Los Rembrandt del Museo del Hermitage.


Por Rubén Enciso

     Antes de entrar demos un paseo por Peterburgo como le llaman sus habitantes, para ver porqué una ciudad fundada el 16 de mayo de 1703 por Pedro el Grande, es considerada como arquetipo de ciudad moderna. Esto es debido a una planificación urbanística previa, que influyó en las grandes reformas de las ciudades europeas del S XIX.

La fuerza de los titanes.

      Pedro I con un afán de modernizar el país y buscando una ventana a Europa viaja por varios países aprendiendo oficios y técnicas como la construcción de barcos y de armas. Conoce el sistema de canales en Holanda y Venecia como medio de transporte cómodo y barato. Funda previamente una colonia La pequeña Holanda, instalando allí técnicos de todos estos lugares. La construcción de una ciudad en una zona pantanosa requirió de inmensos bloques de granito para basamentos, que son traídos de las canteras de Carelia en Finlandia deslizándolos en invierno por el hielo.



    Pero la construcción de la ciudad bajo condiciones climáticas adversas produjo una intensa mortalidad entre los trabajadores y requirió un continuo aporte de nuevos obreros. Dado que el poblamiento de la región era escaso, Pedro el Grande utilizó su prerrogativa de zar para atraer forzosamente a siervos trabajadores de todas partes del país. Una cuota anual de 40.000 siervos llegaba a la ciudad, equipados con sus herramientas y sus propios suministros de comida.



     Habitualmente recorrían cientos de kilómetros a pie en filas, escoltados por guardas, que para evitar las deserciones no dudaban en usar la violencia física. Como consecuencia de su exposición al clima, las deficientes condiciones higiénicas y las enfermedades, la mortalidad durante estos primeros años fue muy elevada, llegando a morir año tras año hasta el 50% de los trabajadores que llegaban.



     Durante la Segunda Guerra Mundial, Leningrado-Peterburgo fue sitiada por las fuerzas armadas de la Alemania Nazi (Wehrmacht) desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, un total de 29 meses. Por orden de Adolf Hitler, la ciudad era constantemente bombardeada y sistemáticamente privada de sus suministros.



    Se calcula que este asedio produjo la muerte de más de 1.500.000 de personas, de las cuales cerca de 1.000.000 eran civiles.

    Los cimientos de esta ciudad de belleza escenográfica se asientan sobre los huesos de millones de titanes.

 Entre la poesía y el cinismo.

     En el monumental libro sobre la cultura rusa de Orlando Figes y otros “El baile de Natacha”, destaca con nitidez la historia de la poetisa peterburguesa Anna Ajmátova. Su vida personal sufre una caótica y desquiciada existencia motivada por las intrigas, por las insidias y la represión de los comisarios políticos de la cultura soviética.



    En el Congreso de la Cultura de 1930, para eliminar contradicciones surge la decantación hacia una cultura proletaria la “Proletkult. Porque en una sociedad analfabeta se elige en nombre de lo social, al icono sobre la abstracción, las narraciones descriptivas, a Maiakovski. Y se rechaza la investigación, la crítica, y lo individual.



    Otra contradicción, el centralismo político es capaz de publicar 10 millones de ejemplares de un solo libro, y el autor publicado tiene una comunicación ideológica mayor que el partido gobernante ¡Ojo!



    Anna Ajmátova entra en los parámetros lingüísticos dictados por el congreso, pero su temática es demasiado personal, centrada en los sentimientos del ser humano mezclados con restos de la cultura tradicional. Su adscripción al experimentalismo crea desazón en los comisarios de la época soviética que se ensañan con su marido y su hijo.

    Sus versos muy fáciles de memorizar tienen una influencia tal que le surgen muchas imitadoras. Más tarde escribiría “Enseñe a hablar a las mujeres… ¡Dios, cómo hacerlas callar!”

     Marginada por los comisarios culturales hasta la miseria, y admirada por la población, en el cerco de Leningrado-Peterburgo es llamada a la radio para arengar a las tropas soviéticas. De manera que los soldados se aprenden de memoria sus poemas.

Y encerrados en esta capital salvaje,
Hemos olvidado para siempre
Los lagos, las estepas, las ciudades
Y los amaneceres de nuestra gran tierra natal.
Día y noche en el sangriento círculo
Nos abruma una brutal languidez.

(…)

Nadie quiere ayudarnos
Porque nos quedamos en casa
Porque amamos a nuestra ciudad
Y no las alas de la libertad.
Preservamos para nosotros
Sus palacios, su fuego y su agua.
Se acerca un tiempo diferente.
El viento de la muerte ya enfría los corazones,
Pero la sagrada ciudad de Pedro
Será nuestro involuntario monumento.

 
El refugio del ermitaño.

     Así llamó Pedro I a su nuevo palacio que construyó en Peterburgo huyendo de las intrigas palaciegas de Moscú. A partir de entonces se construyen un total de cinco palacios y uno de ellos es el Hermitage, el Palacio de Invierno, cuya toma por el pueblo en 1917 conmocionó al mundo durante setenta años y permitió el progreso en igualdad social.



    Al subir por la escalera monumental uno se acuerda de los siervos de la gleba que toda su vida habían vivido esclavizados entre el barro como cerdos.

    Cuando entraron rifle en mano aquel 25 de octubre, el contraste con sus vidas miserables fue brutal al ver el refinamiento y la riqueza desbordantes. Lógicamente la población se tuvo que encabronar muy seriamente. Y rápidamente fue declarado museo estatal cinco días más tarde, así todos sus contenidos fueron preservados.



     Rigurosamente protegido por los soviéticos durante el cerco de Leningrado, El Hermitage posee el tesoro más impresionante del mundo, de más de tres millones de piezas de todas las épocas históricas. La cifra es tan desorbitada que algunos autores asustados la cifran en dos millones. Fabricadas en oro, jade o lapislázuli, o todo a la vez. Fabricadas por Velazquez, por Rembrandt, Ticiano o Giorgione, ese es el nivel.

 

Tesoros contemporáneos.

     Los museos estatales rusos son de creación soviética y los criterios museológicos de cada uno de ellos responden a una presentación cronológica de sus contenidos históricos adecuándola a los edificios, y ampliándola en el caso del arte a contenidos contemporáneos. De manera que todos museos han de tener esta representación moderna y sobre todo han de repartirse por todos ellos las vanguardias rusas. Lo mismo pasa con el Hermitage.



     Contiene una colección de pintura impresionista y expresionista, sobre todo francesa y alemana, de más de 1.000 obras. Incluyen 7 obras de Monet, 6 de Renoir, 2 de Camille Pissarro y varios dibujos de Degas. Tiene decenas de obras mayores de Cezanne, Paul Gauguin y van Gogh, 32 cuadros de Matisse y 31 de Picasso.



    Además, contiene una muy importante colección de cuadros de los Simbolistas franceses, y muchos cuadros de las escuelas alemanas de Múnich, Berlín y Dusseldorf, así como de pintores rusos de entre los que sobresalen Kandinsky o Malevich.



 
El alma vacía.

    Seguramente Rembrandt es un buen dibujante de caras y manos. Seguramente no le interesa el dibujo, seguramente tampoco la técnica del óleo, no son sus prioridades. ¿Pero por qué se hace tantos autorretratos? ¿Por qué tiene una técnica tan suculenta? ¿Por qué tanto tenebrismo? ¿A caso porque es barroco?



    Nadie suscita tantos interrogantes como él. En el caso de Goya puesto que es un ilustrado no genera tantas incógnitas sino que muestra y educa. Éste se contesta así mismo con ironía, salero, desparpajo y libertad estilística sí. Sabemos que ha aprendido de sus maestros, pero en el caso de Rembrandt no basta con decir que pertenece a la tradición de Ticiano y la escuela veneciana.



    Él busca más.

    Él es el gran filósofo de la condición humana. Sus pinturas religiosas y profanas rezuman una mentalidad calvinista del premio al esfuerzo e ilustran la ideología dominante.

    Es en los retratos donde articula y refleja una interpretación del mundo que podría ser erasmista-calvinista.

    Las joyas y oropeles con que se enmarcan por ejemplo “Los novios judíos” del Rijs Museum y otros personajes, se diluyen formalmente. Joyas y ropajes burgueses le sirven de contrapunto mundano a la melancolía interior de los personajes que todo el oro del mundo no puede ni evitar, ni paliar.

    Pero hay más.

    Toda su vida se dedicó a investigar cómo representar la piel humana para llegar a reflejar el alma. Cuando no tenía encargos, se toma así mismo como modelo intentando diferentes técnicas para representar el calor, la belleza y las imperfecciones de la piel. Brochazos, barridos, punteados, grosor matérico y color, trabajados con dedos, espátula o pincel, son las diferentes técnicas utilizadas al servicio de la representación de lo intangible tan presente, es decir la vida. Los autorretratos de toda su vida, condensan el paso del tiempo y sus efectos en el hombre pero siempre en positivo. Nunca se habían visto representados ancianos tan hermosos cargados de la huella de la experiencia.

   Rembrandt no está seguro de si hay alma, o si está vacía por una tristeza infinita como en “Las almas muertas” de Gogól.

    Plasma la soledad brutal de los retratados y su melancolía. Por si acaso derrocha como un terapeuta sanador, y médico del alma, toda su técnica pictórica para construir una protección frente al vacío, hecha con grandes dosis de ternura. Rembrandt es la mano del novio en el pecho de la novia.

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