Por Manuel Sogas
Coresponsal del Pollo Urbano en República Dominicana
El fantasma que hoy recorre todo el mundo capitalista es el del simplismo mental y la unilateralidad, cuyos elementos constituyen, según Ortega y Gasset, la esencia del fascismo.
Así, pues, el fascismo no consiste en una simple palabra o un exabrupto. Tampoco un individuo envuelto e una bandera, que hasta es posible que ni siquiera haya jurado defenderla, lanzando disparates como un energúmeno contra el comunismo, que no sabe ni lo que significa, y contra los separatismos nacionales.
De esta simpleza mental y unilateralidad, de la no quedan exentos algunos que se autoproclaman pertenecientes a la izquierda por tan solo apelar a ella, se podrían extraer elementos que contribuirían a explicar la indigencia mental y chabacanería social que imperan en muchos órdenes de la vida incluida la política.
En base a ello las políticas favorables a los intereses del capital avanzan y se consolidan, mientras que las políticas de izquierdas, favorables a los intereses de los trabajadores y contrarios a los intereses del capital, pierden terreno a marchas forzadas, incluidos gran número de trabajadores a los que les suena música celestial.
¿Qué otros elementos de fondo, además de la alienación personal y social que produce el modo de producción capitalista, podrían explicar mejor el avance de los partidos de derechas en toda Europa que han evidenciado las últimas elecciones europeas? ¿Cómo explicar que millones de trabajadores que han perdido derechos y ven como paulatinamente van empeorando sus condiciones de vida, voten masivamente a partidos de derechas en todas sus variantes que defienden abiertamente (si bien escondidos en palabrería bien sonante) el modo de producción capitalista que es el causante del empeoramientos de sus vidas, y que paradójicamente, en el colmo del cinismo, proponen para mejorar las condiciones de vida las mismas políticas causantes del empeoramiento?
Estos dos datos delimitan suficientemente el marco socio-económico general amplio en el que se han producido las elecciones del 28-M con los resultados conocidos y claramente desfavorables para los partidos de izquierdas, y más en concreto en lo que respecta a Unidas Podemos. Estos datos deberían (que no acaban e aparecer súbitamente con las elecciones referidas, sino que se han venido gestando durante las últimas décadas) constituir por sí solos razones suficientes como para replantear teóricamente el papel práctico que debe ejercer el Partido, tanto interiormente, orgánicamente, como exteriormente, dado que siendo justos los planteamientos hechos a la sociedad, no han resultado votados mayoritariamente por la misma, lo que por lo menos indica que no han sido entendidos, y si no han sido entendidos por la sociedad quiere decir que no se ha tenido ni siquiera la capacidad política de explicar lo que se pretendía hacer porque resultaría inverosímil que la sociedad no quiera votar aquello que le interesa prefiriendo lo que no le interesa.
Afirma Alberto Garzón que “Los resultados son malos para nuestro espacio político”, lo que es más que evidente, pero sin embargo convendría matizar esta afirmación, porque, efectivamente, han sido malos, excepto en las municipales de Cádiz y Zamora, por lo que habría que plantearse y preguntar a los compañeros de estas dos ciudades qué han hecho o, que no han hecho, para poder representar la excepción positiva en el resultado electoral general de Unidas Podemos en el resto del Estado español. Y, muy especialmente, a los compañeros de Cádiz, dado que en Andalucía fue donde en las pasadas elecciones autonómicas tomó cuerpo formal institucional el neofascismo de VOX.
Afirma Alberto Garzón que esta situación no “es la consecuencia de las habilidades y prácticas de seres individuales dotados de gran o escasa inteligencia.” Siendo cierto que las consecuencias del mal resultado electoral no puede ser atribuido exclusivamente al comportamiento personal de nadie en particular, no deja de ser menos cierto que determinados comportamientos de los responsables políticos, aun cuando sean de tipo personal y absolutamente al margen de los presupuestos políticos del partido, sí se pueden transformar en elementos políticos que puestos en manos de la reacción política sirven para levantar campañas de desprestigio social y político contra el partido. Varios dirigentes del partido han protagonizados casos personales como los que acaban de ser mencionados, que sin que se puedan calificar expresamente como los causantes del mal resultado electoral, si cabe decir que, cuando menos no lo han favorecido.
Excluido pues los comportamientos personales como razones explicativas delº retroceso electoral sufrido, las causas, como afirma Alberto Garzón hay que buscarlas, “sin restar importancia a lo anterior, por factores de fondo más vinculados a trayectorias de medio plazo”. Factores de fondo que urge descubrir para determinar sus causas y el proceso que los han desarrollado a fin de poderlos erradicar.
“Necesitamos un debate sereno para preguntarnos el «porqué» de estas dinámicas aquí descritas.” Afirmación de Alberto Garzón que a todas luces resulta incuestionable, que sigue diciendo: “En mi opinión, es posible que en este momento no se den las condiciones económicas que «permitan» la existencia de una izquierda transformadora tan potente como la que hemos visto en los últimos años, lo que obliga a reconfigurar el espacio político a partir de una nueva y mejor articulación entre los diversos actores que conformamos el mismo.”
A esta última afirmación de Alberto Garzón es preciso señalar una observación de no poca monta, al considerar “las condiciones económicas” el único elemento explicativo de la situación de “este momento”, lo que constituye un error de bulto en el diagnóstico como veremos a continuación, y siendo ello así, no es difícil intuir y prever que cualquier política establecida en base a un diagnóstico no puede constituir más que otro error.
La economía, lo económico, constituye el eje central de la teoría marxista, y es el elemento esencial explicativo, en última instancia, de cualquier sociedad o momento histórico. Pero la economía, lo económico, por s solo no existe, porque siempre se da en unas condiciones políticas e ideológicas. De modo que lo económicos; lo político y lo ideológico, son los tres elementos que formando una unidad inseparable configuran cualquier sociedad o momento histórico de que se trate. Esto aspectos no los menciona Alberto Garzón, de ahí el error.
Que lo económico sea lo esencial no significa que pueda anular en ningún caso ni a lo político ni a lo ideológico por la ya dicho: los tres elementos configuran una unidad inseparable. Lo que de hecho ocurre es que en cada momento concreto del que se trate, uno de ellos se puede presentar como prevalente sobre los otros dos, pero sin que pueda anularlos. Ello se ve tan pronto como se le preste atención a la realidad social o política.
Así, no es difícil observar como miles, cientos de miles o millones de votos pasan de unas formaciones políticas a otras con absoluta normalidad, sin que en ninguna de ellas se hubiera producido un eventual y previo cambio en sus planteamientos políticos que pudiera justificar ni el aluvión de votos recibidos ni el aluvión de votos que se les escapa en momentos determinados.
Por tanto, esta variabilidad en el sentido del voto no se explica por posturas racionales basadas en la conciencia política del individuo que vota que le induce al cambio del sentido del voto, sino por motivaciones subjetivas, es decir, por motivaciones ideológicas, entendiendo por ideología, la forma particular en la que cada cual se representa la realidad, en función de su propia experiencia personal, gustos, deseos, intereses, miedos, esperanzas…
Este subjetivismo o postura ideológica no solo se observa en el momento del voto, sino también en el comportamiento habitual generalizado entre los militantes o afiliados de los respectivos partidos, los cuales atribuyen al dirigente propio todas las virtudes morales habidas y por haber, aunque no haya demostrado ninguna, mientras al dirigente del partido contrario le guardan todos los defectos y vicios, aunque no tenga ninguno de los que le atribuyen. Y por lo que respecta a la relación política entre los afiliados o simpatizantes de partidos políticamente opuestos, por lo general, se sustenta mediante el insulto y la descalificación entre ellos.
Por tanto, estamos en un momento presidido por lo ideológico que parece sobrepuesto sobre lo económico y lo político, sin que estos dos últimos elementos queden anulados, como ya se ha indicado.
En consecuencia, la afirmación de Alberto Garzón de que “… no se den las condiciones económicas que «permitan» la existencia de una izquierda transformadora …” debería ser reformulada para ser dada por cierta en los siguientes términos: NO SE DAN LAS CONDICIONES IDEOLÓGICAS QUE PERMITAN LA EXISTENCIA DE UNA IZQUIERDA TRANSFORMADORA, es decir, la percepción social mayoritaria (incluso dentro de algunos partidos acusados de extrema izquierda por parte de la derecha) no es precisamente la de la necesidad de realizar ninguna transformación social, a pesar de que las condiciones económicas (que niega o no reconoce Alberto Garzón) para dicha transformación social, como necesidad histórica y no por ocurrencia de nadie están dadas desde la crisis de 2008, si bien encubiertas bajo los aspectos ideológicos y políticos, o sea, para la necesaria transformación social están dadas las condiciones objetivas, las económicas, a pesar y en contra de lo que afirma Alberto Garzón, pero no las subjetivas, que son las que precisamente hay que crear con el trabajo político.
La crisis de 2008 produce determinados efectos que se traducen en el empeoramiento de las condiciones de vida de cada vez mayores sectores sociales. De esta crisis se culpa a determinados fallos del sistema y actuaciones inmorales de algunos de sus dirigentes y administradores, pasando por alto su verdadera causa: la dinámica interna del funcionamiento del modo de producción capitalista, encubierto con diferentes eufemismos, uno de ellos el liberalismo o neoliberalismo.
La crisis de 2008 como todas las crisis habidas en el capitalismo anteriormente se percibe por los efectos que produce, es decir, por los sentidos, y como todas las crisis capitalistas no se resuelve más que creando las condiciones de la siguiente crisis, que al manifestarse abiertamente será más intensa y extensa que la anterior.
Las políticas que se plantean en la izquierda es la lucha contra los efectos producidos por la crisis, cosa que es perfectamente entendible y deseable: no se puede dejar a nadie sin comida o sin vivienda hasta que las izquierdas lleguen al poder y establezcan un sistema social justo, pero no se cuestiona el modo de producción capitalista (esencia de todos los reformismos, centrismos, transversalidades y otras paparruchas, que lo único que hacen es esconder implícitamente, en el mejor de los casos, su carácter político de derechas) que es el que la origina, ni siquiera se cuestiona teóricamente. Es decir, no se plantea la sustitución del modo de producción capitalista por el nuevo modo de producción socialista que es el que históricamente le corresponde, y por consiguiente no existen planteamientos políticos en este sentido.
Así, pues, y ateniéndonos a los hechos hemos de manifestar nuestra postura contraria a la de Albero Garzón, afirmando que las condiciones objetivas (las económicas) para la existencia de una izquierda transformadora están dadas, y ello por la siguiente razón:
La crisis de 2008 señala el máximo grado de desarrollo al que el capitalismo puede llegar como elemento de progreso social: el capitalismo financiero, penúltima etapa histórica, entrando a partir de esa fecha en su última etapa histórica: el fascismo financiero, antes de su extinción como modo de producción histórico dominante.
Esta última aseveración que hoy constituye algo cuantitativo (de cantidad) y que se demuestra perfectamente mediante el desarrollo de la expresión: D – M … P … M´- D´ descubierta y expuesta por Marx desde hace más de un siglo, hay que convertirla en algo cualitativo (de cualidad) para que sea entendido por las amplias mayorías sociales a fin de que se tome conciencia social y política (la conciencia es simplemente el conocimiento objetivo y claro de la cuestión de que se trate) de lo que nos traemos entre manos, de que al política no es simplemente una palabra, sino una palabra, cuyo contenido expresa la relación de fuerzas en la lucha entre el grupo social que vive de su trabajo, que lo constituye la inmensa mayoría de la sociedad, y el grupo minoritario que vive y se enriquece a costa de los que trabajan.
En esta cuestión debe centrarse la reflexión y el debate sereno que alude Alberto Garzón, que no por sereno deja de ser radial ni profundo, y es del resultado de esa reflexión y debate de donde tiene que surgir el punto de referencia que indique si las actuaciones políticas concretas realizadas son correctas o no, por lo que dicho debate no se puede circunscribir de ninguna manera al limitadísimo grupo de los cuadros dirigentes de Unidas Podemos, sino que se tiene que extender y ampliar (en el peor de los casos a todos los miembros del Partido) a la mayoría de capas sociales posibles. El instrumento material para esta realización ya existe: es el CIRCULO, que es el que tiene que determinar las políticas del Partido, y los dirigentes lo que tiene que hacer es proporcionar medios de conocimiento a todos los miembros del mismo y ceñirse a lo que estos determinen.