Sexta edición en Zaragoza de Ecozine


Por Don Quiterio

Ecozine, el festival sobre el medio ambiente, quedó inaugurado en Zaragoza con el estreno de la película ‘Wind of change’, de la directora noruega Julia Dahr, acerca de la sequía que asoló en 2011 a África del este y muestra a una familia en su lucha y adaptación contra los cambios producidos en el clima.

Y el clima, efectivamente, es uno de los temas recurrentes en esta sexta edición de este certamen, con una serie de películas que se hacen la siguiente pregunta: ¿Quién se beneficia del negocio del clima? Todo, en realidad, se convierte en una mercancía. Todo se compra y se vende, y cada cosa se valora por su rentabilidad, por los beneficios que genere. También la ecología. Cuando las grandes potencias hablan de “proteger el clima”, en realidad se refieren a defender un gigantesco “negocio verde”. Y a camuflar bajo argumentos “ecológicos” la explotación de los países dominados.


Ya sabemos que los grandes monopolios acaparan la concesión gratuita de los derechos de emisión. Y luego comercian con ellos en su propio beneficio, sin que ello contribuya a reducir las emisiones globales. La concentración de dióxido de carbono está considerada una consecuencia directa de la acción del hombre sobre el mundo en que vivimos. Los expertos sostienen que la civilización se encuentra en zona de peligro sin que en el horizonte próximo se vean atisbos de mejoría. Los países desarrollados necesitan por su expansión industrial ampliar sus límites, y lo hacen a costa de los países que reducen su industrialización. ¿Cuál es el mecanismo? Comprar los derechos de emisión de dióxido de carbono en países del este de Europa. Como hay un límite global a la emisión de gases contaminantes, solo existe un mecanismo: para que nos produzcan más, otros deben producir menos. Para que unos se desarrollen más, otros deben desarrollarse menos. Es la lógica de los países fuertes frente a los países débiles. No es la lógica del control medioambiental.

La principal sección del certamen ha incluido la proyección de dos películas recientemente producidas y no estrenadas en Zaragoza, además de la arriba mencionada: ‘La casa Emak Bakia’, apasionante ópera prima del vasco Oskar Alegría inspirada en el original de Man Ray, y la francesa ‘La soif du monde’, de Yann Arthus-Bertrand, Thierry Piantanida y Baptiste Rouget-Luchaire, que muestra la problemática del agua potable en el mundo. Junto a estos trabajos, también se ha estrenado el cortometraje ‘Dame tu trabajo’, de Sonia Llera y Tim Dabringhaus, sobre los conflictos de cooperación para un cambio sostenible. En total, se han proyectado setenta películas llegadas de treinta y dos países diferentes. Además de los veintiséis cortos y doce largometrajes que han competido en la sección oficial, la programación ha incluido otros apartados y actividades paralelas: mesas redondas en torno a la crisis energética, un reconocimiento al realizador zaragozano Eduardo Laplaza por su programa de televisión ‘El escarabajo verde’ (dieciséis años en antena) o una exposición con obras de la realizadora Sonia Llera y el artesano herrero Joaquín Bravo.

Pedro Piñeiro, director del festival, afirmó en la inauguración que Ecozine es “una ventana al trabajo de cineastas comprometidos que se dedican a informar y sensibilizar”. Y, en efecto, este certamen es un foro necesario, con una labor importante de los cineastas, en el que se exponen los valores de respeto hacia el espacio que nos rodea, para concienciar sobre el peligro de una tierra enferma que muestra síntomas preocupantes. Mejorar nuestra calidad de vida solo depende de nosotros, si cuidamos, mimamos y protegemos el espacio natural, aunque se precise alzar la voz para denunciar a los poderosos que, muchas veces, obedecen únicamente a los mandatos del dinero, y esquilman y devoran bosques, amazonias o pueblos indígenas.

De eso y más tratan los distintos largometrajes proyectados, todos de reciente producción: el argentino ‘Hidrofactura’, de Matías Estévez; el holandés ‘Silent snow’, de Jan van den Borg; el británico ‘The age of stupid’, de Franny Armstrong; el guatemalteco ‘Aj ral choch’, de Álvaro Revenga; el mexicano ‘Cuates de Australia’, de Everardo González; el egipcio ‘Play golf’, de Sameh Estefanos; los islandeses ‘Dreamland’ (Thorfinnur Gudnason y Andrei Siner Magnason) o ‘Oligolopy’ (Alba del Campo); los alemanes ‘Bottled life (Urs Schnell), ‘Corazón del cielo, corazón de la tierra’ (Enrico Black y Franke Landig), o ‘Tokyo Belly’ (Reinhild Dettmer-Finke); y los españoles ‘Agronautas’ (Juan Dopico Massobrio) o ‘Segula, el futuro de las tierras del Ebro’ (Mario Pons Muria).

Del mismo modo, se han proyectado un buen número de cortometrajes documentales de distintos países, también de reciente producción: el italiano ‘Alimentum’, de Davide Colferai; el ucraniano ‘Le duo’, de Dmytro Bondarchuk; el boliviano ‘Abuela grillo’, de Denis Chapon; el austriaco ‘Exhaustibility’, de Eni Brandner; el chileno ‘Humboldt’, de René Castillo y Nicolás Cortés; el australiano ‘Climate of hope’, de Scott Ludlam; el belga ‘Semalu’, de Jimmy Hendrickx; el francés ‘Le peuple de l’Herbe’, de Thomas Fourniret; el alemán ‘Leonids story’, de Rainer Ludwigt; el noruego ‘Vinterlys’, de Skule Eriksen; el argentino ‘Share it’, de Fernando Maldonado y Jorge Tereso; los colombianos ‘Caminos’ (Joan Frandey Ariza), ‘Nuestra soberanía alimentaria’ (Ricardo Perea), ‘Nakua’ (Carlos Gómez Ariza y Héctor Izáriga) o ‘La toma’ (Paola Mendoza y Juan Mejía Botero); los brasileños ‘Andes, agua, Amazonia’ (Marcio Isensee) o ‘La danza del tiempo’ (Christian Spencer); el ruso ‘Second wind’ (Sergey Tsyss); y los españoles ‘Objetos’ (Ángel Pascual Berlanga), ‘La balada de la bolsa de plástico’ (Jonás Benarroch), ‘Efímera’ (Diego Modino), ‘Kanús’ (Charo Ruiz Gitrama), ‘Kukra river’ (Lun Haro y Anna Cañigueral), ‘La isla de los muertos’ (Vuk Jevremovic), ‘Los caballos salvajes’ (Jorge Cañada), ‘Paisaje nocturno’ (Marta Ferreras), ‘Previsión cero’ (Pedro Márquez y David Triviño), o ‘Los besugos del café inundado’ (Enrique Novials).

Este último, junto al soberbio filme de Oskar Alegría ‘La casa de Emak Bakia’, es uno de los mejores trabajos, cinematográficamente hablando, que se han proyectado en Ecozine. ‘Los besugos del café inundado’, en efecto, ofrece un excelente relato sobre pueblos inundados por las aguas, con un personaje vestido de payaso y, tal vez, estupefacto, como un viajero oculto que porta una maleta, una vida errante que busca su lugar en el mundo. La maleta es la compañera de alguien que va y viene, un espectro desnortado. Su realizador, el fragatino Enrique Novials, nos habla del trauma de la emigración, del cambio brusco que supone la desaparición del lugar de siempre, de lo nuevo y lo viejo, del dolor y la rabia por lo perdido, de unas vidas vividas y sufridas.

Un conjunto de documentos, cortos y largos, que hablan de los peligros causados por la explotación de los recursos naturales en aras del crecimiento económico, de las personas que no tienen acceso al agua potable, de la lucha de los pueblos indígenas en contra de la privatización del agua, de las grandes distancias o el consumo local, de la producción industrial o la producción campesina, de la uniformidad o la diversidad, de las nuevas especies que llegan y toman el control, de los beneficios de llevar una economía agraria bajo los preceptos de la soberanía alimentaria, de la codicia de terratenientes, de la explotación petrolera en las distintas regiones del planeta, de los grupos paramilitares y sus amenazas, del nulo respeto a los valores humanos de las empresas multinacionales, de la minería artesanal como forma de sustentación de la vida, de las tradiciones en las comunidades, de los riesgos de la producción de energía nuclear, de la inexistencia de una gestión segura de los residuos que generan las centrales nucleares, de la posibilidad de otro modelo energético, de las conductas autodestructivas del hombre, del negocio mundial del agua embotellada, de los trabajos condenados a desaparecer, de los cambios drásticos en el clima, las olas de calor, las sequías, las inundaciones, los incendios forestales…

De los filmes a concurso, el largometraje documental ganador resultó ser ‘Raising resistance’, una trabajo germano-suizo dirigido por Bettina Borgfeld y David Bernet, sobre la lucha de los campesinos y pequeños agricultores de Paraguay en contra de la producción agresiva de la soja genética en el país y el impacto global que el uso de la ingeniería genética más moderna tiene sobre las personas y la naturaleza. “Bendito machine IV’, una producción española dirigida por Jossie Malis, sin diálgos, se alzó con el premio al mejor cortometraje, y es una mirada a la civilización petrodependiente a la vez que un homenaje al teatro de sombras chinescas.

También fueron premiados los largos ‘Lovemeatender’ (Manu Coeman), un trabajo belga que plantea la realidad de nuestros platos para renovar nuestra imagen de la carne, y ‘El gigante’ (Bruno Federico), producción colombiana que alerta de la amenaza de la construcción de una represa. Finalmente, también recibieron galardones los cortos ‘Dos tomates y dos destinos’ (Aníbal Gómez y David Rodríguez), producción española sobre agronegocio y soberanía alimentaria, ‘The only flower’ (César Pérez Herranz), otro trabajo español acerca de las plantas y las copias de plástico, y ‘Kolodets’ (Yury Evdokimov), una parábola sobre la vida, sin diálgos y de nacionalidad rusa.

El impactante cartel anunciador del festival ha sido realizado por la diseñadora y fotógrafa barbastrense Lydia Solans, y muestra una cabeza humana en la que se perciben una serie de engranajes en pleno proceso mental. La mente es el mejor motor para sobrevivir, evolucionar y mejorar. El ser humano en sí mismo es naturaleza y lo olvidamos la mayor parte del tiempo al rodearnos de tanta tecnología. De ahí, tal vez, la estética “steampunk” que también hace un claro guiño al Fritz Lang de ‘Metrópolis’ (1927), que supuso, en su momento, una crítica hacia una situación social que hoy en día, en cierta forma, sigue vigente.

¿Qué medidas reales, parece preguntarse esa “mente” del cartel, estamos tomando los habitantes del planeta tanto en nuestras casas como a través de nuestro gobierno para combatir el cambio climático? ¿Estamos preparados para una tasa de desempleo más alta debido a la sequía? ¿Estamos listos para no disfrutar más de una caminata en el bosque porque ha desaparecido debido a un incendio forestal? ¿Qué va a pasar cuando nuestra playa favorita o nuestro hogar esté bajo el agua debido a las inundaciones? ¿Cómo nos sentiremos cuando no ganemos el suficiente dinero para comprar alimentos debido a los altos costes? O peor aún, ¿estamos dispuestos a sufrir no solo pérdidas económicas, sino la pérdida de la vida humana?

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