De la cuna a la tumba / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

  Así somos de contradictorios los argentinos. Casi todos. Sí, aunque a usted le resulte extraño, incomprensible a veces pero es así.

    Parece que naciéramos con un gen extraño, una especie de chip que nos permitiría tener a mano siempre un problema para cada solución.

  Y lo logramos día tras día, hora tras hora a veces hasta sin darnos cuenta. Básicamente parece que no soportamos al que no transgrede, al que vive una vida ordenada y sin estridencias. ¿No me cree? Bueno, le voy a dar algunos ejemplos. 

  Mire en más de dos mil años la Iglesia Católica tiene, y no creo estar muy equivocado, por primera vez y última un Pontífice argentino. Y tras la euforia de su nombramiento comenzó su lento e inevitable ocaso porque con su accionar no pudo dejar contento a propios y extraños en su país.

  Messi es otro caso. Un tipo profesional como pocos que no cae simpático porque es un “perdedor” ya que no está en las portadas de revistas sensacionalistas posando con una actriz semidesnuda, ni le pega a su mujer o denuncia a su familia ni tiene un auto Lamborghini exclusivo. Entonces no es argentino y por lo tanto sus logros son minimizados y su figura opacada por Maradona, el rey indiscutido de los excesos.

  Somos ciclotímicos por naturaleza. Nada nos viene bien. Estamos esperando que otro haga algo para caerle encima sin piedad y sin ninguna necesidad. Cuestionamos todo, parece que nos quedamos en los 4 años edad en la que el niño comienza a hacerse preguntas del mundo que lo rodea. 

  Infantiles y adolescentes incurables hablamos maravillas de los países nórdicos y nos horrorizamos si se quiere copiar algo de ellos. Cualquier cosa, no importa: estamos en contra.

  ¿Seremos producto de un experimento fallido del Creador? No lo sé.

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