Yo no pensaba / Víctor Herráiz


Por Víctor Herráiz

Un día fueron a por los mineros, aquí, cerca de casa. Cerraron los pozos y dos mil trescientos se quedaron sin trabajo. Pero, bueno, ¿a mí qué se me daba?  Yo no era de ellos.

 

Otro día despidieron a unos miles de la construcción. Penoso, sí. Pero yo ya tenía casa. ¿Por qué  me iba a preocupar?

Pasado un tiempo anunciaron que sobraba mucha gente en la banca y los servicios. Redujeron plantilla y de momento seis o siete mil más fueron al paro. Claro que a mí eso no me afecta: ¡ahora todo se hace por internet…!

Luego dijeron que había demasiados funcionarios:  profesores,  médicos, bomberos, gente de los juzgados, del correo postal, de los servicios sociales, veterinarios… Los eventuales recibieron cartas de cese y a muchos de los fijos les empujaron a jubilarse. En el bar, algunos aplaudían: ¡Funcionarios!  ¡Que se jodan; que hasta ahora han vivido muy bien!”.  Yo, a mi aire. Nunca estudié para funcionario.

Meses más tarde tocaron a los pensionistas.  Les quitaron la subida del IPC y les hicieron pagar las medicinas.  Suena triste, pobres jubilados, pero ¿qué me importa a mí? Si yo nunca voy a cobrar pensión.

Ayer vinieron unos señores a casa con un papel que le dieron a leer a mi amo:  les escuché una palabra nueva,  algo así como deshaucio.  Mi amo, siempre delicado de salud, se derrumbó en el sofá y llorando  quedamente suspiró:  ¡Ay, Sultán, qué va a ser de nosotros!   Hasta que una ambulancia se lo llevó al hospital con un ataque al corazón.

A mí me han traído a la perrera municipal, que por cierto está totalmente atestada de semejantes.  Sobramos muchos. Y está prohibido ladrar. Si digo la verdad, tengo pocas esperanzas de que ningún amo me adopte antes de las ejecuciones que tienen lugar todos los días quince de cada mes.

Será una simpleza, pero confieso que no dejo de darle vueltas a la cabeza si yo podía haber hecho algo el día en que fueron a por los mineros.

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