Una de las ideas principales de Hallarse en la caída es la fragmentación del signo, la desnudez de silencios en el verso que es el correlato de la oquedad existencial del yo,..
…del vacío ante de la duda de lo que hay tras la caída definitiva, de lo que queda del significado de nuestra vida cuando abandonamos el signo de nuestro cuerpo:
Se descubre
huella,
laberinto,
música cosida al desamparo.
¿Para qué tallar,
entonces,
un ala o una nube
allí donde la sed continuará oficiando
la erizada ternura
de lo efímero. (Ramón, 2014: 19).
“La sombra” es un símbolo del proceso vital en el que el signo del cuerpo abandona el significado de nuestra existencia. Se aleja de lo vital de la luz y nos conduce como sombra del tiempo que se acaba en la desaparición:
No avanzará tu sombra sin rozarte.
Clavará su aliento en tus espaldas
murmurando
naufragios que aún gotean. (Ramón, 2014: 24).
Se nos propone también un regreso a lo informe de las cosas, hacia lo que quedó dormido dentro de lo externo, la esencia anterior a los signos de lo no material, la interioridad ausente de la representación limitadora de los signos del lenguaje:
“Desnudar./Quitar espinas,/la música,/la estridencia del pozo,/el impulso,/la noche, las metáforas,/la irrevocable anilla,/el húmedo animal, los ojos del murmullo” (Ramón 2014: 31).
Debemos abandonar el signo de los significados impuestos, la semántica ideológica establecida que dirige nuestra mirada de lo real:
Piedras contra los ojos del lenguaje.
Escribir con sal
en la espalda de los sueños que se acercan
demasiado;
crucificar la lengua de las rocas
que nos llaman a veces con un nombre
que jamás aceptamos
ni reconoceremos. (Ramón, 2014: 47).
Hay que explorar el silencio, ya que este es el límite entre lo que se permitió poder pensar, sentir y decir y lo irreductible a la forma lógica que quedó fuera del lenguaje.
Dentro del signo,
el silencio.
El silencio es el límite
entre el adentro y el afuera
de la cicatriz
Escribir para entrar,
para decirse herida,
aunque ninguna palabra
acierta nunca a decirse. (Ramón, 2014: 65).
La palabra poética es definida como “hueso triturado del futuro irrespirable” ya que dará lugar a un nuevo signo que abrace lo inexpresable, lo que quedó fuera del lenguaje, del pensamiento, de lo establecido. Tendrá que gritar desde el silencio lo que permaneció fuera de los límites decibles, pensables y “vivibles”. Ser el otro lado del yo, lo que reside en los deseos subliminales, ocultos, esa parte poética no racional que forma parte de lo real, esa mirada necesaria que haga suya la libertad que fue silenciada por la lógica, lo racional y el poder de lo que debe o no debe ser:
Una palabra que disuelva el reflejo de sí
misma
Una palabra irrespirable
que triture los años por vivir,
los huesos
de un recuerdo tejido
en la escarcha.
Una palabra que gima
desde el vértigo
invisible del silencio. (Ramón, 2014: 87).
Hallarse en la Caída, nos propone una caída similar a la que se planteaba en Altazor, un descenso al origen de lo otro del logos, de la parte no contenida en el signo, de la libertad de pensamiento irreductible a la cárcel de la lógica. Es una caída a lo previo del yo, a su verdad anterior a los significados que imponen una mirada de lo real. Es un descenso a esos otros ámbitos que quedaron fuera del lenguaje y sus límites que constriñen los deseos, otras formas de pensamiento no prefijadas. El lenguaje debe caer a un estado de libertad del yo previo a los orígenes del logos, a un momento previo a la imposición de lo que se debía nombrar, pensar y entender como real.
Ramón Inés (2014): Hallarse en la caída, Olifante, Zaragoza.