Italia: Salgari, entre tigres y leones


Por José Joaquín Beeme

Ahora que los quioscos italianos pululan de novelas de Emilio Salgari, luciendo las exóticas portadas Liberty originales, recuerdo su nefasta relación con los editores.

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

    Inclementes, mezquinos, esclavistas, se lucraron de la plusvalía de una legión de lectores a costa de un fabulador generoso y a destajo que sufría insomnio, fatiga visual, desmemoria, depresión y una crónica depauperación que unos llamaron «honrosa pobreza» y él simplemente miseria; hasta hubo de encajar una demanda del gremio: la Hoepli le obligó a retirar una novela sobre el ballenero Estrella polar, hazaña que hubiera querido firmar su autor, un quisquilloso Saboya afantasmado en duque de los Abruzos. Salgari fue un veronés atormentado, un viajero inmóvil que paseó su sabiduría marinera (a bordo idealmente de juncos, praos, fragatas, piróscafos; del bergantín Fulgor del Corsario Negro) y hasta su fantástica oficialía (se titulaba capitán y aun almirante) sin licenciarse siquiera en el Real Instituto Técnico y Náutico Sarpi de Venecia. Umberto Eco, en su estudio del kitsch, situaba su popular y amenísimo estilo en la base de un arco que se tensa hasta Proust, pasando por Lampedusa. A mí me trae tardes soñolientas de los 70, con Kabir Bedi en una Mompracem de colores salvajes, cuando Sandokán ejercía de pirata bueno y corajudo en busca del reino perdido, entre la sosuela Marianna, la Perla de Labuán, y sus fieles Yáñez de Gomera, el Tigre Blanco, Kammamuri y Tremal-Naik. Pero en su primera versión por entregas (El tigre de Malasia, 1883-84), sin concesiones al público juvenil y por tanto con una mejor armazón narrativa, era un tipo funesto y extremadamente cruel que bebía la sangre y chupaba el cerebro de sus enemigos: «nuevo Atila, no dejaba a su paso más que ruinas humeantes y extensiones de cadáveres.» Ardor premiado por los fascistas, que le contaron entre sus predecesores (!) por su ramalazo romántico y nihilista, incitador a la violencia, la indisciplina y la desobediencia, pero también lectura de mochila para el Che y paradigma antiimperalista en América Latina por su lucha contra los británicos colonialistas u holandeses. Un venero de imaginación y una mina de oro, que pudo haber hecho rico a Salgari como un Verne o un Dickens, sus contemporáneos, pero que, robado miserablemente por esos leoninos mercaderes de la escritura, degeneró en suplicio, al punto de empujarle a hacerse el seppuku a las afueras de Turín («a navajazos», titularon los periódicos) con sólo 49 años, desesperado por las deudas, su bella Ida-Aida en el manicomio y un precedente suicida en su propio padre: dos de sus hijos acabarían del mismo modo.

https://blunotes.blogspot.com/2020/09/salgari-entre-tigres-y-leones.html

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