Por Matías Uribe
Jóvenes y guerreras, pero llegaron tarde con su fórmula, la del grunge. Era 1995 y para entonces ya quedaba algo lejana esta fórmula, tras el disparo de Nirvana y su Nevermind en 1991.
Pero los grupos españoles estaban aún viviendo los años indies, cuando no descubriéndolos, y peor aún sin discográficas dispuestas a dar el todo por el todo. Y esto fue lo que lo que pasó con Dover: dos chicas, las hermanas Llanos, el alma y la estampa del grupo, más un bajista y un batería. Ficharon por Caroline y a finales de aquel año 1995 publicaron su primer álbum, Sister. No solo no ocurrió nada, sino que hasta en los medios se le recibió con frialdad y hasta con cierto desdén.
Uno mismo, en la crítica que publiqué el 26 de enero de 1996 en el Heraldo comentaba que no lo hacían mal, no, pero que para releer lo que otros ya habían escrito fuera, ya estaban los modelos originales, desde Pavement a Breeders, Dinosaur Jr., Hole, Trowing Muses y demás camarilla indie-grunge con féminas. Y terminaba con una invectiva con trazos humorados: “No tocan mal, hacen buenas canciones, tienen punch y energía, y hasta bastante sensibilidad, pero su película ya la han rodado otros con más medios y originalidad. Y nos sabemos de pe a pa el argumento, el final y hasta el color de los calcetines del asesino”.
Dos años más tarde, sin embargo, con Devil Came To Me, subieron varios puntos más su agresividad y su mezcla de rabia y melodía pop, así como el cuerpo de la producción, y sibilinamente, poco a poco, fueron yendo de boca en boca, corriendo por fanzines y medios underground, hasta que explotaron definitivamente en el verano de 1997, siendo el primer grupo indie español, después del intento de Australian Blonde, en saltar a las listas de éxito. Habían llegado muy tarde a la fórmula, como a tantas cosas se llegaron en España antes, después e incluso ahora, pero allí estaba triunfante aquel cuarteto, mitad femenino, mitad masculino, con imperante instrumentación y visibilidad de la primera mitad, la de las hermanas Llanos, una en la voz y la otra en la guitarra.
Esta penúltima semana de abril, concretamente, se han cumplido 25 años de la publicación de aquel álbum, tardío, ya digo, en cuanto a su formulación sonora, pero rompedor en el panorama nacional aun llegando desde las catacumbas del indie. Un disco que, como sucede con cualquier otro de relevancia, crece con el tiempo, sube en la bolsa musical y hasta quizá se le sobredimensiona. Los tics habituales del historicismo, pero que acaban dejando poso para muchos años posteriores y quién sabe si para la eternidad.
Por ello, Subterfuge, el sello que publicó Devil, ha preparado este año un largo homenaje a aquel disco. El pasado mes de marzo organizó un concierto en los Teatros del Canal con el grupo madrileño Featherweight, infectado igualmente que las hermanas Llanos por el grunge, que interpretó el álbum completo y con la misma Amparo, a la que le encantó la idea, de espectadora. Y próximamente, entre otros eventos, llegará un documental sobre el grupo y una ampulosa reedición del disco que crujió las llantas del rock independiente español y de las mismas listas de éxito: se dice que Devil alcanzó casi el millón de copias vendidas. Casi nada. Y más llegando desde el ámbito indie, si es que la cifra es cierta.
¿Hipérbole? ¿Sobrevaloración? ¿Merecimiento?Cada cual cuelgue su opinión donde le parezca, positiva o negativa. Pero el hecho de la inesperada explosión de aquel grupo indie, deshinchado después quizá por sus bandazos sonoros entre acerados comentarios, resulta incuestionable. Ojalá lo repitieran muchos grupos de hoy con el gancho y la solvencia creativa e interpretativa, aunque fuese con fórmula patentada por otros, como lo hicieron las hermanas Llanos (algo harto improbable por ahora). Y lástima que la apuesta que hice en 2016, cuando el cuarteto se rompió, todavía no la haya ganado.
Por si alguien no recuerda o no conoce el disco, espero que cosa difícil:
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