Viaje por Asturias (I)


Por Eugenio Mateo

    Nuestro amigo y colaborador Eugenio Mateo tuvo la oportunidad recorrer Asturias y de allí nos ha traido unos reportaje que por razones de espacio, los dividiremos en dos partes

Asturias Prologo

    El recibimiento con el que el clima nos agasajó, ya vaticinado en los partes metereológicos, obligó a protegernos de la lluvia y el viento. Realmente, uno de los motivos de venir hasta Ribadesella era participar en las XXVIII Jornadas gastronómicas del Mar que gozan de gran prestigio. Comprobar la oferta culinaria de los restaurantes de esta hermosa localidad es un plus que añadir a todas las actividades, lugares, tradiciones y descubrimientos que se pueden hacer aquí, donde el mítico Sella desemboca en el mar, después de que en sus aguas desoven los salmones y las canoas lo surquen con sus quillas.

    Estos parajes asturianos son igualmente descriptivos con el tono plateado de la borrasca o con los verdes y azules que refulgen al sol del anticiclón.

    En las jornadas gastronómicas se ofrece al público una relación de restaurantes de la zona con unos menús de precio cerrado y donde la imaginación de los chefs compite en un duelo en el que los vencedores son aquellos que se los comen. El día de la llegada probamos suerte en El Cueto, en el que el menú constaba de ensalada de salmón con eneldo, pulpo de prederu guisado, mero al horno con salsa marinera y de postre un brownie de chocolate y nueces. El precio cerrado de 20€ por lo servido da idea de su gancho. La única pega, que hemos podido comprobar también en otras sidrerias y restaurantes es que el pulpo no es tal, sino rejo, otro cefalópodo que no tiene ni de lejos las cualidades y textura del pulpo pero que por su precio se está convirtiendo en alternativa a éste. Realmente son las patas de la pota. Mi queja va en la dirección que no se debe engañar y si lo que dan, y por cierto muy abundante, es rejo, pues se dice. Probablemente algunos no se darán cuenta pero por si no lo saben, si un día les dan una ración de pulpo a feira que encima cuesta un ojo y ven que las porciones llevan un agujerito en el centro y les parece demasiado blandas, están pagando por una estafa, pequeña pero estafa. En estos días he podido quejarme en alguna ocasión y siempre he notado una mirada de inteligencia, como si dijeran: Éste se ha dado cuenta. Bueno, se empezó con el lenguado para acabar en el panga y el rejo. Oriental calling. ¿Por qué no se aplican los precios que realmente valen estos pescados, llamándolos por su nombre? Ah, la permanente mezquindad de algunos…

   El establecimiento conocido como el Campanu es uno de los más prestigioso de la villa. La ensalada de pulpo (auténtico) con chipirones, berberechos y gambas aderezada de infusión de módena es para recordar. El chuletón de buey al punto, inenarrable. Fuera ya de las jornadas, el Campanu ofrece una carta de pescados y mariscos de cuatro tenedores. Habíamos visto traer en los barcos un pez rojo que yo conocía como besugo rojo pero que aquí llaman virrey. Otro día volvimos al Campanu a por el virrey y nos lo hicieron al horno con patatas asadas en su jugo. Supremo este pescado blanco y diabólicamente rojo por fuera.

   Pero lo que distingue a Ribadesella es la animada vida social en sus sidrerías. Propios y ajenos compartimos las barras en espera de que el camarero vuelva para echarte un culín porque el protocolo de escanciar la sidra es todo un rito que no cualquiera sabe, so pena de ponerte perdidos los zapatos. Es una bebida que no por conocida es comprendida. He visto bailar en los ojos la embriaguez después de unas botellinas y una euforia distinta a la del vino, más rotunda y alegre, ocupar el aire de las sidrerías. Bendita manzana.

   La orografía consigue que el río, después de ensancharse en el puerto, recupere su silueta fluvial a escasos metros de su unión eterna con las aguas bravas del Cantábrico. En otros sitios lo llamarían Ría pero aquí no. A su vera el Paseo de la Grúa, que desde el puerto lleva al promontorio sobre la Punta del Caballo, en el que se alza la ermita de Guía y el reducto defensivo usado en tantas invasiones. A naciente, la silueta de la Punta Borines contempla el horizonte con mal de amores. Desde aquí arriba la panorámica no esconde rincones. Abajo, en el dique del paseo nadan las lubinas voraces en busca de un bocado.

    En el mismo Paseo de la Grúa, en el 2006, se instalaron sendos murales nacidos de la mano del genial Antonio Mingote, recientemente fallecido, en los que en colaboración con un maestro ceramista, F. Muñiz, el dibujante hace un repaso desde su particular prisma de la historia de Ribadesella, desde la prehistoria hasta el presente. Es una lección amena e intuitiva capaz de resumir en seis murales todos los miles de años que por aquí transcurrieron. La ironía, educadamente irreverente, de Mingote aplica a cada época su impronta mas real y fidedigna. Obras de arte y periódicos de cerámica al mismo tiempo.

    Otro buen motivo para venir a Ribadesella, donde el Rio Sella se hace salado.

Ruta de los dinosaurios. Asturias jurásica.

Por Eugenio Mateo

   En los planos turísticos de Ribadesella viene marcada una ruta que partiendo de la playa de la Atalaya, asciende hasta el faro ladeando por la Punta del Pozu. Hasta este lugar que domina una espectacular  panorámica de la costa asturiana, se llega después de un recorrido por un frondoso bosque de eucaliptus. Estamos en la cresta de los acantilados. Llueve, produciendo la impresión de una excursión invernal para la que afortunadamente vamos bien pertrechados. Llegados al edificio del Faro parte una pista que parece guardar muchas sorpresas. La primera sorpresa fue el robusto y cuidado muro de piedra que escoltaba esa parte del camino. En dos tramos, dos grandes enormes aberturas a modo de ventanas por la que se ve el mar, detrás de los árboles, permiten descubrirlo de otra manera, a través de una reja que parece protegerse de nosotros.

   Prados; ganado vacuno pastando en ellos. Al sur, los perfiles de la Cordillera. Tras unos kilómetros la ruta desciende. Vemos otros horizontes precipitarse hacia el mar. Estamos llegando al cruce con la carretera en las cercanías a Tereñes. Un cartel anuncia que allí se come. Una parada técnica por lluvia aconsejó un café. En el minimalista ambiente del establecimiento se nos aconsejó asimismo tener mucho cuidado al descender al acantilado donde se aprecian diversas huellas de dinosaurios. Cuando descendíamos por una endiablada senda, los resbalones de la simple hierba nos hicieron recordar aquellos sabios consejos. Llegados al inicio del acantilado, una escala metálica sirve de mirador privilegiado.  El siguiente paso es sobre la empinada roca, que esta mañana luce espléndidamente reluciente a causa de la lluvia. En ese paso, la suela de mi bota de montaña resbaló justo lo que me costó asirme a la barra salvadora. Así pues, solamente pudimos ver una de las icnitas, en este caso de un ejemplar grande de terópodo, es decir, del grupo de carnívoros sobre dos patas conocidos como Tiranosaurios. Cuestión de prudencia de andarín veterano.

   El panorama, entre la lluvia, el terreno, la gana de comer y la hora recomendaron el regreso, haciendo parada en Casa Antón. La especialidad de este cálido establecimiento son los bacalaos, que tienen cabida propia en la por otra parte variada y cuidada carta. El menú consistió en Brandada de bacalao con tostas de guacamole. Parrillada de verduras con Romesco y lomo de bacalao con salsa de zamburiñas y setas con  crujiente de jamón. Regado con un blanco Verdejo de Rueda. Los orujos, cortesía de la casa, nos devolvieron al sabor de lo auténtico. El trato amable de la maitre invitó a la conversación. Antón, el chef, salió a saludarnos y a interesarse por el menú. El camarero que atendía el servicio era un profesional de toda la vida.En definitiva que esta sugerente propuesta gastronómica está gestionada de un modo que la convierten en un lugar donde comer es algo más. Es experimentar.

    Toda una sorpresa. Para recomendar. En otra ocasión, ojalá, probaremos la carne, de la que también nos hablaron.

   Hay una máxima en Montaña que dice: «Con la tripa llena mal se sube» pero lo que no dice es que el orujo es la mejor gasolina para las cuestas. Nos reímos sin resuello desandando el regreso y hasta un animal que vimos nos pareció un caballo. Llegamos a Ribadesella; seguía lloviendo.

   Al día siguiente, en el paraje conocido como la Punta del Pozu, en Ribadesella, descubrimos las huellas de los pasos de varios saurópodos y ornitópodos encaramados en la ladera del murallón de roca como testimonio del glorioso pasado de la tierra en el Jurásico

Fuente: http://eugeniomateo.blogspot.com.es

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