Cristina Remacha: “Una pieza bella es mi afán”


Por Cristina Beltrán

     Frase heredada de su padre y hecha suya, que puede leerse antes de entrar y a la salida de su curioso minúsculo estudio, donde podemos encontrarla pintando todos los días.

    Porque un Universo no necesita tener mucho espacio para crearse, donde el olor a esencia de trementina y óleo invade las porosas paredes de un soleado rincón, surge la vena interior de esta artista fuerte en sus creencias, viva en su mirada, ágil en sus movimientos y consciente de su tiempo.

  Se casó a los 16 años con Paco Ortiz, porque le hizo una entrevista en radio Zaragoza a raíz de una exposición que realizó con sus padres en la sala Reino, de la calle Alfonso donde ellos exponían siempre, no busquen, no hay entradas de ella en internet, al menos no las he encontrado, se casó tan joven porque estaba muy enamorada y se deseaban, del deseo nacieron sus cuatro hijos, ni es una madre al uso ni una abuela normal, parece hipee  en estas  cosas de familia.

   Casual fue mi interés por esta mujer, a la luz de La Casa de Zitas maravilloso lugar lleno de libertad de expresión cultural, foro de gentes vivas, abiertas a la inteligente conversación, variadas en sus procedencias y donde conocí a uno de sus hijos, Alfonso Ortiz Remacha escultor de casta siguiendo la saga familiar. Allí como pueden imaginar en charla distendida una cosa te lleva a la otra y aparcamos en unas sillas hablando de su madre entre otras cosas.

     Cristina es creyente, algo que guarda tan profundamente para su intimidad como la constante forja de los valores teologales. Admira a Hipatia de Alejandría por muchos motivos y la tiene presente como guía fundamental en su habitáculo de trabajo a través de una hermosa obra de considerables dimensiones. Ama la ciudad de Venecia, donde tantos buenos días pasó junto a su compañero, se rompe por dentro en un llanto apagado, pensando en sus inundaciones y ante la pérdida de esta ciudad tesoro, me muestra sus recuerdos por etapas a través de las fotografías que en ella se hizo.

    Pertenece a la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis desde el año 2011. Está orgullosa de ello, tanto como de la educación, los valores y los aprendizajes que sus padres le enseñaron, su madre una estupenda pintora, su padre un buen escultor forjador de hierro. Ambos maestros para ella, presentes en cada estancia de su casa, admirados y queridos por esta mujer menuda y agradecida a todo lo que la vida le ha dado.

     Los títulos de sus obras nos dejan ver algo de sus intereses: “El recuerdo” “Recuerdos” “Karatecas” “La soledad” “Jardín de mi espíritu” “De dentro de mí” “La música” “Venecia” “Venecia en el recuerdo” “En un lugar” “Pensando” “Sentimientos” “Vive la experiencia de sentirte feliz” “Paloma” “Espíritu” “Sueños azules” “Otoño” “ La tierra” y tantos otros….prepara una exposición para septiembre del año que viene, está muy ilusionada con ella, porque este tipo de proyectos, la mantienen muy, pero que muy viva.

   Su pequeño perrito un chiguagua negro simpaticón, “Chuqui” nos sigue a todas partes solicitando mimos (imposible aburrirse con él), ella tiene su agenda completa porque acude tres días a la semana a su entrenamiento de Kárate, es karateca orgullosa cinturón negro, lo que el kárate le ha dado es algo distinto, no comparable a nada y continúa en ello, no conozco a nadie de su edad tan vital en este deporte y disciplina.

   Su pintura tiene la pasta del óleo incrustada en cada pincelada pensada para dejar la impronta de su recuerdo, de su soledad, de su estado de ánimo y del misterio que intenta desvelarnos incluso cuando les aplica pan de oro o plata para trasladar el deseo del eterno brillo místico.

   ¡Qué cosas! No tenía ni idea de la existencia de esta mujer y ha sido un placer comprobar la existencia de ella en un mundo paralelo. En el catálogo para la exposición en la Casa de los Morlanes del 26 de enero al 13 de marzo 2016, titulado: “REMACHA Momentos, lugares que toman cuerpo” tiene un texto de Antón Castro “Los rostros de una autobiografía” que hace un dibujo fiel de ella y de su arte, y sí efectivamente ella se autorretrata en todas sus obras, porque cuenta las historias en primera persona desde su interior, lo de menos es donde o cuando, son escenas profundas que desvelan complejos sentimientos, arrancadas de la realidad permanente nos elevan por encima de donde nos encontramos a ese mundo creado fuera del tiempo en cada una de las historias que trata de contar con sus óleos.

   Bien hallada Cristina, con afán lo has conseguido, lucha karateca que te queda mucho por contar.