Por Esmeralda Royo
En la plaza de Mayo de Buenos Aires se han producido numerosos actos violentos. Los más conocidos son el bombardeo de 1955, que pasó a la historia como “La Masacre de Plaza de Mayo” en el intento de golpe de estado para derrocar a…
…Juan Domingo Perón y ya en el siglo XXI una nueva matanza como resultado de la represión policial sobre aquellos que protestaban por la restricción para retirar fondos de los bancos (“el corralito”) decretada por el gobierno de Fernando de la Rúa.
No obstante, si por algo ha sido conocida esta plaza en todo el mundo es por la protesta iniciada cada jueves desde abril de 1977 por las madres de los desaparecidos durante el golpe de estado de Jorge Rafael Videla y la posterior represión. Son Las Madres de Plaza de Mayo.
El sentimiento inconcebible de haber perdido a sus hijos hizo que 14 mujeres transformaran el dolor en acción. Estaban prohibidas las reuniones de más de tres personas, así que “armadas” de agujas y ovillos tejían y se pasaban la poca información de la que disponían. La policía, que pronto las denominó “esas locas de la plaza”, las desalojaba al grito de: ¡Circulen!. Dicho y hecho, ellas comenzaron a circular alrededor de la pirámide situada en el centro de la plaza, ya con los emblemàticos pañuelos blancos en la cabeza en recuerdo de los pañales de sus hijos.
Esas mujeres pertenecían a todo tipo de familias: peronistas, comunistas, conservadoras o incluso de larga tradición castrense. También había infiltrados, como el tristemente famoso Alfredo Astiz, un joven capitán de fragata que, bajo el falso nombre de Gustavo Niño y haciéndose pasar por el hermano gemelo de un desaparecido, se encargó de recabar información sobre estas mujeres y sus familias. Con 26 años ya se le conocía como “El Angel de la Muerte”.
Entre las fundadoras de la organización estaban: Esther Ballestrino, María Ponce y Azucena Villaflor.
Esther Ballestrino, doctora en Bioquimica y Farmacia, ya había huído de la dictadura de Higinio Morinigo en Paraguay. Fue recordada como tremendamente eficiente por uno de los trabajadores a su cargo: Jorge Mario Bergoglio que, antes de convertirse en arzobispo de Buenos Aires y ser elegido Papa, fué técnico químico.
Habían desaparecido su hija Ana María, embarazada de tres meses, y sus dos yernos, Carlos Cuevas e Ives Domergue. Cuando aquella fue liberada, la familia entera huyó a Suecia pero ella volvió a Argentina. “No voy a parar hasta que aparezcan todos”, les dijo.
El 8 de diciembre de 1977, tras una asamblea en la Iglesia de la Santa Cruz, fue secuestrada por el Grupo de Tareas bajo el mando del que creían uno de los suyos, Alfredo Astiz, junto a 11 personas más, entre las que se encontraban las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.
María Ponce había abandonado el Partido Comunista al no obtener ayuda en la búsqueda de los suyos. Desapareció su hija Alicia, fueron asesinados sus sobrinos Manuel y Oscar y secuestrada Soledad, la hija de 11 meses de Manuel, a la que María buscaría sin descanso hasta encontrarla en una casa cuna donde había sido llevada por la policía para más tarde ser dada en adopción. Fue secuestrada junto a Esther Ballestrino cuando salía de la Iglesia de la Santa Cruz.
Azucena Villaflor pertenecía a una conocida familia peronista, “Los Villaflor de Avellaneda” pero a diferencia de todos ellos no participaba de forma activa en política. Cuando desaparecieron su hijo, Néstor de Vicenti y la novia de éste, Raquel Mangin, recorrió infructuosamente comisarías y cuarteles sacando sólo una cosa en claro: había otras madres que hacían lo mismo que ella. A partir de ese momento demostró tal capacidad de organización que la convirtió en la líder natural de Las Madres y en su primera presidenta. De nada sirvió que su marido, temiendo por el resto de la familia, amenazara con abandonar la casa si no dejaba de buscar a Néstor. “No insistas. Yo misma te preparo la valija”, le contestó.
La ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) no pudo secuestrarla con sus compañeras en la iglesia de la Santa Cruz porque no asistió a la asamblea, pero no descansó hasta dar con ella dos días después cuando salía de casa para hacer la compra.
Las tres fundadoras fueron encarceladas, torturadas y subidas a uno de los “vuelos de la muerte” para compartir el mismo destino de sus hijos y familiares: ser arrojadas al mar. Unos días después los vientos fuertes del sudeste y las corrientes del mar devolverían los cuerpos a las playas cercanas de los balnearios de Sta. Teresita y Mar de Tuyú. La connivencia entre ejército, policías, jueces y funcionarios municipales, que actuaron coordinadamente para evitar que esos vuelos salieran a la luz, hizo que ninguno de esos casos fuera investigado. Los cadáveres fueron trasladados en sigilo hasta cementerios cercanos y enterrados sin identificar. No obstante, los médicos policiales sí afirmaron la causa de su muerte: habían sido arrojadas al mar desde gran altura cuando todavía estaban vivas.
Hasta enero de 2005 no fueron identificados los cuerpos de Esther Ballestrino, María Ponce y Azucena Villaflor, cuyas cenizas están enterradas en la Pirámide de La Plaza de Mayo.
El número de desaparecidos por la dictadura argentina supera los 30.000, a pesar del trabajo incansable de Javier Milei, “el motosierra”, por recortar también el número de víctimas y así reescribir la historia.
Por otra parte, en mayo de 1977 y coincidiendo con la creación de Las Madres, doce abuelas, que también habían visto cómo sus hijos e hijas habían desaparecido, firmaron una carta, considerada documento histórico y antecedente de la constitución de Las Abuelas de Plaza de Mayo. En ella se hacía saber la existencia de bebés desaparecidos y solicitaban la suspensión de todas las adopciones que se estuvieran realizando en el país. Se calcula que desaparecieron 500 niños y niñas.
Alfredo Astiz, que nunca ha mostrado arrepentiemiento alguno, cumple cadena perpetua por delitos de lesa humanidad.