Italia: El sol del porvenir


Por José Joaquín Beeme

    El abuelo Ferrari, Antonio, ostentó la alcaldía socialista en tiempos fascistas.

     Requebrado inútilmente por curas y coadjutores, en su enfermedad última, por ver de ganar su alma, la casa fue blindada por sus camaradas, y hasta hubo quienes, en su funeral civil, quisieron arrojar  el féretro al lago, sólo que una masa encendida de claveles rojos lo impidió. Tampoco se quedaba atrás su mujer, la abuela Petronilla, que acogía a refugiados políticos en su huida hacia Suiza y llegó a estar procesada por “denigrar la guerra como absurda y maldita”, lo que era delito de derrotismo, durante la Gran Guerra.

    A ellos, que son su familia adquirida, y a otros nobles personajes dedica sus trabajos mi amigo Giuseppe Musumeci. Siciliano de Catania, lleva treinta años investigando las múltiples microhistorias de Laveno Mombello, su ciudadela de adopción, pero sus temas cardinales son el movimiento obrero y la suerte del socialismo en el Lago Mayor. Decenas de batidas en archivos municipales y los de Como y Milán, cernido cartujano de libros y periódicos, entrevistas con los protagonistas de la historia local. Una historia de sueños que algunos quisieran superados, de sacrificios que parecieran ¡ay! haber sido en vano, de derechos (laborales, sociales, individuales) apresuradamente cancelados, pero que él mantiene vivos por la vía de la palabra, pues a cada nueva generación, remacha, toca y tocará defender lo ganado o reconquistar lo perdido. Y recuerda al sociólogo Giuseppe Gallina cuando observa (La lucha de clases después de la lucha de clases) que asistimos a una lucha de clases al revés, ejercida por los vencedores, pues el poder dominante global (la suya es la única ideología realmente superviviente) está dispuesto siempre a recuperar lo que, a regañadientes, ha concedido.

    Conocí a Pippo por uno de sus ex alumnos de Literatura italiana, mi amigo Angelo, y enseguida quiso entrevistarnos para su Cünta sü, activo periódico cultural lacustre que fundó en 1982 y circuló durante 35 años. No tardó en comisariar una de nuestras exposiciones librescas, en el espléndido palacio de la Villa De Angeli Frua, y con él y Luce Vera Ferrari, sus compañera, hemos ideado libros, catálogos, convenios. Una amistad no por intermitente, peajes del azacaneo diario, menos fuerte y sentida: transplantados unos y otros a este mirífico somonte alpino.

   Pero la generosidad de esta brava gente, sabia y por eso mismo humilde, no conoce límite. Ahora Pippo está dejando su legado, casi 30 libros y cientos de artículos (que van de la industria cerámica y el patrimonio forestal a la instrucción pública y los ritos pascuales: nada escapa a su escrutinio), más las poesías y las láminas botánicas de Vera, y colecciones enteras de prensa obrera y de izquierda, encuadernada en gruesos tomos, en el centro de estudios Dania Musumeci, intitulado a su primogénita, prematuramente desaparecida, y generosamente cedido a colectivos de investigación histórica y activismo partisano.

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