Poetas mexicanos: Erasmo Nava Espíritu


Selección de Mario Meléndez

   Erasmo Nava Espíritu nació en Mochitlán, Guerrero, el 25 de noviembre de 1950. Es licenciado en Economía, egresado del Instituto Politécnico Nacional; obtuvo el grado de Maestro en Ciencias en Planificación del Desarrollo Regional, en el Instituto Tecnológico de Oaxaca.

    Actualmente se desempeña como Vocal Suplente en las sesiones de Juntas Directivas de los Órganos de Gobierno de los Institutos Tecnológicos Descentralizados a nivel nacional, de parte de la Dirección de Institutos Tecnológicos Descentralizados, dependiente de la Dirección General de Educación Superior Tecnológica de la SEP. Ha sido Subdirector de Planeación y Vinculación del Instituto Tecnológico de Chilpancingo, y Profesor en las materias de Sociología Administrativa, Introducción a la Economía, Metodología de la Investigación y Psicología Administrativa, en la misma institución. En octubre de 1997, inició la edición de la Gaceta de ese plantel, publicación de aspectos académicos, culturales, deportivos y recreativos. El 11 de diciembre del 2002, Erasmo

     Nava Espíritu presentó su libro de poesía titulado: Oración a los humanos y otros poemas, en el Centro Cultural “Luis G. Basurto”, de la Ciudad de México; obra que también presentó, en su pueblo natal, Mochitlán, Guerrero, el 16 de abril del 2003. “En Cuando los Dioses hablan y otros poemas, de lo cotidiano a lo trascendente, Erasmo se encarga de señalarnos, una y otra vez, que en lo cotidiano se entrelazan emociones, sentimientos y pensamientos que crean un tejido imperceptible para los ojos distraídos por las preocupaciones, la ignorancia y la indiferencia. En la presente obra, Erasmo lo mismo le canta a las ciudades de México que a la pareja urbana, ve en los cuerpos ansiosos de los amantes no sólo el deseo, sino la vida misma que busca su cauce, hace de un hombre con el brazo enyesado un acto estoico y, precisamente, un canto a la vida”.1Cuando los Dioses hablan y otros poemas, de lo cotidiano a lo trascendente, es una obra, en la que –como lo señala Abel Pérez Rojas en el prólogo de este libro – el autor consiguió arrancar de los rostros e historias cotidianas lo trascendente… ese es Erasmo Nava Espíritu.

 

PARA QUE TÚ ME QUIERAS

 

Para que tú me quieras

recorreré las calles

de mi ciudad ya muerta,

y habitaré las casas

tan llenas de tu aliento;

me bañaré en los ríos

del mar de tus palabras.

 

Para que tú me quieras

vagaré solo y triste

al lado de tu ausencia,

sintiendo tu presencia

que jamás me diste.

 

Para que tú me quieras

bajaré a los infiernos

que nunca conocí;

visitaré prostíbulos

de pájaros fantasmas;

acudiré a la taberna

de aquí la más cercana,

a embriagarme del vino

gozoso de tu amor.

 

Para que tú me quieras

abordaré la nave

de viaje al infinito;

y a través del cristal,

sé que podré mirar:

a aquellos tragafuegos,

limpiadores de vidrios,

pepenadores de penas,

espantos sin encanto,

labrados por esta gran ciudad.

 

Para que tú me quieras

profanaré los templos,

destrozaré a los dioses

cargados de milenios,

y acabaré por siempre

con tanta fantasía.

 

Para que tú me quieras

regresaré contento

a mi ciudad vacía,

la poblaré a toda ella

con gérmenes de amor.

 

Para que tú me quieras

habitaré tu rostro,

te pediré que me hables

con el silencio tuyo.

 

Para que tú me quieras.

 

Ciudad de México, 1 de marzo de 1984

 

 

PENSANDO EN TI

 

Escucha pequeña,

a veces

me dan ganas de aprisionar al mundo,

demolerlo, triturarlo y masticarlo.

 

Pero en ese instante

me detengo y reflexiono;

pienso en ti,

y en la ciudad que nos envuelve.

 

Pienso en las largas y anchas avenidas

que recorrimos juntos,

en los atardeceres de álamos frente a la lluvia;

o la lluvia simplemente mojando la sombra

                                                 [de nosotros.

 

Pienso también, cuando era tu cómplice,

y los dos escapábamos, a alimentar

                                  [nuestro amor,

sobre el pasto que crece

en aquellos parajes y ruinas de encanto.

 

Tu boca jadeaba, llena de pasión,

sangraban tus labios deseosos de amor,

tu mirada tierna penetraba en mi alma

provocando en ella, profunda emoción.

 

Ahora, mientras tu ausencia duerme

y las nubes se pasean por toda la ciudad,

me quedarán los deseos, de aprisionar al mundo,

demolerlo, triturarlo y masticarlo.

 

Ciudad de México, 22 de julio de 1984

 

 

EL VIAJE

 

Vislumbro en tus ojos juguetones

las preguntas rigurosas de siempre,

¿te acordaste de mí en tu viaje?

¿qué fue lo que me trajiste?

 

Pues bien,

sí me acorde de ti;

y te traje:

el olor que desprenden las plantas cuando

                                                       [llueve,

el aire que me golpeó la cara en pleno viaje,

las miradas alegres y tristes de la gente,

la sonrisa franca que aflora en un amigo.

 

En fin,

te traje también:

el suspiro que produce tu recuerdo.

 

Ciudad de México, 4 julio de 1991

 

 

LOS AMANTES LOCOS, VOLVERÁN

 

Volverán

los amantes locos,

volverán.

 

Andarán esta tierra y las calles desiertas

                                               [sin hablar,

andarán la ciudad,

y a la mujer ardiente

la amarán.

 

La amarán locamente

sin freno y con pasión,

teniendo sólo en mente

una bella ilusión.

 

Volverán

los amantes locos,

volverán.

 

Soñarán con sirenas, niñas buenas

                                        [y el mar

pero al buscarlas temo,

que no las hallarán.

Volverán

los amantes locos,

volverán.

 

Se acercarán a un ciego y le preguntarán

si es que es cierto que viven,

o sueñan nada más.

 

Volverán

los amantes locos,

volverán.

 

Vivirán en tugurios

a fin de conocer,

los infiernos que Dante

nos hizo ya saber.

 

Amantes locos, amantes locos,

lo sé que volverán.

 

Ciudad de México, 23 de noviembre de 1993

 

 

A LUZ MARÍA

 

Hilvanas los recuerdos con tus manos

de las ausencias quietas que no están.

 

Amaneceres tiernos pasan por tus dedos

de tu inocente infancia allá en Oaxaca,

llenos de Guelaguetza, de monos de calenda

y de noche de rábanos muy fresca;

salpicados de juegos de pelota en Monte Albán,

y de las grecas tan profundas que hay en Mitla.

 

Pasan también los otros tiempos,

tiempos de ausencias muy lejanas,

cuando en silencio cruzaste las calles del mañana:

de los recuerdos, de la esperanza, de la sonrisa

                                                                 [llana

y de voces ocultas en la nada,

vagando en esa ciudad por ti encantada.

 

Después

 

Pasa mi amor sincero

en la alborada,

a estregarte estos versos

¡oh! mi amada.

 

Ciudad de México, 22 de mayo de 1996

 

 

PARA MI PEQUEÑO AUGUSTO

         (El día del accidente)

 

Con el olor aún del alba furibunda

de esa madrugada, amarga, enloquecida;

te vi rodeado de calles trémulas y solas,

exhalando de tu alma radiante de dulzura:

inocencia y fragilidad de juventud adormecida.

 

Eran las huellas visibles de tu cara inerme,

las que hicieron que el viento ante mí se

                                               [congelara;

era tal vez la ausencia en tu mirada,

que me hizo verte

tan indefenso en esa inmensa ciudad enfurecida.

 

Tus pensamientos viajaban hacia otros mundos

                                            [lejanos del planeta;

mientras tu ser

no comprendía lo que pasaba en esta vida,

por el impacto infame que ese día se registrara.

 

Atrás, había quedado la alegría muy pura,

de conocer y divertirte en el “rodeo” furtivo,

donde la juventud actual brillaba lozanía:

bailaban y cantaban como ángeles divinos.

 

Ahora,

la noche helada se va, solitaria y vencida.

Y quedamos nosotros, con sentimientos nobles,

a pactar de nueva cuenta con la vida.

 

Ciudad de México, 30 de marzo del 2001

 

 

NIÑO QUE LLORA

 

Llora niño, llora

que en tu llanto infinito se conjugan:

la tristeza más profunda de la tierra,

la soledad sempiterna de la ciudad entera,

y el dolor de tu gente que clemencia espera.

 

Por ello,

llora niño, llora

que tu llanto recoja en el camino andado,

el polvo levantado por mis pies cansados.

 

Llora niño, llora

llora en el trolebús fugaz y en la avenida risueña,

llora hasta que los transeúntes y compañeros de

                                                                   [viaje,

alcancen las estrellas.

 

Llora niño, llora

llora hasta que las parejas

del solitario parque,

encuentren el amor.

 

Llora niño, llora

llora hasta que tu llanto,

sea la alegría infinita

de todos los niños del planeta.

 

En fin

llora niño, llora

llora aquí en la ciudad,

que la tarde dorada

en silencio se va.

 

Ciudad de México, 3 de mayo del 2002

 

 

UTOPÍA

 

Si la realidad en que vives te agobia,

transpórtate a “ninguna parte”

y sueña que eres feliz.

 

Sueña que los políticos han muerto,

que los curas ya cuelgan sus sotanas,

que tu ciudad es sumamente limpia,

que los policías no roban,

que no hay lujosos edificios;

pero tampoco casas pobres.

 

Sueña que se acabó la propiedad privada

y que todo lo disfrutan todos.

 

Sueña que el oro ya no vale,

que nadie permanece ocioso

porque se hallan cumpliendo en el trabajo,

y los niños, los enfermos y ancianos

no trabajan.

Sueña que los vicios abandonaron la ciudad

y en su lugar florecen las virtudes.

 

Ciudad de México, 19 de agosto de 1992

 

 

HABLEMOS DE LA NATURALEZA

 

Hablar de ella implica,

hablar de lo más bello de la vida.

Por ejemplo:

de lo hermoso de los atardeceres,

del dormir de lagartos en pantanos;

o del volar de murciélagos en grutas.

 

Implica también:

escuchar el canto embriagador de los pájaros

                                                          [errantes,

salpicado de graciosos graznidos de zanates

y del volar planeado de palomas;

o bien,

de bañarse en las aguas cristalinas

de aquellos ríos que cruzan las ciudades.

 

Ciudad de México, 14 de julio de 1995

 

 

ORACIÓN A LOS HUMANOS

 

Avanzan cual locos infernales

amantes de la vida y de la muerte,

creyeron morir y no murieron nunca

creyeron vivir y los sorprendió la muerte.

 

Humanos perversos de la vida

humanos perversos de la muerte,

dejar que al menos este día

asomen la aurora y el crisol;

y pueda verte.

 

Verte la carne y los huesos que te forman

ver tus tristezas y ver tus alegrías,

alzar la voz a todos tus hermanos

que con amarte sólo se conforman.

 

Decirle, hermano:

tu prójimo agoniza,

el hambre, las guerras, la explotación y la

                           [avaricia lo han detenido;

y ahora se desliza.

 

Recuerdos sólo quedan

de aquellos bellos días,

sin importarte nada

solo te envanecías.

 

Ahora, celebras ya tus triunfos

y glorias en la vida;

predominando en todo

el gozo y la mentira.

 

Allá, en el otro extremo

oculto, muy oculto,

en socavones de mierda

el obrero, llora su pena;

y llora sin indulto.

 

Ruego porque los dioses te salven,

humano empedernido. Amén.

 

Ciudad de México, 15 de junio de 1984

 

(De “Oración a los humanos y otros poemas, México, 2002”)

 

 

 

 

ÁNGELES URBANOS

 

Así llegaron ellos

al corazón de la ciudad ahogada;

así llegaron ellos,

como ángeles alados, y en actitud callada;

así llegaron ellos,

preocupados y angustiados, venidos de la nada;

así llegaron ellos,

irrumpiendo entre la multitud, de enormes avenidas;

así llegaron ellos,

imponiendo la ley de la preocupación y de la angustia;

así llegaron ellos.

Sí, eran ellos, lo sé:

eran Augusto, Bruno, Norma y Luz María.

Lo sé, eran ellos.

La nave en que llegaron

descendió y se estacionó en Cinco de Mayo; ahí,

cerca del Zócalo y sus palomas inmóviles llorando;

fue ahí, donde ellos se pararon

con todo su poder, y los nervios bien templados.

Salieron disparados a cumplir con su misión:

salvar y proteger a Erasmo;

eran: fractura y luxación.

Ante la admiración de los transeúntes

y reflejando el dolor se lo llevaron.

Eran ellos, lo sé, los ángeles urbanos.

 

Ciudad de México, 6 de mayo del 2006

 

 

LA PAREJA URBANA

 

Cruzaron el bulevar de enfrente juntos,

eran él y ella con sus rostros de estrella

y sus silencios ocultos;

ella, traía el aroma de esa ciudad urbana,

y él, reflexionaba sobre su condición humana;

no obstante, pasaron frente a mí muy de mañana;

insisto, pasaron frente a mí muy de mañana.

 

Tomados de la mano, caminaban,

conversando y tomados de la mano, caminaban,

soportando la contaminación en la ciudad, caminaban,

ahogados en el tráfico de siempre, caminaban,

en ese mar de ruido que provoca la ciudad, caminaban;

eran la pareja urbana, y caminaban.

 

Después, y tomados de la mano, se marcharon,

cruzaron el parque tomados de la mano, y se marcharon,

sonrientes y amorosos, se marcharon,

diciendo no sé qué por la avenida, se marcharon,

con tanto amor profundo, se marcharon,

con amor infinito, se marcharon,

llevando a cuestas a la ciudad entera, se marcharon,

tomados de la mano en la avenida, se marcharon,

tomados de la mano allá en la lejanía, se marcharon,

tomados de la mano, se marcharon,

¡se marcharon!, ¡se marcharon!, ¡se marcharon!…

 

Ciudad de México, 18 de noviembre del 2006

 

 

CAÍDA DEL CIELO

 

Cuando te conocí, mujer,

lucías perfecta, mi querida amada,

¿venías del cielo, o de la nada?,

no lo sé,

pero traías en tus manos a la ciudad ahogada,

arrojando sus sordas y envejecidas calles,

y agitando eternamente sus modernos ejes viales;

pero tú,

lucías perfecta, mi querida amada;

traías además:

el aire fresco del bosque más cercano,

el deseo de ser grande y luchar junto a tu hermano,

ser la mujer más bella y poner el mundo en tus manos.

 

Pero insisto,

lucías perfecta, mi querida amada:

traías la sonrisa más limpia y más sincera de la tierra,

la mirada que recorrió llorando la ciudad entera,

y el gesto hecho un encanto en la pradera.

 

No obstante,

lucías perfecta, mi querida amada:

tus besos aún vagan y se escuchan

en esta ciudad de formas obstinadas,

tus ardientes deseos

vuelan como murciélagos en grutas desplomadas;

tu cadencioso caminar, con movimientos húmedo y

                                                                   [callado,

y esa sonrisa suave, silenciosa y sensual,

pasan montados todos, sobre un caballo letal.

 

Pero aún en esta hora obscura y abandonada,

pregunto ansioso al verte, mi queridísima amada:

¿venías del cielo, o de la nada?

simplemente: caída del cielo, mi adorada.

 

Ciudad de México, 2 de octubre del 2005

 

 

EL PARQUE

 

¿Alguna vez te has preguntado

lo que ocurre allá en el parque,

un día cualquiera por la tarde?

 

Pues verás:

los viernes, por ejemplo,

para ser más precisos, a las cuatro de la tarde,

comienzan a llegar las primeras parejas

de las oficinas cercanas,

buscan los árboles más altos y frondosos

y se cobijan en su sombra;

sentándose en la banca más próxima.

 

Entre jugueteos y sonrisas,

algunas parejas se abrazan, se sonrojan y se besan;

otras, simplemente se sonríen y se besan;

otras más, se miran a los ojos y se besan;

hay otras,

que satisfechas, se apoyan en los árboles

contándose lo ocurrido en la oficina;

y otras más,

que se recuestan en el pasto, unos sobre otros,

y al tener la vista fija al cielo

se percatan de las primeras gotas de la lluvia que amenaza,

o del viento fresco, previo a las tempestades;

o quizás,

de la llegada de los pájaros, y sus cantos celestiales.

Un poco después,

se empiezan a acercar los vendedores ambulantes,

quienes cansados y agobiados por la aventura del día,

buscan también dónde sentarse pronto;

al paso de media hora,

el parque ya está repleto.

 

Pero eso no es todo,

más allá de las parejas, las bancas y los ambulantes,

están los escarabajos,

que con la escasa frescura de la tarde

comienzan a transportar su comida hacia otra parte.

 

En fin,

en el parque, por la tarde, suceden muchas cosas,

tantas cosas que a veces vivimos sin reparar en ellas.

 

Como ves,

todo esto es lo que ocurre allá en el parque por la tarde.

 

Ciudad de México, 10 de marzo del 2005

 

 

CAMINAR POR LA NOCHE EN LA GRAN CIUDAD

                               (Ciudad de México)

 

Salir a caminar por la ciudad vacía,

con los deseos apagados por la lluvia

y las lágrimas como palomas muertas;

detenerse en una esquina sin semáforo

y ponerse a llorar sin lágrimas y riendo.

 

Volver a caminar ahora en la noche quieta:

llorando y sollozando con el alma herida,

llevando mis recuerdos como espuma salida de una

                                                                    [catarata;

observar las luces fugaces de neón brillando como el

                                                                         [llanto,

y contemplar los edificios golpeados por el viento;

estar atento a esas señales e infinitos parpadeos

de solitarios semáforos de ojos fríos y ciegos.

 

Al sentir de pronto

el aire helado que dejó la lluvia,

me obliga a caminar un poco más aprisa

por estas avenidas que son como autopistas.

 

Es un placer no obstante

caminar en la noche por esta gran ciudad;

porque en la noche,

la ciudad es el “caballo de los sueños”:

que respira, gime y galopa,

y es un eterno soñar en vuelo de palomas.

 

Ciudad de México, 10 de septiembre del 2005

 

 

 

HUELLAS DE INESPERADAS FORMAS

(Luz Ma., para ti, estos recuerdos de Xalitla, S.L.P.)

                       ¡Feliz cumpleaños!

 

Gotas del tiempo y del recuerdo ancladas,

envueltas en paisajes perdidos en la nada;

tu imagen detenida en la distancia lejana,

de la que cuelgan sueños, y aspiraciones doradas.

 

Inocencia febril e ingenuidad de estrella

refleja tu mirada;

cuando al voltear tu rostro, quedas atrapada

por el paisaje rojo, de la montaña soleada.

 

Tu figura infinita, de calidez jovial,

le da un encanto a cielo, a esta región tan sola;

aquí, no hay más que nubes blancas y rojas amapolas;

hay aire fresco y ríos, que van como las olas.

 

Sobre el asfalto, lucías perfecta como la primavera.

A lo lejos, esa montaña quieta de empinadas veredas:

de árboles oscuros, y hojas de enredadera,

le daban a la tarde, ojos para poder mirarte.

 

Todo esto quedó en el tiempo,

y ahora son huellas de inesperadas formas.

 

Ciudad de México, 1 de junio del 2006

 

 

HOY SOLAMENTE QUIERO

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar lo azul del cielo

y nubes blancas vacías.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar el verde pasto

que creció cuando dormía.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar del viento helado

que llega de esa colina.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar de tu presencia

y saber que eres mía.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar del grato aroma

de todas tus alegrías.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar de tu mirada

con sus llamas amarillas.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar tu suave voz

como dulce melodía.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar tu húmedo aliento

como aquellas noches frías.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día,

disfrutar tus días terrestres

como los viejos tranvías.

 

Hoy solamente quiero

disfrutar de este día.

 

Ciudad de México, 2 de noviembre del 2006

 

 

SÉ QUE TE VOLVERÉ A VER, MUJER, ESTOY SEGURO

 

Tal vez al despertar el alba de este día,

tú estés sentada en casa tan tranquila:

contemplando la escarcha

y el brillo que cubre los abedules frondosos de la colina

                                                                     [de enfrente;

o tal vez mires en los cerros cercanos:

lo espeso y bajo que se encuentra la neblina;

o quizás adviertas con profunda alegría:

al invierno tan crudo y en agonía

que se sacude todo y se retira.

 

Cuando el invierno pase,

y la primavera cubra de bellas flores el paisaje,

preguntaré por ti

en esa casa antigua y solariega,

y será tu recuerdo tal vez

envuelto en polvo y lejanía,

quien corra apresurado a recibirme;

serán tus pasos lentos junto a los viejos perales,

o será tu sonrisa cubierta por la bruma,

quienes adviertan mi presencia en esa casa.

 

Insistiré, no obstante, porque

sé que te volveré a ver, mujer, estoy seguro;

te irás a otras ciudades, solitarias y extrañas,

recorrerás sus calles, sus parques y sus plazas,

y al final de tu viaje,

respirarás profundo y quedarás exhausta.

 

Pero cuando el invierno llegue nuevamente

y llene de escarcha los abedules frondosos de la colina de

                                                                             [enfrente,

sé que tú volverás

con tu sonrisa de mujer ardiente,

a entregarte a mis brazos nuevamente.

 

Por ello,

sé que te volveré a ver, mujer, estoy seguro.

 

Teziutlán, Puebla, 8 de febrero del 2005

 

 

POEMA A UN HOMBRE CON BRAZO ENYESADO

 

Si solamente pudieras ver llover y no mojarte,

si solamente esta prisión fuera aparente y liberarte;

si solamente el yeso fuera yeso y no estorbarte;

créeme que esto sería gratificante.

 

¡Pero cuántas cosas no harías

con tu brazo liberado!;

por ejemplo:

podrías acariciar lo terso y rosado de la mejilla, de ella,

o acariciar lo dorado y fresco de su pelo y de su risa;

o simplemente estirarlo y estrecharla en tu regazo, a ella.

 

Podrías también:

correr en libertad y levantar los brazos hacia las estrellas,

podrías con ese brazo alzarlo

y con tus dedos señalar sólo a una de ellas, las estrellas;

en fin:

podrías cruzar por la espesura de un rosal

y cortar de las rosas, la más bella;

pero con ese yeso allí incrustado,

tu brazo se encuentra prisionero;

y en ciertos momentos:

te desespera, te asfixia,

que sientes el deseo de gritar y de escaparte:

hacia el azul del cielo y nubes blancas

que alegran esta tarde veraniega.

 

Pero en lo general, estás ahí, con mucha fortaleza:

viendo morir el día en la distancia,

y escuchando a los alegres pajarillos

trinar en los árboles cercanos;

y a la tarde dorada que se la lleva el viento:

llorando y sollozando con los ojos muy abiertos.

 

Por ello es que a esta hora,

ha llegado la noche, y tú estás ahí quieto.

 

Ciudad de México, 21 de junio del 2006

 

 

 

CUANDO LOS DIOSES HABLAN

 

Sesionaban.

Los Dioses Aztecas, sesionaban.

En medio de la noche silenciosa, sesionaban.

En la noche sin luna y muy obscura, sesionaban.

Con estrellas brillando en la distancia, sesionaban.

En el centro esencial del universo, sesionaban.

El recinto ceremonial del Templo Mayor

se hallaba repleto de los Dioses más famosos de la época;

entre ellos figuraban:

Tláloc, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl, Huitzilopochtli,

Cuatlicue, Mictlancíhuatl, Tonatiuh, Tlaltecuhtli,

Coyolxauhqui, Uixtocíhuatl, Xipe Tótec, Mictlantecuhtli,

Chalchiuhtlicue, Tonacacíhuatl y Tonacatecuhtli,

entre otros;

el Templo, iluminado estaba con luz roja

emanada de enormes antorchas, propias de estas

                                                          [ceremonias.

Aquí,

se debatían los asuntos más candentes de su cosmovisión.

Discutían acaloradamente el origen de los pueblos,

y “el lugar que ocupan en el universo los Dioses

                                                    [y los hombres;

los astros y la tierra, y la manera en que se relacionan

                                                                      [entre sí”.

En la Asamblea, se escucharon grandes voceríos,

¡de pronto!, y con la parsimonia que lo caracterizaba,

se escuchó la voz débil, cansada y casi sin aliento

del viejo Tonacatecuhtli,

padre de Quetzalcóatl y Huitzilopochtli,

proponiendo a éstos,

para que ellos lo ordenasen todo.

Los demás Dioses aceptaron, inclinando la cabeza.

Entonces, por comisión y parecer de los ahí reunidos,

Quetzalcóatl y Huitzilopochtli:

“Hicieron luego el fuego. Después hicieron medio sol,

el cual por no ser entero no alumbraba mucho, sino poco.

Luego hicieron a un hombre y a una mujer; al hombre

                                                                          [dijeron

Oxomoco y a ella Cipactónal, y mandáronles; a él, a labrar

                                                                               [la tierra;

a ella, que hilase y tejiese; y que de ellos nacerían los

                                                                [macehuales;

que no holgasen sino que siempre trabajasen;

y a ellos les dieron los Dioses ciertos granos de maíz,

para que con ellos, ella curase y usase de adivinanzas y

                                                                [hechicerías…;

luego hicieron los días y los partieron en meses,

dando a cada mes veinte días;

y así tenían dieciocho, y trescientos sesenta días en el año.

Hicieron luego a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl,

                                                        [marido y mujer,

éstos eran Dioses del infierno, y los pusieron en él;

y luego crearon los cielos,… e hicieron el agua,

y en ella criaron a un peje grande que se dice Cipactli,

que es como Caimán,

y de este peje hicieron la tierra…”.1

 

Ante esta concepción única de la creación,

los demás Dioses, asombrados, callaron;

y de repente: ¡aplaudieron!… ¡aplaudieron!… ¡aplaudieron!;

al tiempo que se comprometieron a:

¡darlo a conocer a todo el mundo!

 

 

Glosario de nombres:

Chalchiuhtlicue: Diosa del agua.

Coyolxauhqui: Diosa lunar.

Cuatlicue: Diosa de la tierra o hija de la luna.

Huitzilopochtli: Dios de la guerra.

Macehual: Denominación de los indios libres que formaban la mayor

parte de la población autóctona en la época prehispánica.

Mictlancíhuatl: Señor del lugar de los muertos.

Mictlantecuhtli: Señor del lugar de los muertos.

Quetzalcóatl: Dios del viento o Dios de la vida.

Tezcatlipoca: Espejo humeante.

Tláloc: Dios de la lluvia.

Tlaltecutli: Señor de la tierra.

Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl: Primera pareja, de cuyo principio

no se supo jamás; padres de Quetzalcóatl y Huitzilopochtli.

Tonatiuh: Dios del sol.

Uixtocíhuatl: Deidad de las aguas salobres.

Xipe Tótec: Dios solar.

La Cosmovisión de los Aztecas, Eduardo Matos Moctezuma.

 

Ciudad de México, 6 de agosto del 2006

 

(De “Cuando los dioses hablan y otros poemas, de lo cotidiano a lo trascendente”, México, 2007).

Fuente: https://lexia.com.ar/IndiceMexico.htm?fbclid=IwAR3YlsR3balUAGYRNybyUolJXHlmDHVW5IhdVJOhxpTzwTzG6lkkEXfwOqo

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