1999), ‘In memoriam’ (2000), ‘Alma’ (2004) y ‘Tenemos que hablar’ (2006), premiados en diversos festivales, Miguel Lobera realiza con ‘Alas rojas’ su tercer documental, que forma con ‘Torre Nueva, la caída del tiempo’ (2005) y ‘Jaca, capitanes del frío’ (2010) una suerte de tríptico sobre las causas perdidas, sobre la memoria y el olvido. Estamos ante un documento histórico que versa sobre la historia de la aviación durante la guerra civil española partiendo desde un lugar muy concreto: el aeródromo de Sariñena. Y el cineasta encuentra un mecanismo narrativo lo suficientemente interesante como para describir unos hechos a la manera clásica, concienzuda y elegantemente, con el apoyo de fotografías de época, imágenes de archivo, entrevistas a supervivientes, historiadores e investigadores, una subyugante música que envuelve todo el conjunto y, por último, unos magníficos efectos digitales que simulan aquellos vuelos en pleno combate. Todo ello mediante la matizada foto de los operadores Jorge Armengod, Jorge de Bautista y Jorge Ripa.

    El sueño de volar es una de las últimas quimeras de la humanidad y este documental, subtitulado ‘Espíritus del viento’, habla de la aviación durante la contienda bélica española, y lo hace personalizándolo en ese pequeño pueblo oscense de los Monegros, que ve construir el mayor aeródromo del frente en apenas dos meses. Usado primero por republicanos y después por nacionales, desde sus pistas despegaron los últimos aparatos de la primera guerra mundial y los primeros de la segunda. A través de una estructura circular que ataca el tema desde diferentes frentes, cada uno de los participantes ofrece unos testimonios amplios y precisos, sobrios y esperanzadores, que vienen a recordarnos que incluso del infierno es posible escapar Y vivir para contarlo en carne de imágenes. Ahí están el propio Salvador Trallero, Dimas Vaquero, Manuel Benito, José María Maldonado, Antoni Vilella o Gregorio Gutiérrez.

     Por sus imágenes, en efecto, van desfilando expertos en temas de la guerra civil, estudiosos de los bombarderos en el frente de Aragón, conocedores del papel de los fascistas italianos en España o mecánicos de aviación, quienes cuentan que los pilotos, después de los ataques, no podían salir por su propio pie y tenían que sacarlos, porque el estrés sufrido los había paralizado. O ese piloto que dice que la segunda guerra mundial comenzó en España, afirmación que tiene especial interés cuando miramos a la historia y descubrimos que el cielo en la contienda se cubrió de aviones de diferentes nacionalidades. Y es que sobre la península ibérica volaron aparatos franceses, alemanes, rusos, italianos y españoles. A diferencia de lo que ocurrió en tierra, el porcentaje de participantes internacionales se asemejó y pudo superar a la de españoles, siendo, cómo no, un preludio de la segunda guerra mundial. Y el aeródromo de Sariñena fue un reflejo de todo ello, porque se experimenta con un arma aún en desarrollo: la guerra aérea.

    A este documental, que se acerca con rigor y sin ningún atisbo manipulador –el cineasta habla desde un punto de vista histórico, no político- a las personas y a la tecnología de combate de aviación en la guerra civil española, habría que achacarle, sin embargo, las inoportunas irrupciones de la narradora, que, a lo largo del metraje, aparece discontinuamente para explicar momentos geográficos de la trama, lo que ocasiona ciertas arritmias en la narrativa interior, algo innecesario y redundante, muy próximo del lugar común del anodino reportaje televisivo, y quita valor a un trabajo, por lo demás, verdaderamente apasionante.

    Con todo y con eso, ‘Alas rojas’ supone un magnífico documento, realizado con mucha estatura artística, que interesa, que conmueve, que invita a la reflexión. Y que convierte a Miguel Lobera, en este su mejor trabajo, en el director aragonés de las causas perdidas, de la memoria y el olvido. Un cineasta, a fin de cuentas, que tiene la certeza “de que las bombas que cayeron en el Pilar no fueron tres sino cuatro. Esta cuarta cayó en el Ebro y allí continúa. Esta bomba guarda el secreto de por qué no explotaron”. Que lo sepan los piragüistas del centro natación Helios. Yo, por si acaso, aparco por un tiempo mi afición.

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