Por Matías Uribe
Si el de la Ronda de Boltaña fue el premio más merecido otorgado por Aragón Musical en los pasados Premios de la Música Aragonesa, no fue menor el merecimiento de La Novias al otorgárseles el especial a su carrera musical, un reconocimiento a sus 30 años de pervivencia en el mapa pop de la tierra, que no es poco en un oficio tan fugaz y volátil como el del rock.
Tres décadas aunque una producción exigua, podría decirse, pero concentrada y excitante, con la facturación de cuatro álbumes de estudio, dos EPs y un directo doble muy reciente. En ellos, sobre todo en el de debut, aquel inolvidable ‘Sueños en blanco y negro’ (1992), el cuarteto zaragozano condensó estupendamente el ambiente goticista y negro de los ochenta, implantado por Joy Division, Bauhaus o The Cure, pero también abierto a otras sonoridades más actuales entonces, caso de Guns N’Roses, y del pasado (Velvet y Doors). “Dado que lo de pop y rock no aclara nada, definiríamos nuestro sonido como denso, oscuro y eléctrico”, me decían a la salida del LP.
Aquel primer disco, con el que personalmente fui –lo reconozco- algo cicatero al solo ‘colocarle’ tres estrellas en el Heraldo (ay, la voz de Toño), ha ganado enteros con el tiempo. Escuchado casi tres décadas después, resulta más hecho y atractivo, no superado por el tiempo ni por el ‘indismo’ actual, gracias sobre todo a la métrica matemática del ritmo, a su oscura modernidad de entonces y de ahora y sobre todo al rico panel de registros de guitarra que aportó Óskar Díez, el gran bastión del grupo. ‘Enamorado’, ‘Calamidad’, ‘Imagínate el aire’, ‘Robar el cielo’, ‘Dejar atrás’ y hasta el acercamiento que hubo a Parálisis Permanente en ‘Cerca de ti’ siguen siendo grandes canciones.
A los mandos en la producción estuvo Enrique Bunbury. Cautivado, según declaró, “por sus canciones, su eléctrico magnetismo sobre el escenario y su capacidad para canalizar unas influencias variopintas y filtrarlas por un tamiz tremendamente personal”, se involucró con ellos desde su primera maqueta, publicada en el 88, y en el 92 era la primera vez que el ya consagrado cantante de Héroes se salía de su grupo para dirigir este primer álbum ajeno.
Lo editó Polygram, en medio de aquella fiebre del oro que se desató en la Zaragoza de comienzos de los 90 a la caza y captura de unos nuevos Héroes, pero el beneficio económico no debió ser lo suficientemente grueso para los intereses pecuniarios de la multinacional -y eso que se dice que vendieron treinta mil copias, aunque quizá fueron diez mil, lo que tampoco estaba mal-, por lo que le dieron la carta de libertad y desde entonces su camino transcurrió por caminos independientes, comenzando por la unión con el mismo Bunbury para crear el sello A la Inversa Records.
Ahora, con tres de sus miembros originales, a saber Toño Leza (voz), Pedro J. García (bajo) y el mentado Óskar Diez, más el batería Germán Arenaz, el grupo zaragozano ha puesto en el mercado un jugoso doble CD con el concierto en directo que ofreció en abril de 2016 en la sala Changó de Madrid. Un disco limpio, de sonido transparente pese a lo difícil que ello resulta a la hora de captar las atmósferas góticas, mejor cantado y, salvo los correosos ataques de rock cuasi heavies o pseudogrunges, más pop que antaño, con base principal en los tiempos medios y sorprendentemente con el acento Héroes del Silencio más marcado que nunca, tanto que a falta de Bunbury y sus colegas del ‘Buque’ estas Novias casi resultan un consuelo para suplir su ausencia, no en vano mantienen de forma muy evidente la sonoridad y el legado de los autores de ‘Senderos de traición’, especialmente cuando a Óskar le da por trabajar -cosa que hace con profusión- sobre los ‘echoes y chorus’ guitarreros que el gran Valdivia implantó como sello identitario y diferenciador del grupo.
Son 30 años en la carretera, con un parón de casi una década entre el 98 y el 2007. Mucho tiempo y no muchos discos pero una contumacia y una fe inquebrantables en lo que hacen y en lo que les apasiona, amén de unos profundos lazos de amistad personales entre ellos, que vienen de su época de estudiantes en el instituto. Ya digo, merecido galardón. Unas novias que a pesar de los años, con su luto estético, su hermetismo lírico, su sonora densidad atmosférica y sus absorbentes canciones, siguen seduciendo todavía.