Por Esmeralda Royo
Los especialistas en la historia de la cinematografía no se ponen de acuerdo sobre si la primera directora de cine española fue Elena Jordi, Rosario Pi o Helena Cortesina.
Como a todas se les ha prestado escasa atención si no fuera por algunas acotaciones en los manuales publicados, es un asunto menor.
El cine dirigido por mujeres no empezó con la siempre elegante Ana Mariscal, ni con Josefina Molina, primera mujer con título de la Escuela de Cine, ni con Pilar Miró, a la que apodaron “La Contra Todos”.
Helena Cortesina fue una artista completa y multifacética a la que se ha tratado como si no hubiera existido y todo ello habiendo triunfado como bailarina, trabajado con las mejores compañías teatrales (como las de Margarita Xirgu y Lola Membrives), relacionada con la mayoría de los autores de la generación del 27 y la mujer que, con 19 años, fundó su propia productora y dirigió una película.
Nacida en 1903 en el valenciano barrio de El Cabanyal, a los 13 años ya bailaba en espectáculos de varietés, aunque para evitar la mala fama del sector, sus padres le aconsejaron hacerlo con piezas de Granados, Albéniz, Falla o Schumann.
Conocida como “La Venus valenciana”, vestía velos y transparencias al estilo Isadora Duncan, lo que se tradujo en críticas feroces por aquellos que ven más alla de toda realidad o intención, y propagaron el bulo de que bailaba desnuda. Como los ofendidos no aprenden, ocurrió lo que pretendían evitar: el público abarrotaba el espectáculo para comprobar que, efectivamente, Helena Cortesina no bailaba desnuda. Su popularidad aumentó hasta el punto de que Joaquín Sorolla, amigo de su familia, la toma como modelo para el cuadro “Danzarinas griegas”. Helena cronvencerá al pintor para que lo reconvierta en un cartel promocional de sus espectáculos, que se conserva en el Museo de Nagasaki.
En 1920 debuta en el cine con “La Venganza de Marino” y su éxito es tal que un año más tarde protagoniza “La Inaccesible” junto a un jovencísimo Florián Rey, que probó fortuna como actor antes de convertirse en director.
Ademàs de conducir motos, automóviles y posar con traje de buceo en la playa de La Concha, creó a los 19 la productora “Cortesina Films” para dirigir la pelicula “Flor de España”. Ësta, que con los estándares actuales se definiría como una “españolada”, fue proyectada antes en Cuba porque las distribuidoras se resistían a hacerlo en España. Cuando se produce el estreno, el reconocimiento es inmediato, manteniéndose en cartel durante seis años. Al igual que ocurre con el 90% de las películas rodadas antes de la guerra civil, sólo se conservan algunos fotogramas.
Cortesina había conseguido su principal objetivo: aprovechar su popularidad para entrar en el circuito teatral, que ya no abandonará. Así, en 1929 protagoniza “Triángulo” de María Lejárraga, la autora conocida por escribir las obras que luego firmará su marido, Gregorio Martínez Sierra.
Con las puertas del teatro abiertas para ella, emprende una gira por Argentina donde interpreta obras de García Lorca dirigidas por el propio autor. Se convertirán en amigos y más tarde en colaboradores de La Barraca, el proyecto teatral de Las Misiones Pedagógicas de la II República, dirigido por el poeta.
Miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, 1936 es un año fatídico para Helena Cortesina y no solo porque comienza la guerra sino porque la hija que ha tenido con el escenográfo Manuel Fontanals muere siendo una niña y aquél se niega a reconocer la paternidad del nuevo embarazo.
En 1937, temiendo por su seguridad, la de su hijo y aconsejada por Margarita Xirgu, se traslada a Argentina para emprender una carrera que ya no terminará de crecer. Se encontrará con actores y actrices a los que la guerra les ha sorprendido trabajando en el país y deciden, al ver el cariz de los acontecimientos, no regresar. Es el caso de Enrique Diosdado y Amelia de la Torre, tan asentados en Buenos Aires que allí nacera su hija, la directora y autora teatral Ana Diosdado. Con su gran amigo Andrés Mejuto, integrante como tantos otros españoles de los últimos barcos que salieron de Alicante hacia el exilio, formará la compañía Cortesina-Mejuto.
Todos ellos ayudaron a hacer más cosmopolita al teatro argentino introduciendo influencias europeas, sobre todo en el emblemático teatro “Smart Palace”. Ese lugar, en el que descorriendo el telón se descubren más de un siglo de historia y de cultura, Helena Cortesina y Andrés Mejuto fueron estrellas indiscutibles.
Hubo intención de borrar su nombre y negarle cualquier reconocimiento en España y una prueba de ello la tenemos en la versión cinematógrafica de “La Dama Duende” de Calderón de la Barca, rodada en 1945 y considerada aún a día de hoy una de las mejores películas de la historia del cine argentino. Viendo el éxito obtenido, los distribuidores españoles presionan para que se estrene en España a pesar de la negativa del régimen. Al final dará su brazo a torcer pero con una condición: los nombres de Helena Cortesina y de los guionistas, Rafael Alberti y María Teresa León, serán borrados de los títulos de crédito.
Durante los años 50 algunos actores exiliados regresaron a España, como fue el caso del matrimonio Diosdado-de La Torre o el propio Mejuto. También lo hizo esporádicamente Helena Cortesina para aparecer en papeles secundarios, pero la censura podía estar satisfecha con el trabajo realizado porque el público español que llenaba los cines era otro y ya no la conocía. La decisión de retirarse con apenas 50 años estaba tomada pero no lo haría en España sino en Argentina, el país donde tenía a su familia y que siempre la consideró una gran dama del teatro.
En 2023, cien años después de dirigir “Flor de España”, recibió un merecido homenaje cuando La Mostra de Cine de Valencia la recordó, incluyendo una exposición monográfica y la presentación del libro “Cortesina, reivindicando su papel de pionera” de la investigadora Irene de Lucas. Sin duda, haría falta un reconocimiento más profundo, aunque para ello hubiera que revisar la Historia del Cine Español.