Por Juan Moriarty
Matinal Charada
Para desayunar, un beso fresco y viscoso,
Con café caliente, áspero y la ducha fría.
Así se empieza el día, con un adiós, sin sol,
Sin rencor, con tierna indiferencia, con alegría.
Dos tostadas con tomate y aceite de oliva
Y tan fogosa y diestra, piel de albahaca, una ramita.
Como un barquito de papel en la bañera de la vida
Estancado y húmedo, fiel canino, vil rutina
Un mordisquito en el pezón de la mañana,
Ansioso y moreno, con dientes de lana y labios de acero
¡Ay! ¡Qué zurdo! Torito meloso, ¡que ya es la hora! ¡Levanta!
Mira cómo sorbo a sorbo se deleita, desnudando su garganta.
Frenético
Se exalta y salta la barra el camarero del final del mostrador.
Como una exhalación atraviesa el pasillo copa en mano,
pero tropieza con el pie de un caballero que disfruta de un habano
y desparrama su pedido sobre la mujer que porta abrigo de visón.
¡Frenético! ¡Frenético! Así son los días que trascienden a las horas
encadenadas en minutos.
¡Frenético! ¡Frenético! Que la vida se cuenta en segundos.
¡Menuda algarabía! ¡Cuánto enfado! ¡Cuánta queja!
El mozo, puro nervio, se precipita a por una servilleta
y en qué momento el caballero se levanta de la mesa,
cuando chocan las dos frentes y el camarero se quema.
¡Frenético! ¡Frenético! Así son los años que trascienden a los meses
encadenados en semanas.
¡Frenético! ¡Frenético! Que la vida se cuenta en segundos.
Que dolor siente el lacayo en la frente y en el cuello
mientras tenor y soprano le deleitan con injurias.
En un segundo sin pedido, en cinco tirado en el suelo
y en diez segundos sin trabajo como colmo a sus penurias.
¡Frenético! ¡Frenético! Así es la existencia que trasciende al hombre
encadenado en el tiempo.
¡Frenético! ¡Frenético! que la vida es un momento.