K-Pintas o k-diez años no son nada


Por Don Quiterio

     Son una treintena de pinturas, dibujos, fotografías, esculturas o “collages” los que componen la exposición de “K-Pintas” (doctor Palomar, 19) con ocasión del décimo aniversario de un espacio fundado por José Luis Gamboa, Salvador Dastis, Merce Bravo, Juan Baldellou, Pilar Gutiérrez, Carmen Abril, Delia de Madariaga y Alfonso Val Ortego, a los que más adelante se incorporan Fernando Bayo, Héctor Baldellou, Manuel Vicente o Juan José Antolín.

 

    A lo largo de estos años han desfilado muchos artistas, muchas exposiciones, muchos talleres, muchas proyecciones, muchas charlas, muchas canciones y mucha juerga, para entender grandes o pequeñas cuestiones referidas a la contemplación, la emoción, los sueños, la razón, la reflexión o la decisión. Y en contra de lo que pueda parecer, el verdadero mérito de “K-Pintas” no está en haber dado una idea original, sino en acertar a desarrollarla dentro de unos cánones tan modestos como entrañables.





   “K-Pintas” explota la complicidad que se establece entre el artista, el crítico y el espectador, y, bajo este múltiple paraguas, se agrupan las piezas exhibidas de Sonia Abraín, José Azul, José Luis Arizón, Miguel Ángel Arrudi, Cristina Beltrán, María José Bruna, María Calvo, Antonio Chipriana, Miguel Ángel Encuentra, Paola Fanjul, Gonzalo Ferreró, Mariela García, Ginevra Godin, Cristina Gómez Tomé, Sabbir Hadiamallou, Rana Heyrati, Paco Lafarga, Jesús Llaría, Fernando Malo, Paloma Marina, Mónica Naudín, Sergio Muro, Joaquín Pacheco, Concha Pitilla y Débora Quelle. También reúne obras de Paco Rallo, Helena Santolaya, Cintia Sarriá, María Urra, Susana Vacas, David Vela o Mariano Viejo.





    Un décimo aniversario a la manera de una faena de aliño. Caray, tampoco importa, si lo importante –o no- es salvar el expediente. Un expediente con nombres, con una participación que cumpla con el cumpleaños feliz. Al fin y al cabo, la historia de “K-Pintas” sirve para tomar conciencia de dónde venimos y juzgar dónde estamos con una mirada a la vez más dura y más optimista. Tenemos, tal vez, la conciencia entumecida. Diez años de historia, sí, y que se doblen con nuevos proyectos, a pesar, ¡maldita sea!, de estos tiempos en que lo fácil es sucumbir al encanto del tedio.





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