El embalse de La Peña y la Galliguera

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Por Eugenio Mateo

    Las tierras que me acogen forman parte de un imaginario ideal. Las veo despuntar al alba y recostarse en el ocaso, en medio, un circulo solar que mantiene mi atención despierta, desde mi atalaya escondida sobre estas tierras de la Galliguera veo las nubes formarse y disolverse bajo los soplos del viento.

    Es el Embalse de la Peña un lugar que guarda todavía la calma entre las suaves montañas del Prepirineo.

    Sus pequeños caseríos: Santa María, Triste, La Peña, bullen contenidas en verano. El invierno trae la soledad y arropa mi refugio con horas de sosiego.

   Permite el lugar que lo recorran multitud de senderos y en los barrancos, las corrientes del Asabón, Bergosal, Ena o Escalete engrosan al caudal embalsado a costa de un Gállego generoso. Cerca queda Riglos y la sierra de Loarre, en ella las alturas, desde las que se ve el Pirineo, se enriscan hasta los 1500 m.

    Murillo y el rafting, Ayerbe, Salinas, San Juan de la Peña, Rasal, etc, todos con un motivo importante para ser visitados, abren la caja de las posibilidades para solitarios en busca de razones. Los humanos necesitamos un rincón en el que arrostrar cada día la supervivencia, encontrarlo es difícil, pero siempre queda el intimo rescoldo de un latido.

   Ver cambiar el color del monte es un premio poco valorado, sin embargo es el reloj auténtico que rige nuestras vidas. Ser mojado por la tormenta temerosos del rayo es un bautizo interminable, una inmersión de la piel reseca.

   Medir la luz ocre de los primeros rayos y la rojiza del atardecer permite ver un telón cambiante, con nueva representación a cada instante.

 Los milanos negros saludan a los viandantes con vuelos rasantes.

Fuente: http://eugeniomateo.blogspot.com.es/2015/09/el-embalse-de-la-pena-y-la-galliguera.html

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