A ver si gana la derecha… / Dionisio Sánchez

pdionisiocortachapa
Por Dionisio Sánchez Rodríguez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net 

    Queridos amigos, compañeros y camaradas:

   Somos muchos los que nos abandonamos  en las horas del crepúsculo diario  llorando entre cerveza y cerveza   por estar  sometidos al más apabullante aburrimiento urbano conocido en la historia de la bimilenaria ciudad.

    Y menos mal que ya la edad nos ha apartado del alcohol duro y el corto grado de las cervezas  nos permiten abrevar litros y litros mientras recordamos tiempos mejores y la sonrisa se transforma en llanto al intentar organizar la asistencia a alguno de los actos que con tan singular desgana los promotores locales nos ofrecen. Y, encima, los que fuimos aficionados al teatro ya no podemos soportar la hartura de los fatuos espectáculos que ofrecen los elencos instalados en la indolente metrópoli ribereña  que habitamos.

   Y analiza que te analizaré, entre sorbos de babas, cervezas y llanto,  los habituales contertulios abatidos  hemos llegado a la conclusión de que el origen de esta pesadez no es otro que el aturdimiento a que someten los partidos de izquierda a los pobres y hambrientos artistas de cualquier especialidad.

   Y seguimos  hablando de Teatro porque es ese –mejor dicho era- un arte donde el público recibía en directo y a través de sus propios ojos y orejas los mensajes que se producían desde el escenario. De la revista y los clásicos del siglo de oro, amén de los “característicos” regionales de boina y gayata,  y -¡cómo no!- los breves escarceos de algunos visionarios por divulgar un teatro extranjero comprometido y, eso sí, aburrido hasta el hastío, acontecida la Transición pasamos a la estructuración de la actividad por parte de la Izquierda ya que no podía suceder que este extraordinario vehículo expresivo –el teatro- pudiera quedar en manos de los que de ordinario llenaban los escenarios con propuestas libres y, digamos irregulares, mientras sus propias ofertas quedaban al albur de que los políticos del ramo obligaran a los niños de los colegios a asistir (a cambio de la consabida subvención) a sus tediosas ofertas.

    Y de nuevo, por centésima vez volvemos a contarnos los bolingas  que de ese modo apareció en la ciudad una generación de saltimbanquis de fortuna, directores castañeros  y técnicos de FP  incapaces que a través de la creación de un macroarmazón  cultural impulsaron la construcción de las estructuras (Escuelas y Teatros Estables) que les darían pan y trabajo con la ovejuna aquiesciencia del Partido Socialista. Puesta en acción la maquinaria, solamente hubo que esperar un tiempo prudente  para que el público abandonara el teatro ante la ausencia de propuestas de interés ciudadano  mientras estos personajes entraban en canas y aspiraban a jubilaciones universitarias. Eso sí, no habiendo aportado al arte teatral ni una brizna de arte y, por supuesto, de divertimento.

    Y aunque otros partidos pasaron por el gobierno de la ciudad, los burócratas ya se habían consolidado y servían a cualquier amo, máxime cuando al PP la cultura le importaba un huevo y jamás procedió al desmontaje de estas organizaciones que operaban con destreza dentro de la propia administración.  El poder, en general,  estaba contento ya que a cambio de unas migajas (públicas, por supuesto) neutralizaban para cutio la posibilidad de que este arte, el Teatro, utilizara  los espacios urbanos, sus cuerpos y sus voces –simplemente eso- para poner en cuestión la soporífera actividad cultural que secretaban, por ejemplo

   Porque, amigos, no es lo mismo el onanismo de una crítica en una red social que tratar de gilipollas (por ejemplo) al alcalde de la ciudad desde un escenario con un carcajeante patio de butacas lleno hasta la bandera. Lo primero se obvia pero  lo segundo jode ¡Y cómo jode! Y, además, sin que el poder pueda evitarlo a no ser, evidentemente, que los antidisturbios cierren el teatro.

   A los muchachos del teatro zaragozano no les han enseñado el valor transformador de esa actividad y por eso los actorcillos actuales que han succionado de sus ubres pelean por una pelarza de patata para levantar unos textos sin sangre, sin objetivos y rebozados, eso sí, de un tedio insufrible. Y a cambio podrán aspirar a sustituir a sus profesores y ganarse medio euro o maquillarse una ceja el día de la “función” de fin de curso,  pero nunca a sentir el placer de hacer Teatro.

   Y al final de tarde, cuando ya en el corro de habladores se comienzan a sentir los efluvios de una torrija cervecera importante, una conclusión se abre paso: ¡A ver cuándo gobierna la derecha en la ciudad, amigos!,  porque con tanto intelectual de izquierdas en los gobiernillos municipales,  nos vamos a morir de aburrimiento. Lo malo es que ahora los rojetes ya no nos podrán ayudar a pelear como antes  porque ya no queda ni uno que no sea funcionario o esté en camino de serlo…..¡Hay que joderse! ¡Otra vez vamos a tener que empezar a hacer la revolución nosotros solos! ¡Qué coñazo de ciudad!

   Amigos, compañeros y camaradas, ¡a caballo! ¡Yihiiiiii! ¡Salud!

Artículos relacionados :