Colgados, despellejados, mutantes y cazatalentos


Por Manuel Medrano

     Sirvan estas reflexiones para demostrar que no vivimos en un Despotismo Ilustrado, pero tampoco en una Democracia Ilustrada. Como mucho, lo ilustrado suele ser la ensalada.

     Colgados es, para mi asombro, cómo deben estar muchos periodistas y algunos políticos desde hace más de un año. Así, todo este tiempo, en televisión y radio, hemos oído y oímos la frase “estamos muy pendientes…” o “seguimos muy pendientes…”, dicha por presentadores y por algunos lidereses o lideresas, lo cual me ha preocupado pues, al estar tan pendientes, penden, y por tanto, cuelgan, así que hay que hacer algo para que dejen de estar colgados los pobres.

    Despellejados. Cada día un número mayor de nuestros cargos públicos me preocupan también, pues dicen que “me voy a dejar la piel” en esto o aquello, o “nos vamos a dejar la piel”. Luego, no los veo desollados, lo cual me reconforta, pero tanto desgaste del tegumento me quita el sueño.

Mutantes. Hay una frase que me encanta y que oigo y leo frecuentemente en boca de representantes políticos varios: “está en nuestro ADN…” lo que sea que defiendan. Es curioso este uso del genoma, como el anterior de la piel, pues vemos que el lenguaje político se tiñe de términos biológicos. Ahora bien, ¿qué pasa cuando el partido en cuestión altera su ADN y dice lo que no decía y borra de su discurso lo que antes defendía con uñas y dientes? Pues que muta, que se hace mutante, ¿no?

   Cazatalentos. Hay quien me discute que los partidos políticos tengan algo que ver con las empresas privadas en su funcionamiento. Y suya será la razón, pero veamos. Supongamos que los máximos responsables de un partido fichan a personas ajenas al mismo para cargos o candidaturas, y dicen que son los mejores. Vale, como en una empresa privada, los jefes deciden. Nada que objetar, se escoge a estos ciudadanos con respecto a unos criterios internos o totalmente personalistas (generalmente no conocidos ni explicados), se presentan a los afiliados y al electorado (no por ese orden, habitualmente) y se les inviste de liderazgo casi por la Gracia de Dios, lo tengan o no. Si quien los elige dice que son brillantísimos y maravillosos, lo son y punto. Luego van a elecciones y ejercen sus cargos. Y si va bien, pues entonces todo bien. Pero, ¿y si va mal? Ahí viene el problema, pues salvo que hablemos de corrupción, nadie es responsable de los fallos de talento, desde luego no los que eligieron a los talentosos. Eso da la razón a quienes me dicen que una formación política no es una empresa privada: para la forma de elegir “talento” a dedo, sí, para que luego alguien sea responsable de un desastre por la elección de personas no idóneas, no.

   Y así podríamos seguir con curiosidades varias, como la frase “estamos trabajando desde el minuto uno” en esto o aquello, lo cual es una verdad incontestable, trabajan desde el minuto 1 a partir de que empezaron a trabajar, fuese pronto o tarde para solventar o afrontar lo que fuere.

    Democracia No Ilustrada, en resumen. Y disculpen (o no) el tono jocoso de estas líneas.

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