Colchón de púas: Gregorio Pueyo. El editor de la bohemia


Por Javier Barreiro

 

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   El 28 de febrero de 2013 se cumplieron cien años de la muerte de Gregorio Pueyo, víctima de la inexorable tuberculosis, que derribó por centenares a escritores y periodistas de su tiempo.

Sobre el pintoresco librero de Luces de bohemia, oriundo de Panticosay paño de lágrimas de tanto vasallo de las letras, Miguel Ángel Buil, escribió este documentado libro, cuya reseña publiqué en el número de abril de 2012 de literaturas.com y que aquí reproduzco.                    

       Miguel Ángel Buil Pueyo, Gregorio Pueyo (1860-1913). Librero y editor, Madrid, CSIC-Instituto de Estudios Madrileños-Doce Calles, 2011.

Si hay un personaje literario en la tan atractiva literatura española de primeros del siglo XX, ese es Gregorio Pueyo, el librero protector y editor de bohemios y modernistas, del que tantas menciones y semblanzas hay en los textos de la época, comenzando y terminando por el magistral Zaratustra valleinclanesco. Pero, a casi cien años de su muerte, ya  no esperábamos poder disfrutar de un libro sobre su figura y labor, lleno de suculentos datos e informaciones, fotografías e ilustraciones que nos dan el perfil casi exacto de este entrañable individuo. ¡Cómo no amar a alguien a quien los sablistas llevaban al café –donde, por cierto, era él quien invitaba- para que escuchara música, porque, con ella, se le ablandaba el corazón y, así, sucumbía más fácilmente a sus mañas de pedigüeños!

Literario, también, su zaquizamí de la calle Mesonero Romanos, rodeado de putas y tabernuchas, donde, para llegar a la cueva donde se ubicaba, había que atravesar un estrecho túnel lleno siempre de rimeros de libros polvorientos en difícil equilibrio, que los bohemios le birlaban pese a la cancerbera vigilancia de su cuñado –el policía malo-, encargado, con regular éxito, de espantar a los más peligrosos.

 Aragonés de Panticosa (Huesca), tras dejar su valle, Gregorio Pueyo había empezado vendiendo ambulantemente publicaciones sicalípticas en las inmediaciones de salones, music-hall y teatruchos, hasta que pudo establecerse por su cuenta en un zaquizamí de la calle Trujillos y, tras muchas otras ubicaciones, terminar finalmente en el concurrido local de Mesonero Romanos, 10.

 

          El autor, bisnieto del personaje, ha recogido numerosos testimonios de la literatura de la época que dan una imagen ambivalente del personaje. Por un lado, un montañés hecho a sí mismo y celoso de su negocio y, por otro, un hombre sensible ante las artes, de ideas progresistas y con sentido social que se compadece de los jóvenes poetas hambrientos de gloria y de algo más, a los que publica a sus expensas y socorre, aunque no hasta el punto de que le arruinen sus interminables pedidos y sablazos.

      Pero el libro, excelentemente editado, no es solo un retrato de su tan literario protagonista sino un catálogo, en gran medida ilustrado, de sus publicaciones, con sabrosos datos sobre las mismas y sus autores, entre los que se cuentan no sólo los raros y hoy semiolvidados sino firmas como las de Valle-Inclán, los hermanos Machado, Zamacois, Villaespesa…, amén de primeros espadas de la literatura europea como Maeterlinck, D’Annunzio o Anatole France.  Todo ello plagado de abundantes notas que nos dan cuenta de numerosos pormenores de títulos y autores de los que se tienen muy pocas informaciones y referencias.

    El catálogo constituye, pues, un pintoresco desfile del censo de los escritores de este periodo a los que la posteridad se entretuvo en catalogar como modernistas, noventayochistas, autores de la promoción de “El Cuento Semanal”, bohemios y otros marbetes que, si en general no les han servido para ser leídos, sí, al menos, para ser pasto de eruditos y que su nombre aparezca en artículos rescatadores o en los índices onomásticos de las colecciones de la novela corta. Por cierto que las cubiertas de las ediciones de Pueyo, como sucedió en las recién mencionadas series periódicas, exhiben la pujante belleza, a menudo expresionista, que caracterizó el arte gráfico de su época.

   En la nutrida bibliografía de la literatura acerca de este tiempo faltaba un libro como este porque, efectivamente, no ha sido el mundo editorial lo más privilegiado en las indagaciones de los estudiosos y quien fue calificado, un poco excesivamente, como “patriarca de la edición española”, merecía más atención que la que se le había otorgado en las notas al pie de numerosas ediciones.  

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com

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