La caja nocturna: el número inicial de una revista literaria. «Las otredades»


   Por Jesús Soria Caro

     La caja nocturna en su primer número nos ofrece secciones literarias cargadas de poesía, lo hace en el sentido originario que estableciera Aristóteles, es decir, contando y cantando los otros mundos que no han podido ser, las otras verdades que han quedado silenciadas, las miradas ajenas a la que sigue lo establecido desde el poder, el otro yo o no-yo que ha quedado desplazado y suplantado por el yo social y sus máscaras que borran su rostro libre.

   Ya desde la reseña inicial de Bendicho se recupera el concepto del hombre-niño en la obra de Leopoldo María Panero con referencias a Siddartha de Herman Hesse y al pensamiento de Aleister Crowley (el ocultista que se enfrentó a Pessoa en Lisboa porque este había discutido sus cálculos con la numerología cabalística, su ecuación esotérica desde el lenguaje oculto del universo que escribe de forma críptica en clave numérica acontecimientos de nuestras vidas). El autor toma como referencia el pensamiento de Jung aludiendo a que el niño simboliza en inconsciente, lo puro, libre, ingenuo:

   Crowley, como tantos entendedores de las ciencias ocultas, y no tan ocultas, nos habla de que es el niño de nuestro interior el único capaz de vislumbrar los conceptos naturales y atávicos que guarda nuestra mente, ese palacio o pirámide ocre de la que nos habla. Panero en muchos casos se comporta como tal, como un niño, como un ingenuo buscador que se entretiene acechando en los matorrales de la verdad, o que merodea en los senderos de los bosques imaginando aventuras, personajes, hazañas únicas; que sólo un niño puede apreciar. Al fin y al cabo, como nos dice Herman Hesse en Siddartha, ¿no es eso lo que somos realmente, Hombres-niño? (p7)

   Diego Palmath en su artículo se hace eco de la exposición de la obra de Osvaldo Lamborghini en Barcelona. Toma como poética El fiord y su teoría de la matriz rota que anida en la obra: “Lo seguro es que existe una “matriz” de la obra; pero se trata, siempre, de una “matriz” “rota” (para siempre). Mallamé lo señala correctamente cuando escribe: “La destrucción fue mi Beatrice”. Palmath nos recuerda que “El fiord” nació negado, impuro, sucio y, en su alumbramiento, podemos observar una de las expresiones literarias que más han transgredido la literatura de finales del siglo XX. También señala que el libro podría leerse como una parodia de Freud e incluso podríamos hacer una lectura desde la propuesta filosófica de Maurice Blanchot. También se resalta como principios de estilo el barroquismo hermético y su tendencia a la autodestrucción del sentido.

     Roger Santivañez analiza la obra de Carmen Ollé resaltando el conflicto norte-sur, el dominio del eurocentrismo. La inferioridad cultural establecida desde la mirada cultural norteamericana y europea que la autora cuestiona:

 

Del botín que es la cultura me pregunto por el destino

¿Por qué Genet y no Sarrazine?

o Cohn Bendit

Dutscke

Urike/ y no las pequeñas militantes que iluminaban mis aburridas

clases en la U

   Aquí es donde aparece esa otredad cultural que defiende la cultura andina frente al centro de “verdad socio-cultural” que imponen otras culturas preponderantes y anuladoras de las diferencias. Lo hace estableciendo el mismo nivel de lucha entre las fundadoras de la Fracción del Ejército Rojo de Andreas Baader en la Alemania de los 70s y las estudiantes izquierdistas de San Marcos en los 60s y 70s.

  La música también tiene un espacio relevante en la publicación. En este caso encontramos un análisis “poético” de la letra de las canciones de Héroes del silencio. Juan Carlos González nos habla de letras ambiguas, explosivas, simbolistas, surrealistas:

   Enrique Bunbury, ávido lector, creó una obra lírica bella, extraña, asentada en la literatura universal y española con gran atino, inspirándose en grandes maestros como Benedetti, Baudelaire, Rimbaud, William Blake, Antonio Machado, La Generación del 27.

   Es interesante el recorrido que hace el autor por la discografía de la banda, analizando sus influencias musicales, el contenido de las canciones y las referencias literarias. En el primer álbum El mar no cesa (1988) se destaca la influencia afterpunk de bandas como The cure, Joy Division, The Smiths. El contenido de las canciones es: “lirismo intimo … marcado por los miedos de cada uno”. El segundo supone una evolución hacia un estilo hard rock, rock gótico. Se destacan como grupos influyentes The Mission UK, The Fields of the Nephilim, señalándose la influencia de La Generación del 27. Este tercer disco es más poético y filosófico, por lo que señala el autor:

   … es el álbum más simbolista, más surrealista y el que mejor trata el tema de los excesos.  De Las influencias literarias vienen de la tradición budista e hindú, libros como Siddartha de Herman Hesse o poemas malditos del siglo XIX como William Blake, Baudelaire o Rimbaud. La gran mayoría de las canciones contienen una carga simbólica muy fuerte.

   El último trabajo editado mientras la banda todavía existía, Avalancha (1995) es retratado como anarquista y nihilista: “Las letras expresan una fuerza que invita al oyente a actuar frente a la pasividad, a pensar, a rebelarse”. También citará el disco de singles, caras B, en el que se resalta que las letras están cargadas de simbolismo surrealista, influidas por Vicente Aleixandre o Rafael Alberti.

   La elección en la sección de poesía de, entre otros grandes poetas, unos textos de Dolan Mor es muy acertada en relación a los principales temas tratados en la revista. No hay autor que encaje mejor en este primer número en el que se alude tanto a las otredades que deben ser defendidas frente a un centro impositor de nuestra mirada social, vital y moral. Los heterónimos que en cada poemario diluyen la identidad del yo poético que siempre pasa a ser otro, a ser nada para serlo todo, ya nos hablan de la liberación de la idea de identidad subjetiva. No somos tan reales, no somos más que la creación ficticia de las normas sociales, morales, de nuestra historia vital que dibuja nuestra ilusión de yo. Por eso hay que ir hacia lo otro, lo libre, lo que se ha dejado fuera, ya que al ser dejamos de ser lo otro que podríamos también haber sido. Cada uno de los poemas supone una evolución involutiva de la razón del lenguaje (casi en un viaje similar al de Altazor) y del título: CETRIL/CETRI/CETR/CET/CE/C.  Un juego del lenguaje y sus sentidos impuestos que implica también la disolución de la identidad de quien no quiere entender la realidad desde su configuración lógico-semántica y su ideología de lo que debe ser verdad o centro. En el tercero de esta serie, el yo del pasado es la sombra del yo perdido. La belleza y la fuerza femenina tránsito hacia la locura, la muerte de la identidad. El lenguaje en cada poema se disuelve con mayor ruptura con lo lógico, lo hace como también sucede con la identidad que aquí se cuestiona, va perdiendo la coherencia.

    Son interesantes los libros reseñados y la lectura crítica de los autores. En definitiva, un gran número inicial que abre la caja (nocturna) de Pandora de todas las otredades que quedaron fuera desde la luz oficial configuradora de modelos de vida impuestos.

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