Ángel Guinda: llenazo en La Estación

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Por Ignacio Delgado Gil

    Platea, pasillos y escaleras del Teatro de La Estación se llenaron de oyentes ansiosos de escuchar los  nuevos versos de Ángel Guinda.

   El poeta zaragozano, como cada vez que regresa a su ciudad, concitó la atención de los aficionados que no quisieron perderse la presentación de Catedral de la Noche (Olifante, 2015).

    La sesión comenzó con las lecturas que, desde las butacas del teatro realizaron Geraldine Hill y Mª José Moreno. Siguió el vídeo Cruce de caminos de David Francisco, documentalista oficial del poeta, con versos del libro recitados por el propio autor.

    Finalmente, en un escenario negro solemne, que bien podría haber acogido la entrada de un féretro para despedir a un muerto, apareció Guinda vestido también de luto, como siempre, pero con camisa blanca bajo la chaqueta negra y refulgente.

    Tras una docena de poemas, leídos con entonación precisa y ritmo pausado, el poeta reconoció, a preguntas del público, que un cierto aire místico transitaba por el libro. Y que esta vez no había pensado tanto en el lector como en sí mismo, alejándose de la claridad de libros anteriores.

    Casi una hora dedicó Guinda a la firma de ejemplares y el vino entretuvo la espera de la afición en el vestíbulo del teatro, entre saludos y tertulias improvisadas de los muchos escritores que se dieron cita en el acto, entre ellos: Miguel Ángel Yusta, Fernando Burbano, Margarita Barbachano, David Mayor, Ángel Lahoz, Fernando Sarriá,  Fernando Aínsa, Mariano Anós, Luisa Miñana y muchos más.

    La prensa local había dado noticia de la presentación con sendas entrevistas al poeta. Antón Castro incluyó en la del Heraldo un poema magnífico del libro, uno de esos poemas de Guinda que te dejan flotando en una nube. Lo reproducimos aquí porque “Un hombre feliz” es de antología.

UN HOMBRE FELIZ

Fue feliz compartiendo
los cantos y las risas,
la pobreza, el dolor.
Retozando en la escarcha,
comiendo y bien bebiendo.
Alegre a pleno sol,
solo en el descampado
o entre la muchedumbre.
Fue feliz de estar vivo
y afrontar las desgracias
ajenas como propias,
sereno o agitado;
liviano haciendo el muerto
sobre la piel del mar.
Fue feliz desterrado
de la realidad.
Feliz bajo la noche
coronada de lámparas,
en batallas de amor
que hacen temblar las sábanas.
Fue feliz derribando 
murallones de lágrimas,
hablando con los astros,
escuchando a la muerte.
No descarta
ser feliz bajo tierra
mientras sigue la vida.

Ángel Guinda.

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