Ideologías / Quique Gómez


Por Quique Gómez Arnas

¿ Tienen ideología los grupos sociales en las sociedades avanzadas del siglo XXI?

    Una ideología es un sistema de principios que caracterizan a una persona o grupo y abarca todas las cuestiones que atañen a la sociedad, a su organización y a su posible futuro.

    Fundamentalmente han existido dos grandes tendencias en su historia: la llamada «progresista» y ,a partir de la revolución burguesa también de izquierdas, y la «conservadora».

    Básicamente la sociedad, desde los comienzos del capitalismo Neolítico ( las primeras especulaciones con bienes en sociedades en expansión) ha sufrido una tensión dialéctica entre quiénes querían un reparto más justo de los bienes y quiénes, detentando el poder político y militar, defendían sus privilegios y propiedades frente a esa presión igualitaria.

   Es rara la existencia de sociedades en la que se haya desarrollado la idea progresista.

    Los diferentes sistemas ya fueran tribales o aristocráticos, feudales o absolutistas, teocraticos o dictatoriales, tenían en común la existencia de una clase asentada y privilegiada que detentaba la propiedad de los bienes sociales y cuya ideología era obviamente «conservadora».

    Con el transcurrir de los tiempos, la burguesía de finales de la Edad Media fue asentándose y durante el Renacimiento y comienzos de la Edad Moderna, alcanzó unas cotas de poder que entrarían en colisión con la clase aristocrática, su momento histórico más relevante y culminante fue la Revolución Francesa.

    Otra revolución, la industrial, que se desarrollaría casi inmediatamente después, crearía otra clase social que daría la réplica a los vencedores de la tricolor francesa: el proletariado.

    Las ideas progresistas del siglo XIX tendrían su base filosófica alemana y su desarrollo teórico en los escritos de Marx y Engels.

   Por entonces era relativamente fácil reconocer a las clases sociales y , por ende, deducir a qué tipo de ideología se adscribiría ,respectivamente, la mayoría de sus componentes.

    Era la vieja idea «progresista»esta vez en forma más organizada, militante, teorizada al máximo y sobre todo, revolucionaria.

   ¿De todo este movimiento hoy, en  el siglo XXI,  que nos queda?

    La expansión de los Estados Sociales y de Derecho, tras infinidad de revoluciones, revueltas, conflictos y dos guerras mundiales, es la solución encontrada para una convivencia relativamente pacífica y justa a lo largo del siglo XX.

     El problema es que la sociedad va evolucionando rápidamente, no hay «statu quo», nunca lo ha habido a lo largo de la Historia (salvo excepciones, tan estudiadas, que nos muestran generalmente que no fueron tales).

    La revolución en el transporte, las formas de producción y , sobre todo, la informática, están conformando un mundo distinto a una velocidad de vértigo: es la globalización.

     Hoy no existe un proletariado propiamente dicho (desde el viejo concepto marxista al menos) y por supuesto, mucho menos, una «conciencia de clase». El concepto «clase media» (propio de la Guerra Fría, al menos en su mayor expansión) ha hecho mucho daño a la visión simplista de «obreros y patronos» con lo que eso ha supuesto para la cuestión ideológica en la sociedad.

     Las sociedades de hoy son «líquidas», no hay solidez argumental.

    El experimento socialista fracasó y el neoliberalismo vencedor impone sus reglas incluso en los restos «socialistas» del mundo, y no solo me refiero a las socialdemocracias.

    El problema de la izquierda es que, obviada la posibilidad revolucionaria, poco tiene que ofrecer a la mayoría de la población mundial que pretende «liberar»; el dinero, se dice, no tiene ideología.

    En este mundo post-posmoderno parece no haber horizonte posible más que para la distopía.

    Los jóvenes alimentan entusiásticamente a las multinacionales que los explotan, de forma totalmente acrítica.

    Las clases sociales no votan necesariamente a quienes, teóricamente, representan sus intereses.

    Los medios de comunicación manipulan tan hábilmente a la sociedad, que consiguen que las personas individuales voten en un sentido contrario a su posición social.

    Es el gran invento de la democracia occidental, y lo peor, es que está ese constructo es tan débil hoy día, frente a los poderes que de verdad controlan el mundo (esos míticos «mercados») que ante el hastío qué provoca la falta de soluciones y la desilusión ante «cambios» que no lo son, que se ha creado un territorio abonado para que hoy día se vienen llamar «populismos».

    ¿Que ofrece el populismo? Soluciones (falsas) fáciles para problemas (aparentemente) complejos.

    El sistema representativo no tiene demasiada capacidad de maniobra para solventar los problemas cotidianos de la mayoría.

   Dada la prevalencia del sistema económico liberal y, añadido a ésto, la llegada de la «revolución informática» se puede augurar un panorama tan complicado que el terreno está perfectamente preparado para que crezcan y prosperen los «populistas» , es decir, la extrema derecha.

    No es porque vayan a solucionar ningún problema ésta derecha extrema (qué es ultra neoliberal), es porque convencen a los más humildes, apelando a los más bajos sentimientos, de que la solución es fácil, la tienen ellos: un muro, usar la Armada para defenderse de las pateras… y mientras, ir minando el sistema de libertades qué si antes nos parecían burguesas, ahora vamos a tener que poner todo nuestro afán para qué, al menos, esos logros sociales no desaparezcan.

    La utopía socialista parece definitivamente enterrada, pero la ideología que la puso en pie debería ser la base para luchar porque no triunfe la distopía fascista.

    No nos engañemos, la vieja confrontación maniquea sigue viva.

   ¿Veremos un resurgir de las ideologías o éstas desaparecerán por el sumidero de la Historia?¿Vendrán nuevas ideologías que beban de las viejas fuentes y elaboren un nuevo esquema para explicar el mundo de hoy y ofrecer soluciones a la sociedad del futuro?

     La Historia nos enseña que la dinámica política es imparable, que nadie piense que existe una institución política que dure «para siempre».

   Estemos pues atentos para interactuar con quiénes quieran que el Estado Social y de Derecho siga fuerte ante las pesadillas totalitarias que tanto predicamento tienen entre muchos de nuestros conciudadanos.

    De nosotros depende el futuro.