Crónicas broquelianas: Nueve años ya.


Por Lucio Lanzán

        Nueve años hará que abrimos ya, y qué poco hemos cambiado.

      Antes de redactar nuestra crónica broqueliana, debo pedir disculpas por estos meses  de silencio. Los inicios del verano fueron duros y demasiado calurosos, de modo que era difícil concentrarse y contar algo interesante, que no fuesen más que penurias y muchos impuestos que pagar.  De vuelta de vacaciones volvemos con algo más de energía en el espíritu y con la vista puesta ya en el sartenazo que nos meterá Hacienda y la DGA después de los Pilares.

     Vamos allá….

     Será en Pilares este año, cuando llevemos nueve años con la puertas abierta de nuestra taberna en el Gancho.

     Imagínense ustedes la cara que me puso mi mujer cuando un lunes cuatro de octubre de 2010 de dije que habría un bar de vinos en el Gancho. Simplemente me dijo que me había vuelto loco del todo, definitivamente. La calle Broqueleros era el cagadero y el meadero del barrio, las farolas estaban rotas y se veía alguna jeringuilla. La calle tiene algo de tránsito, sobre todo cuando van lso moros a la mezquita y cuando vuelven de trabajas las lumís y los travolos de Conde Aranda, idílico, ¡qué tiemblen los del Tubo!

      Que yo recuerde, sólo había pisado el Gancho cuatro veces en mi vida, acompañando a mi madre y a mi tía a comprar fajas a Almacenes Moncayo, el día del Bautizo de mi ahijada Lidia en San Pablo y alguna vez tomando algo en la Posada de las Almas cuando volvíamos de empalmada de los tugurios de Predicadores.

       Siempre había oído hablar del pasado del Gancho, de la vida que en él había, de los comercios, de los almacenes, los bancos, los bares, los restaurantes, los puticlubs,  los macarras y los traficantes. Cuando aterricé aquí vi lo que me esperaba, pero dividido por 100, apenas hay comercios, apenas hay almacenes, apenas hay bares, apenas hay putas y apenas quedan cuatro trapicheros por la calle Aguadores y Cerezo que dan mucha pena.

     Arrancamos y lo primero que nos encontramos es una acogida y un buen rollo  formidable, nos costaba hacer caja, pero cada vez era más fácil hacer nuestro trabajo gracias a la buena gente que fue cómplice y sigue siendo desde entonces. En Navidades empezamos a ganar alguna perra y en Semana Santa empezamos mi socio y yo a tener un día y  medio de fiesta a la semana, pasó el primer año y superamos el reto que la estadística dice que el 90% de los negocios de hostelería cierran antes de un año.

    ¡Prueba conseguida!

    Todo iba bien y además pisábamos todos los charcos del barrio, Con la Fundación Ozanam colaborábamos en la Carrera del Gancho, en las Jornadas Gastronómicas Interculturales, en el Circo Social, en los desayunos socialmente-responsables, se colaboraba con la Comisión  de Fiestas del Barrio, participábamos con varios actos con la Asociación de Vecinos del Casco Viejo, éramos socios de la Asociación de Comerciantes del Conde Aranda , colaboramos en actividades conjuntas con el Mercado Central, participamos en la primera  y única Disco-Sopa que se ha hecho en Zaragoza, organizábamos catas de cerveza y de vinos regularmente, hicimos dos mercadillos callejeros hasta que nos pisaron la idea en las Armas, hacíamos dos Muestras Vino y Cultura al año, gracias a la colaboración de la Asociación de vecinos y al PICH y bueno, era un no parar, pero un no parar elegante, guapo y satisfactorio.

    Cada vez teníamos más clientela, sobre todo nuevos vecinos que se instalaban en el barrio, sobre todo gente joven, parejas, parejas con diferentes tendencias, gente guapa, gente moderna, barbudos,  gays, lesbianas, rockeros, esto era Nottin Hill.

     Era guay, era cojonudo, se instalaron nuevos negocios en las Armas, se abrió un espacio cultural cojonudo, el Gancho, el Gancho del que todo el mundo decía que era peligroso e insalubre, estaba cambiando, la gente y la iniciativa de cuatro chalados como nosotros lo estaba cambiando, se le estaba lavando la cara al barrio y sin la ayuda de Belloch.

     El Gancho era el centro cultural de Zaragoza, conciertos, poesía, mercado de segunda mano, mercados outlet, mercados de quesos, de cervezas, foodtrucks, furgonetas, pases de moda, artesanía, cultura,vida en la calle, todo pasa por el Gancho, si no sabes donde echar el sábado o la mañana del domingo, acabas en Gancho.

    El concejal del barrio, Alonso, de Izquierda Unida, tenía algo de lo que presumir.

    Pero se jodió.

    Seguiremos en octubre.

    Joyeuse rentrée

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