Colchón de púas: Lola Montes, la cupletista que estrenó «El novio de la muerte»


Por Javier Barreiro 

    El nombre de Lola Montes (1821-1861) evoca una famosa bailarina irlandesa, cuyo nombre real fue Elizabeth Gilbert, que tuvo amores con Liszt y Alejandro Dumas y de la que se enamoró perdidamente Luis I de Baviera.

   Después, huyó a los Estados Unidos con uno de sus varios maridos y abrió un saloon en California, territorio que quiso anexionarse y llamar Lolaland, a través de un golpe de estado que no llegó a producirse, para terminar mendigando por las calles del violento Nueya York que nos pinta Luc Sante en Low Life.

   El personaje dio lugar a obras de teatro y, después, cinematográficas, de modo que, a principios del siglo XX era un nombre popular. En España, el maestro Vives había dado a la luz (1902) una zarzuela con ese nombre, que se representó durante muchas temporadas en los teatros del país.

   Así pues, no es extraño que, entre la caterva de jóvenes con escasos medios económicos que por su agraciada figura, por sus dotes para el cante o el baile o para hacer foyer que, en las dos primeras décadas del siglo XX, se lanzaron a la escena de las varietés, alguna de ellas escogiera el nombre tan español de la aventurera irlandesa. Veamos un ejemplo referente a una de las no afortunadas, que da cuenta de su actuación en el teatro de Alfaro (Logroño):

    Trabajó un solo día La Bella Lolita, que ahora le da por anunciarse Lola Montes, y, como es muy natural, en la larga lista de sus fracasos ha tenido que añadir el que tuvo en este teatro. Lo mejor sería que esta artista volviera a su antiguo oficio de vendedora de periódicos, pues con ello ganaríamos todos.

                                                                                                        (Revista de Varietés, 10 mayo 1914)

   Sólo una de estas nuevas Lola Montes logró trascendencia en este difícil mundo aunque su carrera fue corta. Se llamaba  Mercedes Fernández González, una bellísima madrileña -de Lavapiés, como La Fornarina, a la que admiró y a la que se parecía- y comenzó en la escena con su verdadero nombre, que sustituiría por el de Lola Montes, al cambiar de género.

     Es difícil adentrarse en su peripecia porque los pocos que brevemente han escrito sobre ella, mezclan tiempos y lugares, con lo que muchas veces no hay forma de separar el dato de la suposición. Trataré de acorralar únicamente aquello que parece evidente o, al menos, tirando a cierto.

   Proveniente de una familia con escasos recursos, se ha escrito  que comenzó como tiple cómica de zarzuela en los teatros Martín, Reina Victoria, Gran Teatro y La Zarzuela. También se alude a su participación en el año 1908 en obras como La generalaLa casta Susana El país de las hadas. Mercedes Fernández había nacido el 24 de septiembre de 1898*, con lo que en la fecha antedicha sería una niña. Retana cuenta que actuó en el Teatro Real y en 1976, también lo corroboraría la propia Mercedes, que, probablemente con alguna exageración, se arroga el título de primera bailarina.

Más probable parece que lo hiciera en teatros como el Martín o el Gran Teatro[1] de la calle Marqués de la Ensenada, como vicetiple.

      De hecho, he documentado su actuación en el estreno (7-IX-1916) en el primero de dichos escenarios de El alegre Jeremías, una obra del género chico que los autores, Aurelio Varela y Francisco de Torres, rotulan como “película cómica”, y que es una de las primeras músicas compuestas para el teatro por el luego triunfador maestro Alonso. Mercedes actuaba también en la obra que completaba el programa, El país de las hadas, revista tirando a sicalíptica, que había sido estrenada en 1910, con gran éxito y cuyos números se llevaron al disco durante muchos años. En la primera de ellas, Mercedes interpretó el papel de La paraguaya. La obra, dentro de su ligereza, fue muy bien recibida por la crítica y el público y estuvo mucho tiempo en cartel. Al parecer, a los pocos días del estreno, Mercedes hubo de sustituir a la protagonista Adela Taberner y lo hizo a gusto de todos.

    Un debut muy afortunado fue el de Mercedes Fernández, de elegante y grácil figura, que viste con exquisito  gusto y descubre excelentes condiciones para el teatro. Con buen pie, por lo menos, entró.

                                                                              ABC (7 noviembre 1916, pag. 17).

    De hecho, diez días después aparecen en este mismo diario, bajo el marbete de “Primeras tiples del Teatro Martín”, fotografías de Adela Taberner, Mercedes Fernández, Esperanza Peris y Teresa Bordás.

     Tras el éxito de El alegre Jeremías, a mediados de enero de 1917, Mercedes aparece como como tiple cómica en el elenco de la nueva compañía que reabriría el T. de la Zarzuela, donde se representaría La mujer de Boliche, en la que también cosechó elogios, como en el resto. La última actuación que he localizado, ya como primera tiple cómica, fue en el madrileño Magic Park, un teatro de verano, que tuvo corta vida.  Allí estrenó el 10 de julio de 1917 la “revista fantástica” La vida es un soplo en la que encarnó al vino de Montilla, la gaseosa y el champagne**. No llegó a estrenar La costilla de Adán, prevista para el 1 de agosto. Cinco días antes El Día informaba que Mercedes había decidido despedirse tras las disputas entre la empresa y las tiples, obligadas por aquella a desfilar entre butacas.

   Este parece ser el momento en que decide su pase a las variedades, alentada por Serafín Pozueta, un fuerte empresario del espectáculo con el que ya había trabajado y con el que, en pocos años, contraería matrimonio. Teniendo en cuenta los escasos de emolumentos que percibían las tiples y dada la belleza de Mercedes y su buen desempeño en las tablas, vería en ella posibilidades de triunfo en el género de moda, el cuplé, lo que corroborarían otros amigos y admiradores como los libretistas Palomero y González del Toro, autores que colaboraban con el Magic Park. Pero, sobre todo, Álvaro Retana, el autodenominado “sumo pontífice de las variedades en España”, quien la puso en contacto con maestros que le enseñaran y escribieran canciones, aparte de proporcionarle él mismo algunas y dibujarle los figurines, actividad para la que estaba tan bien dotado. También fue quien, por la sonoridad y popularidad del seudónimo, propuso el nombre artístico de Lola Montes.

   Durante los meses siguientes la prepararon varios de los mejores compositores de cuplé, como Sanna y Larruga. Eco Artístico, la revista más intensamente dedicada a las varietés en esta década, la vio ensayar en la academia del maestro citado en último lugar y escribía en su número del 15-X-17:

…una joven y bonitísima ex tiple cómica que pasa a varietés en donde tendrá éxitos enormísimos. En los siete couplets que la ví ensayar está estupendamente bien y, desde luego, la monísima Lolita hará desprender muchos moños.

   En esta misma publicación (5-XI-17) el maestro Sanna le auguraba un brillante porvenir y veinte días más tarde, Eco artístico le otorgaba su portada y un largo comentario interior en el que, entre otras cosas, se leía:

    Dentro de pocos días, en el escenario del Teatro Eldorado de la ciudad condal, aparecerá esta preciosa criatura, que deja el campo de la zarzuela, donde tantos triunfos alcanzó como tiple cómica para dedicarse de lleno al couplet y conquistar palmo a palmo una decisiva victoria (…) aspira a ser soberana sin que en su reinado haya figuras de conjunto que se apropien el éxito o la comprometan con su trabajo (…) Lola Montes canta muy bien, tiene una clara dicción y sus espléndidas toilettes acreditan la fama de los modistas Thiele, Marsals y Pascaud. Los maestros Larruga, Sanna, Yust, Font, Romero, Abades, del brazo de los libretistas Montesinos, Tecglen, Retana y otros ofrendaron a Lola Montes sus mejores composiciones (…) y si aún oficialmente no se ha descorrido el velo que oculta a esta futura canzonetista, tiple ayer, podemos asegurarle un éxito tan ruidoso que pueda con él orlar la primera página de su historial de arte en esta su segunda etapa en el teatro (…) ¿Habrá hoy quien se atreva a llamarlo, con semejantes artistas en su seno, “género ínfimo”?

   Efectivamente, la nueva Lola Montes, tras una campaña de presentación en periódicos y carteles callejeros de casi un mes, debutó en Eldorado, el mejor teatro de variedades de Barcelona, el 29 de noviembre de 1917 y se mantuvo en cartel hasta el 14 de diciembre. Durante las Navidades actuó en Mataró y otras localidades catalanas y aprovechó para grabar en discos Odeón que salieron a la calle en febrero de 1918. Emprendió inmediatamente después una gira para darse a conocer en España: A principios de enero compartía cartel con Raquel Meller en el Teatro Circo de Albacete, después el Teatro Principal de Burgos, el Eslava de Valencia, el teatro de Alcoy…, siempre con éxito hasta llegar a Madrid, donde debutó a finales de marzo de 1918 en el teatro Romea, con lujosos figurines de Retana. El 14 de mayo pasó, para seis únicas funciones, al teatro Príncipe Alfonso y también sustituiría durante dos días en el Trianon Palace a una Raquel Meller enferma hasta que, llamada por la empresa de Eldorado, el lugar de su debut, reapareció a finales de mayo como número final cobrando 250 pesetas por noche.

    La actividad de Lola Montes es durante los meses siguientes agotadora y siempre ponderada por excelentes críticas en las que se destaca su belleza, su simpatía, el lujo de su presentación en el escenario y la variedad y calidad de su repertorio, subrayadas por su instruida voz de soprano.

   Conocemos su gustos como artista y sus ganancias por los gacetilleros y reporteros de la época, de los que, por otra parte, no había que fiarse ni poco ni mucho: Lola Montes prefería los cuplés chulescos y los del “género fino francés”. Su vestuario llegó a totalizar 119 trajes y decenas de mantones de Manila. Contrariamente a lo que se estila hoy, por el menor temor a Hacienda y extorsionadores diversos, los artistas y toreros solían presumir de sus posesiones y ganancias. El valor del vestuario de Lola Montes, casi siempre elaborado en la parisina Maison Thiele, que tenía sucursal en Postas, 25 y como dibujante en exclusiva a Retana, se estimaba en 60.000 pesetas.

    A pesar de los teatros que su protector Serafín Pozueta controlaba en el Nuevo Continente, Lola tardará en dar el paso al que todos los artistas de éxito aspiran: el viaje a América, donde se ganaba mucha más plata. En febrero se había despedido de Portugal, donde cobraba 500 pesetas por función y, en sus muchas actuaciones preparaba el repertorio para el que sería un  largo periplo americano, que emprenderá a finales de abril.

  En mayo de 1920 debuta en el Teatro Nacional de La Habana, al que volverá en septiembre, mientras se mueve por distintos países (Costa Rica, Panamá, Perú, Bolivia, Brasil, Chile…) hasta llegar a Buenos Aires, donde actuará seis meses entre el clamor popular. Justo un año después de su salida, desembarca en Las Palmas y no parece tener prisa por llegar  a la península, pues, con un enorme éxito, actúa tanto en esta isla como en la de Tenerife durante más de dos meses, concretamente hasta el 10 de julio. Totalizó 92 funciones en las Canarias, entre otras razones porque a la excelsitud de su arte, unía un repertorio tan amplio que podía renovar en cada actuación. Al llegar a Andalucía trabaja en el Royalty Victoria de Córdoba y en el teatro Vital Aza de Málaga, antes de volver a cruzar el estrecho para llegar a Marruecos, que se encontraba en lo más intenso de la guerra  que enfrentaba a las kabilas de Abd-El-Krim con el ejército español.

    Este hecho desencadenó el que quizá, sea el mayor título de pervivencia de la artista: haber estrenado en el citado teatro malagueño Vital Aza, ”El novio de la muerte”, sin duda, el más inspirado de los himnos, que ha tenido la Legión, aunque esta composición sea en realidad un cuplé, que, a principios de julio de 1921, entregó a la artista Fidel Prado y musicó Juan Costa.

      La propia cantante adujo muchos años después que la duquesa de la Victoria, directora de los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos, asistió al acto y fue quien  que le propuso cantarlo en Melilla. Pero, tanto la letra como la enaltecedora música parecen haber sido escritas pensando en el cuerpo de la Legión, tan recientemente creado (Real Decreto del 18-I-1920) y tan protagonista en las calendas que, a la sazón, corrían. Paco Casaña, director de una obra teatral basada en la canción, defendió que ésta “tiene su origen en la caída del primer caballero legionario Baltasar Queija Vega”. Al parecer, este voluntario, natural de Riotinto (Huelva), donde tiene dedicada una calle y nacido en junio de 1903, recibió una carta en la que se le comunicaba la muerte de su novia y rezó para que la primera bala del combate fuera para él, como así fue en un ataque de los kabileños en las cercanías de Tetuán, desarrollado el 7 de enero de 1921. En la camisa de Baltasar, que aún no había cumplido los 18 años, se encontró una carta y un retrato de la novia, que propiciaron el nacimiento de la canción. Otra versión indica que lo que se halló en su camisa fueron los versos que el mismo había compuesto y que Fidel Prado incluyó en el cuplé:  “Por ir a tu lado a verte / mi más leal compañera, / me hice novio de la muerte, / la estreché con lazo fuerte, / y su amor fue ¡mi Bandera!”.

    El debut estaba anunciado el 23 de julio en la inauguración del nuevo recinto del Parque de Caridad, antes Parque  de Espectáculos, pero el desastre de Annual, acontecido un día antes, lo hizo imposible. Aunque la matanza –unos diez mil soldados- y la retirada seguirían los días posteriores, la ciudad de Melilla trató de recuperarse del trauma y el 30 de julio de 1921 programaría el debut de Lola Montes en el Kursaal, como fin de fiesta de la compañía teatral que dirigía Valeriano León. La artista, vestida de enfermera, cantó  en él “El novio de la muerte” y suscitó el entusiasmo, de modo que un público, más que sensibilizado, se la hizo repetir tres veces. Después, triunfarían con esta canción Salud Ruiz, el imitador de artistas –travestis, se llamarían al correr de los decenios- Derkas y La Goyita. Incluso en 1925 sería grabado por un artista lírico como Federico Caballé.

    Tras la llegada de Lola Montes a la península, su carrera prosigue la tónica anterior: los contratos le llueven y así continúa hasta 1922, año en que decide comprar una casa en Logroño para abandonar su domicilio madrileño de Jacometrezzo, 57, casarse e irse a vivir con Pozueta, aunque seguirá cumpliendo sus contratos hasta mediados de 1923, lo que, según Retana, le valió para comprar otra casa en la plaza de Oriente, que habitaría años después.

    Desde entonces desaparece totalmente de los medios de comunicación aunque sabemos que el 7 de marzo de  1930 dio a luz a un hijo de Pozueta, al que pusieron José Manuel y quedó huérfano durante el verano de 1937. En 1941 volvería a matrimoniar con Federico García Sánchez.

    Tras más de medio siglo de silencio, Lola Montes reaparecería en 1976, año en que sabemos veraneó en Alicante, y con una carta dirigida al ABC en la que reivindicaba haber sido la creadora de “El novio de la muerte”, en contra de la versión que en un artículo publicado en el mismo periódico, había dado el escritor y militar Antonio Maciá Serrano.

     Señor director: En ABC, que tan digna y acertadamente dirige, el pasado día 19 aparece una crónica del señor Maciá Serrano con el título “Del cuplé al himno, pasando por la Legión”, en la que dice textualmente, entre otras cosas: “Eran aquellos años –ahora se cumplen los cincuenta y seis- de la fundación de la Legión, y hacia el 21, cuando el Tercio salvó a Melilla, otra canzonetista, Salud Ruiz, tocada con gorrito de legionario, cantó aquello de…”

    No, señor director, esto que asevera en su artículo del señor Antonio Maciá Serrano no es cierto. La verdad rigurosa es como sigue:

    Por iniciativa de la señora duquesa de la Victoria –aprovechando que yo me encontraba en Melilla durante el verano de 1921, es decir, en pleno asedio de la ciudad, la compañía de Valeriano León me contrató como fin de fiesta. Y como un número de mi programa figuraba esta canción, cuyo tema era exaltar la valentía y heroicidad de la Legión.  Loa autores de la letra y música de esta canción, Fidel Prado y Juan Costa, respectivamente, concediéndome la exclusiva del estreno, como asimismo en varios meses siguientes. Por lo que antecede ninguna artista pudo cantar esta canción desde 1921. En mi estancia en aquellos dramáticos días de Melilla tuve ocasión de conocer a los generales Silvestre, Saliquet y Berenguer. Mi actuación fue un éxito indescriptible. Cuando aparecí en el escenario vestida de enfermera, el público, compuesto por figuras relevantes de la vida civil, jefes, oficiales y tropa, me dedicó una entusiasta ovación. Y cuando terminé la canción, el auditorio, en pie, estuvo aplaudiéndome un largo rato, lo que me produjo una dulce y tierna emoción. Baste decirle, señor director, que esta canción-himno me la hicieron repetir tres veces.

   Creo que comprenderá señor director, que no es agradable para mí ni para la verdad informativa, el haber escrito y publicado el señor Maciá Serrano que esta canción, que después fue el segundo himno de la Legión, fue cantada por otra canzonetista.

   En este verano, los medios de información, radio Nacional, emisoras no oficiales, diarios y revistas han difundido mis auténticos éxitos cantando la citada canción en Melilla. Y ahora, al aparecer en ABC el artículo en cuestión, en el que se afirma que la intérprete de esta canción-himno fue otra artista, producirá inevitablemente confusión y desconcierto en los lectores y pueden creer que yo he sido una impostora.

   Mi nombre es Mercedes Fernández González y artísticamente fui Lola Montes, que tanto popularicé con mis actuaciones como primera bailarina en el Teatro Real y con mis actuaciones en los principales escenarios madrileños, de provincias y del extranjero.

     En espera de verme complacida en mis justos deseos, pues usted comprenderá que por mi avanzada edad no lo hago por vanidad ni publicidad, sino simplemente para que en este asunto impere la verdad y yo no quede en ridículo.

   Días más tarde, Antonio Maciá, contestó caballerosamente reconociendo su error y poco después (1977) Mercedes sería nombrada “Legionaria de honor”. La artista falleció en Madrid el 7 de enero de 1983.

[1] Incendiado en 1920.

*Esta fecha, la de su muerte y alguna otra precisión, se las debo a don Fernando Pozueta de Paredes, nieto de la artista.

**Gracias a Mª Luz González Peña, por facilitarme el libreto.

                                                                   REPERTORIO

Aguadora sevillana-Al arrullo de las olas-Amor salvaje-¡Ay, Torcuato!-Besos fríos-Broma de carnaval-Cett’est ma chemise-De Méjico-De pena en pena-El amor de Lilí-El antifaz de plata-El caramelito-El castizo José-El gran peligro-El naranjero-El novio de la muerte-El pequeño bolchevique-El Quimbombó-Es Colombina que pasa-Fado Lolín-Gloria pura-Historia amarilla-Industán-La cautiva-La chulilla verbenera-La curalotodo-La estudiantina pasa-La farándula pasa-La gitana de Sevilla-La gitana taranta-La Kananga-La maja moderna-La Mani-Cura (La manicura moderna)-La marquesa coqueta-La niña de la bola-La niña de postín-La pequeña bolchevique-La pinturera-La sed de amar-La vida es humo-Margarita Gauthier-Mi canción a España-Mi caprichito-Mimí-Nieve de la sierra-No sabes querer-Presentación-¡Qué mala es la gente!-Siempre Aragón-Todo por la moral-¡Vaya Vd. a saber!-Y ayer se cayó una torre

                                                                 BIBLIOGRAFÍA

Casares Rodicio, Emilio, Historia gráfica de la zarzuela. Del canto y los cantantes, Madrid, ICCMU-Fundación de la Zarzuela Española, 2000, p. 297.

Fernández de la Torre, Ricardo, “Cuatro músicas legionarias”, Reconquista, octubre 1979.

-, “Por la muerte de una canzonetista”, Reconquista nº 392, marzo 1983, pl. 34

-“La historia de ‘El novio de la muerte’ y otras canciones legionarias”, Ejército, pp. 49-53.

González Peña, Mª Luz, Voz “Fernández, Mercedes [Lola Montes]”, Diccionario de la Zarzuela. España e Hispanoamérica I, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2002, p. 758.

Pérez Sanz, Pilar y Carmen Brú Ripoll, El cuplé: una introducción a la expresión lúdica de una erótica ‘ínfima’, Madrid, Instituto de Ciencias Sexológicas. Revista de Sexología nº 36, 1988.

Retana, Álvaro, Historia del género frívolo, Madrid, Tesoro, 1964. p. 135.

-, Historia de la canción española, Madrid, Tesoro, 1967, pp. 185-186.

Mujeres de la escena 1900-1940, Madrid, Sociedad General de Autores de España, 1996, p. 218.

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com

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