Por Manuel Ventura
Alguno de los lectores amigos que han acompañado las crónicas de este corresponsal en Brasil de El Pollo Urbano desde su inicio, hace ya cuatro años, me han hecho ver que, desde que ejerzo mi función desde Santa Cruz de Moncayo, he dejado de contaros las novedades en el terreno político y me he dedicado a hablar de carnavales, inundaciones y gastronomía.
Manuel Ventura
Corresponsal del Pollo Urbano en Brasil
Más de uno, incluso, han sugerido que ello se debe a que las madejas fritas, los caracoles, las paticas de cerdo y otros manjares con los que me empapuzo me han quitado la perspectiva de la actualidad brasileña. Más me han dolido los comentarios que dan a entender que no hablo de la actualidad política brasileña simplemente porque me sería dificil hablar bien de la nueva administración de izquierdas en estos momentos. !Como eres, Manolo! Como no puedes hablar bien de Lula no hablas de ninguno.
Pues bien. Aprovechando que estoy recuperándome de una cirugía de urgencias que me practicaron en el Hospital Clínico de Zaragoza (bendita sanidad pública, espero que algunos augurios que predicen la vuelta al poder de quienes quieren destruirla, como bien demostraron cuando ocuparon los sillones, no se cumplan) voy a intentar dar mi visión de lo que está pasando allá, focalizando sobre todo en dos cuestiones que han sido polémicas desde la toma de posesión de Lula en su tercer mandato. Se trata de las primeras medidas de política económica y de las declaraciones que hizo durante una visita a China el mandatario sobre la guerra en Ucrania, que han sido criticadas por no alinearse incondicionalmente con la postura de USA y de la UE sobre el conflicto.
Respecto al primer asunto, la política económica, el famoso Mercado, aliado con un gran número de parlamentarios bolsonaristas, presiona para conseguir que se realicen políticas de ajuste. El Mercado, para aumentar sus lucros. Los parlamentarios de la extrema derecha para provocar el desgaste de un Gobierno que ha prometido aumentar las rentas de los más pobres. Parece que va a conseguirse la aprobación en el Congreso de la legislación que regula las reglas del juego entre déficit, inflación y mejora de la economía productiva sin castigar las inversiones en educación, sanidad y pensiones como hacia la norma aprobada por el gobierno Temer inmediatamente después de la destitución de la Presidenta Dilma. Pero en un momento de dificultades mundiales en materia de financiación y altos tipos de interés, las cosas están complicadas. Habrá que esperar un poco para ver como evolucionan las cosas.
En cuanto al segundo, Ucrania, al colocarse en una posición más o menos equidistante entre el invadido (Ucrania) y el invasor (Rusia) y criticar las sanciones económicas a este último, Lula se colocó en una posición, cuando menos, incómoda, saliendo del consenso de todos los países del mundo más o menos libres que han condenado enérgicamente la decisión del autoritario y corrupto lider ruso y ayudan a Ucrania, con armas, dinero y apoyo político a defender su integridad territorial y su libertad. Más aún cuando sugirió que en un acuerdo de paz Ucrania debería pensar en la posibilidad de ceder Crimea (que ya había sido invadida hace años)
No voy a ser tan presuntuoso de decir que conozco los propósitos del veterano líder de la izquierda, pero quiero colocar aquí una hipótesis, cuya veracidad solo podrá ser comprobada con el pasar del tiempo, aunque creo que no me equivoco a la vista de las declaraciones de Lula en su reciente visita a nuestro país.
A día de hoy, pocos se jugarían los cuartos apostando a la victoria militar, sea del lado que sea.
Primero, porque el apoyo militar de USA y otros países de la Otan puede permitir a Ucrania resistir casi indefinidamente contra unas tropas rusas a lo que parece faltas de liderazgo sobre el terreno, materiales y motivación, pero enormes y, sobre todo, con armamento nuclear. Por otro lado, porque, en mi opinión, nadie está interesado ni en que Rusia avance sus fronteras hasta el corazón de la UE ni en que un oso ruso herido y lamiendo sus heridas se quede pensando si aprieta el botón.
Si ello es así, cabe pensar que el resultado final del conflicto sea fruto de una negociación, de un acuerdo. Pero, como es normal, los detalles que podrían parecer no sustanciales, quien ejerce de mediador, donde se negocia, de qué tamaño es la mesa, acaban siendo decisivos para el éxito del intento.
Pocos países tienen hoy autoridad moral para liderar ese proceso. En los dos lados de la mesa se encontrarán, de un lado, Rusia y, de otro, Ucrania y los aliados que la han ayudado frente a la invasión y facilitado armas, la OTAN y los EE.UU. En medio, intentando facilitar los acuerdos, tal vez India, tal vez México y con toda seguridad Brasil, Si, ya sé que echais en falta en esta especie de tablero a China, que fue la primera potencia en hablar de negociación, pero sus reales intenciones generan las sospechas de todos.
Tal vez este intento se quede en éso, en un intento, y Lula sufra el coste de ser llamado de ingenuo, pero nadie podrá negar que Brasil ha vuelto, y con fuerza, a la primera linea del protagonismo en el escenario internacional, después de cuatro años de desastre en los que pasó a ser un paria en la gran platea, caracterizado solo por su gregarismo incondicional a la linea marcada por Mr. Trump: los chinos son muy malos.
Pero hay que entender que China es el principal cliente de las exportaciones brasileñas, compra el 35% de todo lo que exporta Brasil, sobre todo productos agrícolas y ganaderos y minerales. Y que su dependencia de Rusia (y de Ucrania) en materia de fertilizantes es absoluta.
Ni se debe olvidar que Lula visitó, antes de ir a China, donde hizo sus polémicas declaraciones, Estados Unidos, donde fue cordialmente recibido por Biden, pero encontró escaso eco a sus peticiones de apoyo a la inversión directa en industrias o infraestructuras, apertura de los mercados a la carne o el etanol brasileño o aceleración del proceso de entrada del gigante latinoamericano en la OCDE. Ya te lo miraré, vinieron a decirle. Todo lo contrario a lo que encontró en China. Y Lula tiene prisa, mucha prisa, en ofrecer resultados concretos a su maltratado pueblo, crecimiento de la economía, empleo, renta, comida en la mesa.
Tal vez, en el fondo, lo que sucede es que mi confianza en Lula es absurdamente infinita, y con buenos motivos. Cuando presentó su candidatura a la presidencia de la República, en 2001, pensé que era un error, que debía dejar paso a nuevos y más modernos líderes de la izquierda. Pero he aquí que lo que consiguió en sus dos mandatos al frente del pais solo puede ser calificado de epopéyico. Culminó, en plena crisis mundial de 2008, mientras la triunfante derecha europea se dedicaba a hacer ajustes en el gasto, salarios, sanidad, educación, pensiones, que aún estamos pagando, cuando puso a trabajar el dinero público en dinamizar la actividad, la construcción de viviendas para los más pobres, como mayor ejemplo. Con resultados espectaculares, como demuestra que su índice de aprobación popular cuando dejó la presidencia en 2010 fuera del 83%.
Suerte, Lula