Nuevos libros sobre el cine y sus artifices

My beautiful picture

Por Don Quiterio

  Fernando Usón y Roberto Sánchez son, respectivamente, autores de dos recientes libros de cine. La filmoteca de Zaragoza que dirige Leandro Martínez, en su sección de programación, los ha acogido como reconocimiento a una labor callada, laboriosa y de indudable importancia cultural.

   Mientras Usón se acerca al director texano King Vidor, con duelos al sol o sin ellos, Roberto Sánchez elige su idolatrado jazz como fuente de inspiración. Usón –profesor de matemáticas, cineasta independiente y colaborador de esta revista- habló en la presentación de su amor por el cine clásico en general y de Vidor en particular.

  Dijo Usón que la mítica revista de cine francesa ‘Cahiers du cinèma’ encumbró a Ford, a Walsh, a Wellman, a Hathaway, a Wyler, a otros muchos, y se olvidó de Vidor, cuando, encima, le copiaron todos. Igualmente habló Usón de cómo el descubrimiento del autor de ‘El manantial’ fue una auténtica revelación en su manera de entender el estado de las cosas. Un director  del que han bebido Ozu y Scorsese, Bergman e Hitchcock, de un singular carácter romántico, de una rara intensidad, de una innegable pureza cinéfila, siempre a favor del individuo y en contra de todo sentido de colectividad. O medita acerca del hombre violento que ha quedado desfasado de su tiempo. El ser humano, ya se sabe, es gregario. Y necesita un jefe.

  Fruto de todo ello es el ejemplar ‘King Vidor, la conquista del espíritu’, publicado por la editorial Arkadin, en el que Usón cuenta la pasión que siente por el realizador de ‘El gran desfile’ (1924), ‘Y el mundo marcha’ (1928), ‘Aleluya’ (1929), ‘El campeón’ (1931), ‘El pan nuestro de cada día’ (1934) o ‘Noche nupcial’ (1935). Es precisamente esta última la que ha servido de complemento a la presentación del libro, el relato de un famoso escritor (Gary Cooper), en un momento de decadencia tanto profesional como personal, que descubre el amor puro en una chica de campo (Ana Sten). Para Usón, ‘Noche nupcial’ es uno de sus títulos preferidos en la filmografía de Vidor, quien plantea la vuelta a la naturaleza como forma de recuperar la pureza, uno de sus temas favoritos. El monólogo final del protagonista ante la destrucción de sus sueños es uno de los momentos más emocionantes del cine de Vidor.

  Usón ha dividido su voluminoso texto sobre Vidor en dos partes. En la primera se concentra en la producción desde sus inicios en el cine mudo hasta 1937, cuando dirige ‘Stella Dallas’, otro de sus excelentes melodramas, remake –a su vez- del tremebundo folletín que Henry King rodara doce años antes. El segundo volumen aborda su filmografía desde ‘La ciudadela’ (1938) hasta su testamento cinematográfico con la discutible ‘Salomón y la reina de Saba’ (1959), con especial hincapié en ‘Guerra y paz’, la adaptación por excelencia de la mastodóntica novela de Tolstoi realizada por el cineasta estadounidense en 1956 con la ayuda del italiano Mario Soldati en las escenas bélicas. El libro del novelista ruso, según Usón, no es tan bueno como parece, lo escribió a lo largo de muchos años y se le perdían los personajes por el camino. Vidor, incluso, se inventa parte de la trama para organizar el caos de Tolstoi. Y engrandece su película.

  El también profesor Roberto Sánchez, por su parte, es el autor del libro ‘Jazz de película’, con prólogo del compositor y guitarrista Joaquín Pardinilla, todo un análisis ponderado del nexo histórico entre las dos artes. El volumen, de la editorial zaragozana Doce Robles, habla de películas, de músicos, de cineastas, de piezas concretas, y consta de notas, glosario de términos técnicos, filmografía y listado de músicos mencionados.

  El profesor Sánchez tuvo el honor de presentar el ciclo que la filmoteca de Zaragoza ha dedicado al universo del jazz. El documental hispanocolombiano ‘Playing Lecuona’, codirigido en 2015 por Juan Villar Betancort y Pavel Giraud (el autor de ‘La edad de la peseta’), con las apariciones de Claudio Valdés, Michel Camilo o Gonzalo Rubalcaba, y premiado en el pasado festival de Montreal, dio paso a tres importantes filmes: ‘Encuentro en la noche’ (Fritz Lang, 1952), ‘Ascensor para el cadalso’ (Louis Malle, 1957) y ‘¡Quiero vivir!’ (Robert Wise, 1958).

  Benny Carter y los arreglos de Roy Webb componen la banda sonora de ‘Encuentro en la noche’, uno de los melodramas más conseguidos del gran Fritz Lang, con una Barbara Stanwyck en estado de gracia, encarnando a una mujer de vuelta a su pueblo natal tras una larga ausencia, y que se casa con su novio ‘de toda la vida’, pero ella le será infiel. Lang, que llevaba un parche en el ojo, como Ford y algún otro maestro más, hizo grandes obras en todos los géneros que pisó, desde sus títulos expresionistas al cine negro, wéstern, dramas o aventuras exóticas. ‘Encuentro en la noche’ es una película febril y atormentada, con un magnífico guion de Alfred Hayes basado en un original de Clifford Oddets, toda una asombrosa colección de imágenes en blanco y negro (soberbio el operador Nicholas Musuraca) en la que el cineasta alemán vuelca su pasión por el género. Muchos melodramas mexicanos de Buñuel tienen que ver con este filme.

  ‘Ascensor para el cadalso’ supone el debut en el largometraje de ficción de Louis Malle, uno de los más atípicos directores de la ‘nouvelle vague’ del cine francés. A partir de una novela de Noel Calef, el filme actualiza los códigos del thriller y crea una trama criminal tan amarga como desoladora en la que una mujer –atención a Jeanne Moreau- y su amante asesinan al marido de esta siguiendo un minucioso plan. Sin embargo, se verán enredados en una espiral de imprevistos, tensa y exasperante, atrapados por las calles de un París desolado y gélido, fotografiado en un contundente blanco y negro por el maestro Henri Decae. El argumento propone una estilizada variación del tema del crimen perfecto y constituye una de las mejores muestras del cine negro europeo. Con una estructurada trama, la caracterización sicológica de los personajes es tan importante como la propia intriga. Y la sobriedad formal se convierte en un aluvión de inaudita emotividad, agitada por una bellísima música de jazz de Miles Davis.

  La música compuesta por Johnny Mandel e interpretada por Gerry Mulligan, Art Farmer, Frank Rosolino y Red Mitchell sirve de contrapunto al filme de Robert Wise ‘¡Quiero vivir!’, protagonizado por una Susan Hayward en el papel de una exprostituta condenada a la cámara de gas. El realizador, con la ayuda de una impoluta fotografía en blanco y negro a cargo de Lionel Lindon, consigue un vibrante relato, repleto de signos inquietantes, toda una lección de cómo crear una atmósfera malsana y opresiva.

  Asimismo, una nueva tanda del ciclo denominado ‘Vagón de lujo’, que ha superado su barbecho del año pasado, ha regresado con tres conciertos y dos películas proyectadas en la filmoteca: los documentales españoles ‘Paul’s planet’, realizado en 2013 por Aleix Barba y Marc Sirisi, centrado en la figura del músico y artista plástico estadounidense Paul Fuster, de raíces catalanas, y ‘Venid a las cloacas’, premiado en el festival In-Edit y dirigido en 2010 por Daniel Arasanz, sobre la Banda Trapero del Río. Además, se programa en riguroso estreno el largometraje independiente aragonés dirigido por Alberto Pérez Espuña ‘El halcón del parnaso’, en el que el artista Sergio Abraín sirve de resorte para el desarrollo de la trama y en donde aparece, breve pero intenso, el director de esta revista, Dionisio Sánchez.

  Al mismo tiempo, se ofrece un pequeño ciclo dedicado a la academia del cine aragonés con ‘Don Quijote de la marcha’ (1999), divertido cortometraje de Jorge Nebra, con Manolo Cabezabo y Urko Serrate haciendo una parodia del clásico cervantino a través de las carreteras secundarias, y ‘Doctor Zhivago, cincuenta años después’ (2005), documental de Lucas Caraba en homenaje a la superproducción realizada en 1965 por David Lean, que también se programa, una de las epopeyas más grandes jamás filmadas, según la novela de Boris Pasternak, y que retrata el malestar de la sociedad rusa a principios del siglo veinte, con los melancólicos acordes del ‘Tema de Lara’ de Maurice Jarre. Se trata, en realidad, de un filme más abigarrado que sólido, cuyo trasfondo antisoviético y su romanticismo individualista –como el cine de KingVidor- le acarrea severas críticas por parte de la izquierda predominante en Europa. Finalmente, la sala de la filmoteca ha acogido varias secciones del festival de cine de Zaragoza, con las proyecciones desde los mejores cortometrajes de animación del mundo, según la pasada edición del certamen de Brasil, hasta dos apartados sobre el panorama y sobre el cierzo, con una charla sobre la poética del viento a cargo de Iván Pastor, de la universidad barcelonesa Pompeu Fabra.

  De este modo, se han programado ‘El mundo sigue’ (Fernando Fernán-Gómez, 1963), excelente filme del realismo social español sobre la novela homónima del escritor vasco Juan Antonio Zunzunegui, tercera parte de la trilogía que acoge ‘La vida por delante’ (1958) y ‘La vida alrededor’ (1959), con un opresivo fatalismo del mejor género negro y un impactante final; ‘Moon dogs’ (Philip John, 2016), certero drama británico con unos ajustados Jack Parry Jones y Tara Lee; ‘El viento’ (Victor Sjöström, 1927), lección magistral de lo que el cine silente es capaz de hacer sentir, a través de un naturalismo poético basado en una novela de Dorothy Scarborough; ‘El viento se levanta’ (Hayao Miyazaki, 2013), preciosa animación nipona que mezcla las referencias a la tradición samurái propia de Oriente con ciertos elementos de la cultura occidental, y ‘El viento nos llevará’ (Abbas Kiarostami, 1999), cine iraní coproducido por Francia, de un naturalismo desnudo, sin concesiones, como el de Rossellini o el de Bresson, en torno a un ingeniero que llega al Kurdistán, todo un diálogo de complicidad con el espectador, alejado de cánones, donde arte y vida se funden en una única experiencia de profunda humanidad.

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