Colchón de púas: El joven Sender, autor de los desconocidos guiones de Cocoliche y Tragavientos

167barreiropPor Javier Barreiro

    En una vieja librería barcelonesa di con seis cuadernos de 16 páginas de 21×14 centímetros, en cuya portada en color y sobre una franja naranja, figuraba el título, Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos, junto a la efigie de estos jóvenes detectives enmarcada en un círculo con la inscripción “Inservate et deoperivis”…

   …, frase latina a cuyo segundo miembro no encontraba traducción satisfactoria[1]. Bajo el título, figuraba el marbete “Episodios detectivescos por Sendercito” y, debajo de la franja, el número de cuaderno y el precio (10 céntimos). Las otras tres cuartas partes de la página las ocupaba una ilustración alusiva al argumento, firmada en cinco de los cuadernos por T. Gringo y en el segundo de ellos, por Zamba. El dibujante de las ilustraciones interiores era, en cambio, C. Rojo

   Inmediatamente, me apresuré a adquirirlos, pues, tanto el nombre de la publicación como la firma de Sendercito enlazaban con algunas oscuras y aisladas referencias que podían vincular a Ramón J. Sender con estas aventuras.

   La edición no lleva mancheta ni en ninguna parte del cuaderno se menciona dato alguno que diera cuenta del lugar, editorial o fecha de publicación. Sin embargo, la penúltima página contiene en sus seis números un jeroglífico, entre cuyos acertantes se sorteaban un monedero y un lapicero de plata. La solución había de ser remitida a la administración situada en la calle Putchet, 37 que, tras algunas averiguaciones, comprobé que se trataba de la sede de la revista Charlot, a la que después se volverá.

   Antes, afrontaremos un breve recorrido por las referencias que relacionan al gran novelista oscense con estos cuadernos.

  En Crónica del alba, Sender menciona de pasada a dos personajes de ficción cómica infantil, Cocoliche y Tragavientos y a quien fuera el primer inventor de sus correrías:            

   Un joven alto, más viejo que yo, taciturno y melancólico… Era escritor y en ese oficio ganaba dinero. Se llamaba Sánchez Bosque y era el inventor de una serie de aventuras cómicas de dos detectives: Cocoliche y Tragavientos… Siempre lo he recordado con respeto y amistad[3].

   Pedro Sánchez Bosque –o Bosqued, que de los dos modos aparece en las escasas ocasiones en que he visto impreso su nombre- trabajaba como guionista en Charlot, el semanario festivo barcelonés que los estudiosos consideran como el primer tebeo español de inspiración cinematográfica. Había sido fundado por Miguel Navarrete en febrero de 1916, su formato era de 32×22 centímetros y en su primera etapa alcanzó los 425 números. En 1917 lanzaría un suplemento en formato de 22 x 16 cm, que totalizó 181 números. Se publicó hasta 1924.

   Fue esta revista la primera que recogió en sus páginas en forma de historieta las aventuras de los detectives Cocoliche y Tragavientos, con guión del mencionado Sánchez Bosqued y dibujos de C. Rojo. En principio, ocupaba una página, con ocho viñetas y un breve texto (de dos a cinco líneas) bajo ellas; el argumento iba desarrollándose a lo largo de los sucesivos números. En su primera parte se denominó “Hazañas del detective Cocoliche o el diamante de un millón de dólares”. La segunda,  “Los Misterios de Manifloja – La mano que apretará”. Aunque ausente del título, Tragavientos, el secretario del detective a la manera de Watson, aparecía en el transcurso de la historieta y llevaba habitualmente la peor parte. Como el después famoso Mortadelo, los detectives utilizaban, en ocasiones, el disfraz en sus pesquisas. Parece que el guionista era el mentado Sánchez Bosqued.

   Este tebeo fue popular en su época hasta el punto de que, años más tarde, Jardiel Poncela escribía en el prólogo de Amor se escribe sin hache (1929):

    En la infancia, mis primeras lecturas fueron alborotadas, incongruentes y diversas, lo cual siempre les acontece a los niños que aman los libros y que han nacido de padres inteligentes . Dueño de varias grandes librerías repletas de volúmenes, leí al mismo tiempo a Dante que a Dickens, a Aristófanes que a Andersen, a Píndaro que a Amicis, a Ovidio que a Byron, a Swedenborg que a Ganivet, a Lope que a Dumas, a Chateaubriand que a Conan Doyle, que al ignorado autor de “Cocoliche y Tragavientos”… Debo declarar que entonces todos me emocionaban lo mismo, y ha sido preciso que los años pasasen para comprender -y para atreverme a decirlo- que el Tasso es insoportable y para preferir una página de Julio Verne traducida por un analfabeto a toda la “Ilíada”, recitada por Homero en persona.

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   Sin embargo, décadas después, dichos personajes empezaron a ser cubiertos por el manto del olvido hasta que en la primera edición de las conversaciones de Max Aub con Luis Buñuel, éste se descolgaba con las primeras noticias acerca de la participación de un joven Sender en la autoría de los tebeos de Cocoliche y Tragavientos (Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos):

   Yo creo que Sender nunca ha contado que hacia 1918 él escribió para un editor de Barcelona una revista semanal de tiras cómicas, que se llamaba Cocoliche y Tragavientos. Los nombres se hicieron muy famosos en España  El editor no le pagó nada por los primeros números pero al cuarto le mandó cien pesetas. Entonces Sender se fue al Hotel Inglés […] después de haberse comprado una pipa, tabaco y un pijama. Se metió en una habitación de las mejores y no salió de ella hasta en los dos días en que tardó en gastarse aquel capital […] Los dos días que estuvo en el Hotel Inglés también llovía y se pasó el tiempo detrás de la ventana, mirando llover…[4]

   Gracias a esta mención malévola, con la que Buñuel buscaba desprestigiar a su coterráneo con el que nunca congenió[5], se empezó a desenredar la madeja que vinculaba al escritor de Chalamera con los citados personajes de tebeo, así, Jesús Vived, su biógrafo,  recogía el dato en su edición de los primeros textos senderianos[6] y lo volvía a hacer, con las mismas palabras, en su biografía[7]:

   En cuanto a las “contratas” literarias, bien pudieron estar relacionadas con la revista Charlot que comenzó a publicarse en 1916 y en la que Rojo, su dibujante más famoso, daba vida a Cocoliche y Tragavientos, personajes que parodiaban a dos detectives.

   En el inicio de “Las brujas del Compromiso”, uno de los primeros cuentos de Sender, publicado en el diario madrileño La Tribuna (6-VII-1919), aporta un dato que puede esclarecer las circunstancias en que fueron  escritos los guiones:

   Cuando agonizaba 1917, asuntos familiares me llevaron por vez primera a Caspe. Conmigo llevé algunas “contratas” literarias de Barcelona, dispuesto a trabajar de veras.

   Sin embargo, y aunque en algunos estudios sobre el tebeo español se mencionan las tiras de Cocoliche y su compañero, no se había localizado la publicación que al principio describía ni en los estudios senderianos figuraba mención alguna a un seudónimo tan meridiano y poco enmascarador  como Sendercito, que disipa cualquier duda sobre la identidad del autor y que figura en la primera página de la publicación al principio descrita. Tampoco en la casi inabarcable bibliografía senderiana se da cuenta de este texto aunque Elizabeth Espadas lo cita en su exhaustivo y excelente catálogo bibliográfico[8] pero sin datarlo ni dar su título real ni el seudónimo y, además, incluyéndolo en la sección “Obra artística”, como si el joven escritor hubiera firmado los dibujos, en vez de los guiones.

    Fuera como fuese, un jovencísimo Sender de 16 años y durante las Navidades de 1917, que pasó con su familia en Caspe, o poco después, redactó estas aventuras, que habría que situar tras sus seis prosas zaragozanas de 1916-1917 y el poema alcañizano de 1918[9]. Salvo las citadas palabras de Buñuel, desconocemos totalmente las circunstancias a través de las que el flamante escritor oscense consiguió el encargo. Probablemente, sería él mismo quien se dirigiera al editor, mandándole algún episodio y éste lo contrataría. Lo cierto es que las tiras cómicas de los dos detectives habían logrado éxito popular y Sender todavía no era nadie en el mundo periodístico de entonces:

    “Cocoliche y Tragavientos”, los reyes del detectivismo, fueron la versión paródica y guasona de Sherlock Holmes y su ayudante Watson. Gozaron de una indudable comercialidad, hecho que les condujo a estar un amplio periodo en los quioscos de todo el país. Como la mayoría de los folletines, estaba ilustrado con pequeños dibujos; en este caso a cargo de C. Rojo.[10] 

    Aparte de la portada ya descrita,  analizaremos someramente el contenido de los cuadernos.

    En su segunda página[11] figura en todos ellos una historieta independiente de C. Rojo  que, en el caso del tercer número, es autorreferencial pues, en él,  un caballero se sorprende ante el griterío de una multitud y comprueba que se trata de compradores del propio tebeo de Cocoliche. La penúltima página contiene, como pasatiempo,  el ya mencionado concurso del jeroglífico y, en la página final, otra breve serie humorística protagonizada por los detectives, ya en su edad adulta. Lleva el curioso título “¡¡¡ ¿ !!!”,  y consta de tres viñetas que continúan en los cuadernos siguientes hasta el número final pero, al contrario de lo que sucede en la historia central, no finaliza en el tebeo nº 6 sino que concluye con el típico “(continuará)”.

    El texto senderiano de estos seis cuadernos alcanza un total de 72 páginas, con lo que es el más extenso de los publicados hasta entonces por el escritor de Chalamera y, como se dijo, va a relatar las aventuras iniciales de los dos personajes, antes de su consagración como detectives.  En su inicio, “De cómo empiezan sus aventuras”, cita a su creador, el dibujante Rojo, como inventor de la pareja:

   Me tomo la libertad de llamar canelo a todo el que no crea en la realidad vital del célebre detective asombro de grandes y chicos. No creas lector que solo ha existido en la imaginación de C. Rojo. No. Te equivocas de medio a medio si tal crees. Cocoliche y con él su discípulo Tragavientos, han vivido (…) Cocoliche ha vivido. Vive en nuestras memorias y vivirá en las de nuestros nietos, como un personaje extraordinario, como un extirpador automático de esa ralea de juramentados y sin juramentar que viven de la intranquilidad y la ralea del prójimo. ¿He dicho algo? Pues tened en cuenta que sólo he empezado. (p. 1).

   Percibimos en el tono desenfadado e irónico de estas primeras líneas la soltura de una prosa en la que, por otro lado, Sender no dará ninguna importancia al estilo sino que parece escrita con mucha más rapidez que reflexión.

   El argumento se reduce a una sucesión de episodios disparatados, salpicados de chistes verbales no demasiado originales. Bosquejaré un breve resumen.

   Tras el párrafo inicial citado, se dice que Cocoliche no dio que hablar hasta los quince años pero, a partir de ahí, se le presenta como un adolescente enredador y travieso, que gallea con sus compañeros de escuela y hace la vida imposible al maestro. Escondido en el retrete para huir de sus disciplinas, huye por un ventanuco y cae entre la paja de una carretela de gitanos que se dirigen a Amposta. En una posada son detenidos por los miñones y recluidos en húmedo calabozo. Desde la ventana de su celda oye a un niño de unos cinco años discutir con su madre. Es Tragavientos, al que indica que llame al teniente. Con mentiras, consigue su libertad, el teniente lo lleva de criado a su casa y, después, le permite embarcarse junto a la familia de Tragavientos, rumbo a África.

   El segundo cuaderno narra la travesía en el “Lusitania” y el abordaje de unos piratas que exterminan a la tripulación, incluyendo a los padres del niño, aunque la corta edad de la pareja de amigos permite su salvación.  Un motín cambia la correlación de fuerza entre los piratas, que se entregan a terribles refriegas. Cocoliche y Tragavientos se esconden en una pipa de agua. Una galerna hunde el barco y deja el barril a la deriva.

    En el tercero, la pipa aparece en una isla poblada por caníbales, que consideran a los náufragos hijos del sol. La peripecia, bastante hinchada y sin acontecimientos relevantes, continúa en el cuarto cuaderno con la huida por el mar, revestidos del corcho de un alcornoque, hasta que topan con un barco, aparentemente vacío, donde les sobrevienen peregrinos y misteriosos acontecimientos, que terminan abruptamente y sin más explicación, para encontrarnos al principio del quinto cuaderno en la ciudad de Londres, donde el detective Jhon (sic) Xewir afronta la delicada misión de encontrar la fábrica de los falsificadores que han inundado la capital financiera del mundo de billetes falsos. El detective embarca y, a la altura de los primeros islotes de Oceanía, los tripulantes avistan un misterioso transporte,  al parecer semiabandonado pero que, al acercarse, los cañonea y hunde y resulta ser el barco misterioso al que, en el cuaderno anterior, habían llegado los dos jóvenes. Solamente es Xewir, el detective, quien se salva, arribando al barco agresor. Tras innumerables y confusas peripecias, los culpables son colgados cabeza abajo y apaleados hasta morir. Esta aventura del barco fantasma presenta numerosas contradicciones, hechos confusos y fallos de raccord que delatan la rapidez y falta de atención con que debió de haber sido escrita.

    En el sexto cuaderno, tras aclarar que en el barco fantasma era donde se fabricaban los billetes falsos,  los tres detectives huyen en el submarino E-13, que antes había aparecido para ayudarles. Llegados a El Havre, Xewir es asesinado. El submarino traslada a los dos amigos a Londres. Allí son recibidos como héroes y alojados en un hotel de lujo, donde aprenden inglés y, felicitados por todo el mundo, se consideran ya detectives consumados. En los párrafos finales, también un tanto gratuitos y apresurados, se relata la detención de  los falsificadores, por parte de la Armada inglesa y, también del asesino de Xawir[12].

    Se trata, pues, de una serie de peripecias descabelladas sin progresión argumental, compuestas con trazos gruesos e ingenuos y dirigidas a un público muy juvenil, ya que Sender había demostrado en sus escritos anteriores otras aspiraciones en cuanto a contenido y estilo. Hay que desechar, desde luego, en estos textos cualquier ambición artística por parte de un joven, que, por otra parte y por sus circunstancias biográficas, había alcanzado muy pronto una madurez que hace un siglo solía llegar antes que en nuestras calendas, como se verifica al comprobar la temprana edad en la que publicaron sus obras primerizas muchos autores contemporáneos del joven Ramón.

    En la segunda década del siglo, la novela de detectives experimentaba un auge en España. Ya en 1900 se habían traducido episodios de Sherlock Holmes y periódicos como El Imparcial  publicaron folletines del personaje creado por Arthur Conan Doyle. También en las ediciones de novela corta contemporáneas a los guiones de Sender proliferaban las narraciones de este cariz, como atestiguan títulos de Noel, Hoyos, Belda o Carrère y otros escritores de esta generación que tuvo en las publicaciones populares su principal cauce de transmisión.

    Por entonces, el cultivo de la historieta tenía ya en España una tradición consolidada, si bien la Gran Guerra deparó en la nación un impulso industrial y financiero que llegó hasta las Artes Gráficas, especialmente en Barcelona, que fue arrebatando a Madrid el cetro de la historieta que ostentaba la capital. Durante la conflagración mundial aparecieron en la ciudad mediterránea tres revistas, Dominguín(1915), Charlot (1916) y TBO (1917), que cambiaron el rumbo del género.

    Sin embargo, el texto de Sender, aunque tenga una relación directa con la historieta, no se puede considerar como tal. Es, simplemente, una novelita ilustrada de carácter cómico dirigida preferentemente a un público juvenil sin otro propósito que la diversión de un lector poco exigente. No caben dudas de que el propósito de su autor al redactarla fue únicamente alimenticio. 

    Como contraprestación, es de señalar la riqueza de vocabulario, no exenta de alguna pedantería juvenil que incluye los latinajos y cierto gusto por los juegos y efectos lingüísticos. O la inesperada pirueta estructural entre el final del cuaderno cuarto y el principio del quinto. Hay también alguna aislada alusión a la actualidad, como la referencia a las posturas políticas durante la guerra de Romanones y Dato o las toilettes de la actriz Francesca Bertini. Señalable es, asimismo, la presencia de algún aragonesismo, como “tozuelo” por “cabeza” o topónimos como Maladeta y Remolinos.

    Sender, dedicado compulsivamente al periodismo en los años que seguirán, no volvería a los géneros populares aunque, más de medio siglo después, el dibujante Hans Leuenerger y el dibujante Jaime Asensi[13] adaptarían su novela, El fugitivo (1972) al comic.

     El texto-guion de Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos, debió de ser escrito por el diecisieteañero Sender en el segundo semestre de 1918, poco antes o poco después de su llegada a Madrid en dicho periodo. Ramón había dicho a su madre, al despedirse: “No te preocupes por mí. Con un kilo de cuartillas y un litro de tinta, sabré defenderme en cualquier parte”. Y, a fe, que pronto lo logró, publicando en noviembre-diciembre de 1918 un par de textos en una modesta publicación, Béjar en Madrid, pero accediendo desde mayo de 1919 a un diario progresista tan importante, como lo fue España Nueva, donde, con el seudónimo de Lucas La Salle, publicó más de una decena de artículos, además de un poema dedicado a Rosa Luxemburgo en el republicano El País. En el verano de dicho año su padre se presentó en Madrid y le hizo regresar a Huesca,  donde, al poco, se convertiría en el periodista y escritor profesional, que fue toda su vida y pudo hacer olvidar a ese Sendercito de Cocoliche y Tragavientos, que, sin embargo, constituyó su primera aparición significativa como autor fuera de su patria chica.

   Retrato imaginario de Sender niño realizado por Picasso para la traducción italiana de Crónica del alba, publicada por Einaudi

                                                                                                                                              NOTAS

[1] Jesús Ferrer, catedrático de Griego al que consulté, adujo que podría ser un error por parte del grafista, que había convertido “deoperietis” en “deo perivis”, en cuyo caso la traducción quedaría en un convincente, “Examinad y averiguaréis”.

[2] En Tebeosfera, el mayor repertorio de noticias sobre el género en la red, se da únicamente esta referencia: “Dibujante pionero, con obra en revistas de los años diez y veinte”.

[3] Ramón J. SENDER, Crónica del alba t. I, Barcelona, Destino, 1973, pp. 530-531.

[4] Max AUB, Conversaciones con Luis Buñuel, Madrid, Aguilar, 1985, p. 96.

[5]Para más información sobre esta relación entre los dos principales figuras de la cultura aragonesa en el siglo XX puede consultarse: Javier Rubio Navarro, “Desencuentros y encontronazos con Sender” en Retratos de la otra vida de Luis Buñuelhttps://javierrubionavarro2.wordpress.com/2013/06/08/desencuentros-y-encontronazos-con-sender/ y, también, Javier Barreiro, “Filias y fobias de Ramón J. Sender. Una entrevista olvidada”, Diario del AltoAragón, 10 de agosto de 2015: https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/08/16/filias-y-fobias-de-r-j-sender-una-entrevista-olvidada/

[6]Jesús VIVED MAIRAL, “Introducción” a Ramón J. Sender, Primeros escritos (1916-1924), Instituto de Estudios Altoaragoneses,  Huesca, 1993, pp. LII-LIII.

[7] Jesús VIVED MAIRAL, Ramón J. Sender. Biografía, Madrid, Páginas de espuma, 2002, p.91.

[8] Elizabeth ESPADAS, A lo largo de una escritura. Ramón J. Sender. Guía bibliográfica, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2002.

[9] Elizabeth ESPADAS, op. Cit., pp. 49 y 56.

[10] http://vallatebeo.blog.galeon.com/1291413780/las-literaturas-de-kiosco-autor-francisco-aleman-sainz/

[11] Rojo es el dibujante de los tres primeros cuadernos. Los siguientes están respectivamente firmados por Retruécano. Derdy y Pestañas.

[12] En la última página de los episodios y tras la palabra FIN, en el interior de un recuadro, se advierte: “En los próximos cuadernos se publicarán la Segunda Serie de las Aventuras de Cocoliche y Tragavientos por Tom de Lis (antes Sánchez Bosqued)”. 

[13] El fugitivo (versión en comic de la novela de Ramón J. Sender) Málaga, Leoedita, 2012. 56 pags.

Publicado: marzo 21, 2016 en ArtículosLiteratura
Etiquetas:Carlos RojoComicHans LeuenergerJaime AsensiJardiel PoncelaJesús VivedLuis BuñuelPedro Sánchez BosquedRevista CharlotSherlock HolmesTebeo español antiguo
Publicado en Turia nº 117-118, marzo-mayo 2016, pp. 341-349.

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com

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