Julio Donoso en Estampas oscenses ofrece una mirada en la que el yo lírico y el biográfico son una misma voz. No hay la ficcionalización inherente a la poesía y a toda creación literaria, sino que el yo poético, mediación interpuesta desde lo literario, es en este caso la misma voz que la del autor que pasa a ser “personaje” o sujeto lírico de su propia creación.
Todo el poemario adquiere un valor, cercano a las memorias poéticas, en el que la imagen poética se entremezcla con lo más biográfico. Configurándose una red en la que se entretejen homenajes y referencias literarias continúas. Narra su dolor, pero hay una auto-ironía salvadora que logra la distancia desde el humor y le permite así trascender el dolor:
Escribe 4 versos
en la libreta de sus fracasos,
tiene veneno en su entraña
cuando canta veinte en espadas
con la sota tatuada en la espalda.
Afina sentimientos…
Hombre en perpetuo socorro
le saca faltas a los paraísos,
reprende a los principados,
le controlan el dinero
y está medio psiquiatrizado.
En el Perpetuo Socorro.
-De pequeño quería ser minero-
Estuvo en el Penal Daroca,
allí, conoció la libertad.
Escribió tantas veces su verdad
que ahora le parece mentira.
Hombre en Perpetuo Socorro
-Man in Constant Sorrow-
Huyó de Zaragoza como una rata
mientras alguna enseñaba en El Plata.
Espantapájaros y hombre de hojalata,
Hombre en Perpetuo Socorro. (Donoso, 2018: 15).
A lo largo del texto se repiten continuos homenajes literarios. Hay referencias a “La corza blanca”, la amada que se metamorfosea acompaña al yo poético en su arenga a los indígenas, en su rebelión contra Roma, aprovechando el cisma de la Guerra civil entre Mario y Pompeyo:
Leyenda viva, a la manera sertoriana
guiados los espíritus
por una corza blanca
que recorre conmigo
las rúas de Osca
mientas yo cojeo
ella salta
y arengo a las tropas indígenas
leales a Quinto Sertorio
a Julio Donoso
partidario de Mario
y contrario a Pompeyo
la corza blanca salta
por la sierra de Guara
y en las tierras del Moncayo
la leyenda bequeriana. (Donoso, 2018: 34).
El Spleen se manifiesta como sensación de vacío ante el mundo y sus fuerzas de alienación contra el yo. El sujeto lírico es sufriente de la melancolía atroz que, sin tener un motivo concreto, envuelve nuestra forma de vida deshumanizadora:
Este tedio oscense
parecido al Spleen
con un viento
que arrasa
hasta los árboles.
Toda la tarde en la casa
lucho contra mis ideas
formo el poema
letra tras letra
(muriéndome de asco)
en cada renglón.
Enrocado en esta torre,
a mis aposentos
se presenta la noche
con disfraz lunar
distraído en los versos
de mi desidia. (Donoso, 2018: 35).
“A la manera de Ezra” es un homenaje a los poetas, a la poesía, a su carácter de profetas-poetas de carácter casi maldito. Hay una parodia del libro de Vicente Aleixandre Espadas como labios que Donoso hace suyo con los versos: “palabras como espadas”:
Heme aquí, Francisco Julio Donoso,
el más loco de los locos.
Palabras busca para su canción,
palabras ferraduras, palabras casco, palabras caballo
y la palabra de Dios,
que no solo está en la Biblia
la palaba of my Lord
está en los gorriones (are in the sparrows)
Leo al bueno de Ezra, leo a Lepoldo María,
leo lo que describieron los locos
en otraora profetas. (Donoso, 2019: 87).
En “Desde la Atalaya”, aparece una mirada elevadora de la poesía. Sus alas de sueño se derriten cual Ícaro ante el sol de la verdad. Su calor es la locura en la que entran en debate dos fuerzas: la construcción y la destrucción de sí mismo. Aquí no es como en “A mi buitre” de Unamuno en el que había un diálogo entre la fe y la razón ante la posibilidad de la trascendencia, sino que dialogan la esquizofrenia y la razón:
Y observo desde la atalaya,
la Sierra de Guara y el pico del Gratal
Veo todo esto ante mis ojos,
mientras consumo cigarro y cuerpo
en el humo y las cenizas
dejo esta estampa de mí y del paisanaje
como reliquia
como parte de mí
que herrumbando su rumbo errante dice:
¡No saltes, aguante comandante!
Mientras me debato entre quimeras y esquizofrenias
et notas et postales
y en mi rumba marginal
desacato al desamparo
como oro y no de orfebre
-secreto de la más antigua alquimia-
arrebato
al viento
en las alas de esta paloma.
Mi penúltimo vestigio humano. (Donoso, 2019: 86).
.
“Poema de los 45 movimientos” es un juego biográfico con 45 versos, que alude a los 45 movimientos del destino, de su historia de dolor en la que la poesía le derrota con los versos de la vida, con sus movimientos de negación, destrucción. Las diferentes piezas han ido marcando el desenlace de la partida maldita: la cocaína, la defenestración. Aún queda, a pesar de todo, la necesidad de la búsqueda de la belleza con las piezas limpias de quien se manchó en el tablero de la realidad:
la última partida la perdí en 45 movimientos,
esta poesía me derrota en los mismos versos
llevo 37
tengo 33 años.
aún recuerdo los 18 y aquel campeonato
en La Coruña: 68 de España y 4 de Aragón
donde mis amistades deportivas.
Se acerca mi jaque mate
alfil en inglés es bishop obispo (tal vez de la Seo d´Urgell)
en francés le fou “el loco”. Me doy el jaque mate en 45 versos.
como movimiento. Este rey no puede correr. (Donoso, 2019. 98- 99)
En “A veces” hay referencias al mar, a su inmensidad que es como el destino de la pena negra, la tragedia vital. La metáfora acuífera se extiende al esperma sobre su vientre, conexión clásica con la laguna estigia, referencias a la mitología que según Jung recorría los símbolos de nuestro subconsciente y sus ríos de verdad más subterráneos:
A veces
la pena crece como la mar
ves a todos emparejados por la ciudad.
A veces, solo a veces
te levantas empalmado
y mojado.
A veces correría por alguna de ellas
más bien la que me eligiera.
Yo no elijo,
ni dirijo
sólo a veces lleno
la laguna Estigia de mi ombligo lleno de esperma. (Donoso, 2019: 102)
Se homenajea al flamenco, la pena negra, al Romancero gitano. Hay un sentir de lo trágico, su oxígeno de destrucción recorre el cuerpo de la vida. El poeta respira lo negro, como en la poesía de Lorca. Lo más oscuro del alma se oxigena al sacarlo fuera, al hacerlo canto que es vida del dolor. Sale del silencio del alma y encuentra en la canción su cuerpo de música. De nuevo hay vida que del yo autor se cuela hacia el yo poético, ya que la música forma parte de la actividad creativa de Julio Donoso. Se filtra así en el poema su faceta bohemia de colaborador con artistas de flamenco:
El flamenco se derrama
y se desparrama
y se halla sin navaja
en el verde Laurentino
de la ciudad oscense. […]
el palo,
el fandango
el de bastos, la alegría. (Donoso, 2019: 53).
Esta conexión con dicho tipo de música está en otros poemas en los que también aparecen sus vivencias cercanas con ese mundo calé. El yo poético y el biográfico casi se funden (siempre puede haber una mínima distancia ficcionalizadora que los separe, al igual que sucede entre la voz del narrador y la del autor cuando se construye este como personaje de la novela). Esto así sucede aquí para narrar poéticamente como hizo suya una cachava. Hay un ritmo descriptivo, casi a modo de videoclip visualizado en nuestra mente de lectores, en el que la imaginación puede rodar y proyectar esa recreación de la escena. Hay algo similar al libro de Alberti Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos en el que el propio poema generaba un retrato físico que describía con todo detalle los movimientos del actor de cine mudo sobre Chaplin. Pero en este caso es el yo poético el reflejo biográfico del autor que se mira desde la alegría de un modo de vida libre, contra la establecido, al igual que así sucedía con la figura del gitano en El Romancero gitano, en el que representaba su figura la libertad enfrentada al mundo de la civilización y sus normas que anulan la verdadera voz del yo:
La cachaba del tío Cheles
del tío Cheles
lerelele, lerelele, lerelele
con la cabalgo
como un rey, el día de Reyes
me dio la cachaba el tío Cheles
que vara tan flamenca
tallada a navaja
me va del pie a la cadera
y resta dolor a mi cojera.
Marrón la cachaba el abrigo por el que se la cambié
y ahora ando con la cachaba del tío cheles
ay del tío Cheles
desde el Perpetuo socorro. (Donoso, 2019: 51)
Al igual que Leopold Bloom en el Ulises de Joyce, el yo lírico ha sido caminante de sus abismos, ha entrado en las tabernas, se ha embriagado de su autodestrucción. Sin embargo, aquí ha regresado ya a su Ítaca tras renunciar a los caminos más oscuros de sí mismo:
Ya no hay porros, ni coca, ni speed
y tampoco alcohol
solo yo regodeándome en mi dolor.
[…]
y yo me pierdo en los bares (Donoso, 2019: 60).
Esa lucha consigo mismo se efectúa también contra el lenguaje. Su dureza es la de realidad que es escritura que no borra sus errores, que es mancha de la vida de lo que no se puede cambiar. Pero también es tinta de futuro con la que reescribir de nuevo la libertad y el amor:
Cansado exhausto
busco la palabra
y no entiendo porque la palabra
es así ruda
con una fuerza de ultratumba
palabras para herir
palabras para amar
sólo palabra (Donoso, 2019: 64).
Es el combate contra la circularidad del hastío, de la ausencia vital de quien en su búsqueda se ha golpeado con la realidad más sucia. Así el yo poético es el muñeco, la marioneta de su propia negación.
En la parada del blues
esperando el autobús
sudando tristezas
y exudando poemas
la lentitud
el paroxismo del tiempo
el circular hastío
valgo la pena que me pesa
lirondo de la pavesa del pitillo
de caporal el nicho
de mi desdicha
desdigo los dichos
el pájaro trina en la rama
cuando volé del nido
se deshizo el hilo
ilusa marioneta
laburo de poeta. (Donoso, 2019: 62).
Somos como ovejas y el pastor es la globalización con su vara de pensamiento único que dirige y anula nuestra conciencia, la capacidad de ser críticos, solidarios, rebelarnos contra la injusticia. Encontramos en el poema: “matrimonio entre el bien y el mal”, versos que recuerdan “Marriage of heaven and hell” de William Blake. Aquí, sin embargo, existe el refugio en un orden superior que socorra al yo lírico, es una fuerza trascendental salvadora:
Nadie se preocupa por nadie
vivimos en un estado
del que sólo despertamos
al siguiente atentado.
Pueblo de Dios
somos como ovejas
en la red virtual.
Cantaré con el favor y el fervor
de unas palmas,
de un abrazo,
de una aventura de corazones solitarios
o legendarios.
Bebo las cinco copas de mi derrota,
nuevas esperanzas
en balanza, matrimonio
entre el bien y el mal
[…]
Soy palabra y Verbo
en mi cuerpo triste
me cobijo en Dios
me da paz y me adelanta
su eterna melancolía (Donoso, 2019: 67)
Hay unos versos que homenajean a Gabriel García Márquez, pero aludiendo a la Sociedad Deportiva Huesca, a la ciudad. No hay referencia paródica, tan solo un juego lúdico de desmitificación:
El coronel no tiene quien le escriba/ Se encorajina.
No hay correspondencia
en su buzón de Tenerías.
El coronel
se descorona
y se corona
en el Alcoraz.
La Sociedad Deportiva
es una ilusión
para la ciudad.
La sociedad Deportiva,
ilusiona…y…
GANA. (Donoso, 2019: 69).
Metalenguaje y metavida. El lenguaje es paisaje, el yo recorre sus límites que son los de su ser. Así, Lo incontenible, lo infinito, pueden caber en la palabra que es gota de intensidad que puede asumir en su interior la totalidad de un océano de metonimias del decir. La palabra contiene todo lo que no se puede nombrar. El caminante de sí mismo quería ser peregrino de todos los caminos que no podrá recorrer ni en el pensamiento ni en la palabra:
Las lindes de mi destino
tildan en el horizonte
en la tilde de la linde
de mi corazón.
Cruzó el mar de las metáforas,
es un océano
que resumo
en una pavesa de sol. (Donoso, 2019: 73).
El yo poético es la cachaba, el bastón de los sueños con los que el yo real se apoya para recorrer sus abismos. La belleza está en la fuerza vital de alguien que en este poemario ficcional-autobiográfico nos relata, a modo de Lazarillo de la globalización del mundo moderno y sus vacíos, su progreso como ser humano, el motivo de su dicha: en este caso es, frente al modelo originario de nuestra tradición, realidad. El caminante de la vida sirve a los amos que son sus fantasmas, los rastros del pasado y sus heridas. Pero ha logrado ver la belleza en ellos, en su vida, en la capacidad de luchar que tienen los que se enfrentan al lado menos amable de la vida.