Georgia y Armenia en cicloturismo(II). Frontera armenia a Ereván


Por Marshall

Tras cuatro días pedaleando por Georgia la entrada a Armenia fue fácil por la frontera de Bavra, la más rápida del país y apenas transitada. Una muestra más de la hospitalidad tanto armenia como georgiana es el buen trato de los policías de frontera.

   Nada más cruzar un curioso espectáculo que se repetiría en toda la Armenia rural: personas haciendo ladrillos de estiércol. Un combustible gratuito en un país con pocos árboles.
Todo el país es muy ganadero, mayormente vacas, aunque también ovejas, cabras y caballos. La agricultura armenia es muy limitada y casi todo el agro se concentra en una pequeña franja de terreno fronterizo con Turquía.

 

    Las primeras impresiones: Un país más árido que Georgia, mucho más alto (Medio país está por encima de 2.000m de altitud) y con un sesgo étnico muy evidente. Todos los armenios se parecen, como en un mal chiste.

     Lo cierto es que me encontré un pueblo amable y acogedor, aunque la barrera del idioma fue muy grande. Más allá de los lugares turísticos y alguna persona joven me fue imposible encontrar alguien que hablara inglés. Eso sí, todo el mundo habla un perfecto ruso en el que balbuceo unas pocas palabras.

 

     La constante en todo el país son las cuestas, que encontré desde el primer momento.
Y entre cuestas y vacas por unas carreteras muy tranquilas me planté en la segunda ciudad del país: Gyumri.

    Gyumri alberga una inmensa base militar rusa. De hecho entrar por la carretera del Norte a la ciudad te lleva por una larga avenida con rótulos en ruso, bares para la soldadesca, discretos prostíbulos y alojamientos económicos.

 

     La ciudad resultó muy dañada en el gran terremoto de 1988 en el que murieron miles de sus habitantes. Un memorial lo recuerda tras la reconstruida catedral de la Salvación.

 

     Gyumri es una ciudad tranquila, un buen sitio para hacer compras y pillar una cama, lo que me vino de lujo tras unos días de tienda de campaña.

     La ciudad tiene una amplia oferta cultural y una plaza principal amenizada por música armenia

   Desde Gyumri, con un sol de justicia y más calor de lo que esperaba tomé camino a través de una zona muy rural en una etapa bastante larga, más de 100km, en la que fui viendo el majestuoso monte Ararat a ratos y su hermano pequeño, el Aragats (4090m), algo más claro. Verlos pero no fotografiarlos muy bien por desgracia por las malas condiciones de luz.

    Ambos son volcanes extintos y con una leyenda que los convierte en hermanas reñidas pero juntas.

 

       También pude comprobar con tristeza como parte del patrimonio armenio se encuentra bastante abandonado, como las iglesias medievales de Talin, nada menos que del siglo VII, entre las que pastan las ovejas. Muchos valiosos khachkars (cruces de piedra armenias) de siglos de antigüedad se encuentran en cualquier rincón bastante maltratados.

     Paré a dormir en un tranquilo altiplano con vistas al Ararat y a Echmiadzin, sede de la Santa Sede Armenia, una especie de Vaticano en miniatura.

 

     Echmiadzin es una pequeña ciudad con un claro epicentro en el rectángulo que conforma la sede del katholikos, máxima autoridad religiosa del país.

    Por supuesto está llena de edificios religiosos y tiene varias iglesias de especial interés. A mí me gustó especialmente Santa Gayane y pasear por los cementerios llenos de tumbas con lápidas muy historiadas.

 

 

     La Santa Sede en sí es una mezcla de edificios históricos con otros modernos que resultan un poco mamotreto.

    Se nota que el turismo está creciendo en Armenia. El lugar estaba a tope.

 

     De la beata tranquilidad de Echmiadzin pasé a una carretera de seis carriles y tráfico feroz que hacía evidente que me acercaba a Ereván, capital del país que concentra a la mitad de la población nacional.
Aunque Echmiadzin está a unos 20km de la ciudad luego queda llegar hasta el centro, por lo que hay sumarle al menos 8-10km extra.

 

      A un lateral de la carretera y a mitad de camino están las ruinas de Zvarnots (no confundir con el aeropuerto que se llama igual y está al lado) en las que hay una peculiar catedral circular en ruinas. Poco hay que ver pero la parada se agradece, aunque el día que entré yo el sol pegaba de lo lindo.
Por el camino, y en bastantes zonas de Armenia encontré los carteles del proyecto árbol. Una ambiciosa idea para reforestar el árido paisaje.

      Aunque el tráfico era agobiante lo cierto es que Ereván es una ciudad bastante ordenada, muy cartesiana en la que es muy fácil orientarse.

   Pero eso queda para la siguiente entrada.

El blog del autor: http://yosiplauma.blogspot.com/

Artículos relacionados :