Por Luis Gareta
Estos días pasados se ha procedido a realizar una corta selectiva de pies de robles con el fin de ultimar el tratamiento llevado a cabo en la finca Arenal de la Vega, con las sucesivas fases de formación del robledal y que se comenzó a reforestar hace ya 18 años.
Cuando se procedió a la plantación inicial se dejaron todos los plantones que pudieron nacer por alveolo con el fin de garantizar el crecimiento de aquellos chitos más fuertes y que, con el paso del tiempo, se consolidaron como pies mejor adaptados.
Por sistema de la empresa reforestadora, cada alveolo albergaba dos o tres chitos y se han ido dejando crecer hasta ahora que, por fin, se ha decidido dejar ya en posición definitiva, salvo marras de última hora, los pies más robustos y saneados.
Así los técnicos del instituto procedieron a cortar desde su base aquellos más delgados, troceándolos para convertirlos en leña de quema una vez seca en el mismo campo, dejando las ramas amontonadas en un lugar habilitado en una esquina de la finca para proceder a su quema al próximo año una vez secas y conseguidos los permisos pertinentes.
Pese al plan inicial no se han podido dejar seleccionados todos los pies marcados por lo que se hará necesario en el próximo invierno completar la corta de los mismos que ha quedado debidamente señalada.
Enhorabuena a todos los que han hecho posible esta fase importantísima en la formación de este hermoso robledal.
La corta en PolloTube:
https://youtu.be/Jlzdjt9osxU?list=PLcFo9HTXjnoX3swz42fRRnsEI5LX7-EhT
Tallas de formación y podas
La talla de formación es una operación selectiva en la copa de la planta que busca formar un fuste continuo, derecho y vertical. Consiste en suprimir o recortar horquillas, dobles o triples guías y también eliminar ramas que empiezan a engrosar mucho, o las que salen muy verticales y pueden llegar a competir con la guía terminal.
Estos defectos pueden ser debidos a heladas tardías que debilitan la yema terminal y provocan horquillas, como en fresno y roble americano, y a ataques de insectos o de la fauna silvestre. Las plantas genéticamente mal adaptadas también desarrollan con frecuencia defectos de forma.
En ocasiones las operaciones de talla consisten únicamente en recortar o despuntar las ramas para evitar que desarrollen excesivamente, dejando varias yemas para que continúen alimentando al árbol; esta operación da buenos resultados en el roble americano, haya o castaño, pero no en nogal. Cuanto antes se realicen las tallas más económica y efectiva resultará la operación.
Las tallas son operaciones costosas, pero absolutamente necesarias cuando se planta a poca densidad. No debe pretenderse tallar de forma pormenorizada todos los árboles del monte, sino más bien aquellos de mejor calidad. Es frecuente en frondosas observar árboles podados muy precozmente y que en cambio no son tallados o lo son demasiado tarde.
Las tallas de formación se realizarán repetidamente (cada dos o tres años) hasta conseguir formar un fuste recto en los primeros cuatro a seis metros del árbol. La herramienta más adecuada para realizarlas es la tijera montada sobre pértiga telescópica y accionada por cuerda.
La poda es la supresión sistemática de ramas para conseguir una parte del tronco libre de nudos. Esta operación no siempre es necesaria ya que si los árboles están en espesura se produce fácilmente de forma natural. Debe ser una operación que no será intensa pero sí progresiva y frecuente puesto que la supresión de ramas vivas puede causar disminución del crecimiento.
La poda busca obtener un tronco libre de nudos hasta 6 – 8 m de altura como máximo, ya que las podas a alturas superiores son frecuentemente antieconómicas.
Las intensidades de poda más fuertes consideradas admisibles oscilan entre 1/3 y 1/2 de la altura total del árbol, ya que una poda excesivamente intensa merma mucho el crecimiento y produce un desequilibrio entre la parte aérea y radical que muchas frondosas tratan de restablecer emitiendo numerosos brotes chupones.
Es muy importante realizar un corte correcto, que será limpio y próximo al tronco, sin dejar muñones que posteriormente serían englobados y darían nudos muertos que depreciarían enormemente la madera. Pero se respetará el rodete basal de inserción para no hacer una sección de corte excesivamente grande y para facilitar la cicatrización. (Es un error muy frecuente el realizar el corte muy a ras del tronco, dañando la corteza de este y haciendo una sección grande que tardará más tiempo en recubrirse y estará más expuesta a heladas y pudriciones.)
La mejor época suele ser justo antes del comienzo de la actividad vegetativa, a principios de primavera, ya que la cicatrización es más rápida. Sin embargo, algunas especies como el nogal o el abedul presentan en estas fechas una presión alta de savia, por lo que se podarán a finales de verano.
Para las podas es adecuado el empleo de tijeras manuales de mango largo, con sistema de corte tipo deslizante tradicional o tipo cizalla. Las tijeras con sistema de desmultiplicación y mangos de 70 cm permiten cortar ramas de hasta 4,5 cm, con excelente calidad de ejecución.
5.4.3 Claras
Las claras son operaciones intermedias de corta de árboles que presentan ya un valor comercial pero que no interesa mantener hasta las cortas finales. Liberan el espacio que los árboles de porvenir necesitan a medida que se desarrollan en altura y resultan indispensables para tener buenos crecimientos, al concentrar en los mejores árboles la producción de madera. Las claras son operaciones convenientes para mejorar montes de frondosas con porvenir comercial.
Con ellas se consigue:
– Obtener madera antes de la corta final y por tanto rentas intermedias.
– Seleccionar, suprimiendo los malos árboles en favor de los mejores.
– Hacer engrosar antes el tronco de los pies que quedan, al distanciarlos.
– Madera homogénea, por el crecimiento regular y sostenido.
– Adelantar el momento de la corta final.
A pesar de todas estas ventajas, las claras son frecuentemente olvidadas, y cuando se practican no se hacen con la periodicidad e intensidad deseadas.
El propietario forestal no realiza claras por desconocimiento, falta de mercado o bajo precio de la madera delgada, dificultad de ejecutar las claras sin estropear los árboles restantes, etc., pero sobre todo, por la falta de convicción sobre la finalidad de estos tratamientos.
- Primera clara
El momento de realizar la primera clara es una decisión importante, ya que una demora de la misma puede condenar el futuro de la masa. En general, es preferible intervenir demasiado pronto que demasiado tarde. Cuando las primeras claras son tardías, los «árboles lobo» ocupan el espacio y someten a los de mejor forma a una fuerte competencia, sombreándolos durante bastante tiempo, con lo que pierden la capacidad de reaccionar al liberarles de esa dominación (han perdido su vigor, tienen una reducida capacidad de crecimiento y, a menudo, se curvan o rompen por efecto de la nieve o el viento). Sólo las especies con temperamento de sombra, como el haya, reaccionan convenientemente en ese caso.
Para fijar este momento de comienzo habrá que observar las copas y en particular, la altura del árbol a la que aparecen ramas vivas. Si la copa viva se ha reducido al tercio superior del árbol deberá intervenirse en claras de forma urgente, ya que existirá una notable reducción del crecimiento en grosor.
La primera clara se aplicará eliminando los pies torcidos, deformes, dañados y árboles lobo, es decir, los pies que dominan pero que no son aceptables como pies de futuro.
- Elección de los árboles de porvenir
Es muy frecuente en la selvicultura de frondosas realizar una selección de pies de porvenir, que son aquellos que tienen mejor forma e interés de cara al futuro, por lo que se reservarán para las cortas finales. Estos pies se elegirán inicialmente por criterios de vigor, serán árboles del estrato dominante, con copa equilibrada, fuste recto, sin defectos, taras o enfermedades.
Estos criterios serán los más importantes, aunque además se tratará de buscar una distribución lo más regular posible. El número de árboles de porvenir a elegir dependerá de la especie y del objetivo de producción, y variará entre 50 y 300 pies/ha. A efectos de la selección se primará la calidad de los pies frente al espaciamiento final que se propone, esto es, dos árboles buenos y vigorosos, aunque se encuentren a una distancia menor que el espaciamiento final, serán preferibles a otros dos mediocres situados a dicho espaciamiento.
Los árboles de porvenir se elegirán cuando exista ya una clara posibilidad de diferenciar en el monte los individuos según las posiciones de sus copas (dominantes, codominantes, intermedios y dominados) y una cierta seguridad de que los elegidos seguirán manteniendo su vigor y calidad de forma. La elección puede hacerse entre los 20 y 40 años, según las especies. Una vez elegidos los árboles de porvenir, éstos son marcados y posteriormente se harán las claras en su favor.
Normalmente se suele hacer una predesignación de candidatos a árboles de porvenir para facilitar la selección definitiva de la población final y se suelen escoger, en una primera designación, el doble de los finales.
En el caso de las llamadas «frondosas preciosas» (fresno, cerezo, nogal, roble americano y arce), donde la población definitiva oscila entre 50 y 90 pies/ha, se suelen designar como candidatos a pies para la corta final un número cuatro veces superior (200 a 360 pies/ha). Para ejecutar esto correctamente se suele recurrir a replantear parcelas rectangulares que se marcan en sus extremos para no equivocarse, que recojan unos 10 árboles en dos filas. Los árboles de porvenir o los candidatos se señalan con pintura y se cuidará que no se incluyan por error en parcelas vecinas.
- Claras posteriores
Una vez elegidos los pies de porvenir, las claras siguientes se harán a favor de ellos (claras de selección positiva) y se eliminarán, tras una buena observación, los pies que más compiten con los que se han designado como de porvenir. Serán claras por lo alto, porque las realizadas por lo bajo tienen poco efecto sobre la reducción de la competencia, y además, los pies cuyas copas conforman el estrato inferior de la masa constituyen un acompañamiento muy útil, puesto que protegen y mantienen en sombra los troncos de los árboles de porvenir.
La necesidad de claras vendrá dada por el crecimiento en altura de los árboles de porvenir (árboles del estrato dominante). Cuanto más rápido crezcan en altura mayor será la frecuencia de las claras. Desde el punto de vista selvícola, las operaciones de clara ideales deberían ser frecuentes y moderadas, aunque el aspecto económico obliga, en ocasiones, a realizarlas espaciadas y fuertes.
Fuente: http://www.agrobyte.com/publicaciones/frondosas/cap5.html