Solo se vive una vez (26): Luis García-Abrines

PsolosevivePP
Por Don Quiterio 

  David Hume escribe en sus días finales: “No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado. He recibido mucho y he dado algo a cambio. He leído, y viajado, y pensado, y escrito”.

   Algo así se podría decir del zaragozano Luis García-Abrines Calvo, recientemente fallecido por su avanzada edad, al que se considera uno de los últimos aragoneses clásicos. Vinculado a los hermanos Luis y Alfonso Buñuel, de este último aprende el arte del collage y le introduce en el mundo de los libros, las películas, documentos y objetos del cineasta calandino, lo que le lleva a abrazar los presupuestos del arte surrealista.

  Desde su juventud, García-Abrines zigzaguea entre la tradición y la vanguardia para llegar al descubrimiento del surrealismo que desata sus imágenes y las echa a volar. La rebelión y la revelación son los elementos del surrealismo que nunca dejan de fascinarle, dos términos muy distintos pero que encandilan al zaragozano. García-Abrines, en realidad, reelabora la tradición, porque, según su teoría clásica que reformula a su manera, todo arte vive un primer momento en el que el clasicismo sienta las bases de lo correcto. Luego, por supuesto, llega ese instante de rebeldía en el que la vanguardia se rebela contra lo establecido para discutir el estatus de lo inmutable. Y así, hasta la propia revolución genera sus mitos, sus manías y, lo peor, sus arrogancias. Y es entonces cuando, ante el caos y la impostura, se acaban las reglas. Al fin y al cabo, hay modernidades como el surrealismo que de alguna manera se han hecho parte de la tradición.

  Frecuentador de (casi) todas las tertulias culturales de Zaragoza de entonces, García-Abrines traba amistad con Miguel Labordeta, Pilar Bayona, Juan Eduardo Cirlot o Manuel Derqui, y se siente discípulo fiel de Max Ernst, su “máximo serio”. En 1952 viaja a París para estudiar música contemporánea y allí entra en contacto con otros exiliados aragoneses, entre ellos Fermín Aguayo y Honorio García Condoy, y se hace amigo de Pablo Picasso. Dos años después marcha con su mujer a Estados Unidos, donde ejerce como profesor de literatura española en la universidad de Yale.

  Además de sus obras de investigación literaria y musical, los libros de collages del zaragozano son los que mejor definen su arte y personalidad, y aglutinan aforismos, poemas, relatos breves, jeroglíficos y caligramas. De hecho, a él se debe el considerado primer libro de collages publicado en España, ‘Así sueña el profeta en sus palabras’ (1960), gracias a la labor de José Antonio Labordeta en su colección Orejudín. Otros emblemáticos títulos suyos con ‘Ciudadano del mundo’ (1980), ‘Crisicollages para Luis Buñuel’ (1980) y ‘Variaciones sobre La donna è mobile: Solo –de gaita- para hombres’ (1988). El autor de ‘El ángel exterminador’, agradecido, no tarda en responderle con estas palabras: “La discrepancia irracional entre las imágenes y los bellísimos textos de Baltasar Gracián hace que el impacto poético sea más íntimo que en los collages de Max Ernst”.

  Luis García-Abrines Calvo mantuvo una larga correspondencia con nuestro colaborador y amigo Javier Barreiro, que incluye fotos y collages inéditos. Les unía la pasión por lo aragonés, el humor, la literatura, la música y una visión del mundo muy similar. Barreiro, además, interviene en la edición de su última obra, ‘Carnestolendas de Zaragoza en sus tres días’ (2005), y participa, además, en el jurado que lo propone para el premio de las letras aragonesas del año 2008. En la votación obtiene dos votos, uno menos que el otro candidato. Sin embargo, es muy valorado por todos y se acuerda propiciar una exposición de sus collages y acometer alguna reedición de sus libros, “cosa que no se llevó a efecto”, matiza nuestro experto literario, “porque la malhadada Expo se llevó los dineros para quienes estaban acostumbrados a ellos”.

  Y remata Javier Barreiro, no sin ironía: “Más que original, más que entrañable e inmisericorde con los tontos y con quienes pretendían reconocimientos públicos, Luis García-Abrines fue el dadaísta aragonés por antonomasia, al que su tierra no acogió y sí los denostados USA. Cuando Buñuel salga cada tres años -¿o eran diez?- de su tumba para comprar el periódico y ver cómo está el mundo, para cumplir el deseo que expresó en ‘Mi último suspiro’, seguro que en la tertulia estarán su hermano Alfonso, su madre María, Pilar Bayona, Juan Eduardo Cirlot y su amigo Luisito, que, al cumplir los ochenta años, le ofrecería sus deslumbrantes ‘Crisicollages’, esa magnífica edición de la librería Pórtico”.

  También ha fallecido por su avanzada edad el productor palentino Arturo Marcos Tejedor, famoso por ser el valedor de las películas de Jesús Franco, entre ellas ‘Los demonios’ y ‘La maldición de Frankenstein’, ambas realizadas en 1972 y fotografiadas por el zaragozano Raúl Artigot. Comienza su andadura cinematográfica en 1942 como meritorio de producción del filme dirigido por Edgar Neville ‘Correo de Indias’, y es productor de títulos como ‘Tres citas con el destino’ (1953), del alumuniense Floríán Rey, una coproducción entre España, México y Argentina para un filme de episodios escrito por Miguel Mihura; ‘Esa pícara pelirroja’ (José María Elorrieta, 1962), mediocre comedia musical de mucho enredo e interpretada por el zaragozano Antonio Garisa, o ‘Brandy’ (1963), la ópera prima del zaragozano José Luis Borau –que firma con el seudónimo de J.L. Boraw-, una del oeste rodada en Almería en coproducción italiana (sin ser espagueti) en la que el cineasta hace lo que puede con el limitado presupuesto y lo estereotipado del guion de José Mallorquí, que igual encierra un mensaje de rebelión y todo. El título completo, ‘Brandy, el sheriff de Losatumba’, hace referencia a la ciudad de Tombstone.

  Ha muerto también el periodista (‘El Caso’, ‘Cambio 16’, ‘Posible’, ‘Interviú’), guionista, productor y director Pedro Costa, especialista en la crónica negra hispana. En 1997 adapta al cine con honestidad ‘El crimen del cine Oriente’, la novela homónima de Javier Tomeo, escritor oscense que igualmente firma el guion junto a Manuel Marinero y el propio autor catalán. Ha producido y escrito para gente como Vicente Aranda (‘Amantes’, ‘Intruso’, ‘Juana la loca’), Ricardo Franco (‘La buena estrella’), José Antonio Quirós (‘Pídele cuentas al rey’), Eduard Cortés (‘La vida de nadie’, ‘Otros días vendrán’, ‘¡Atraco!’) o Federico Luppi, este en su primera experiencia tras la cámara con ‘Pasos’ (2005).

  Produce igualmente ‘Las trece rosas’ (2007), dirigida por un Emilio Martínez Lázaro que se encarga del guion junto al propio Costa y el zaragozano Ignacio Martínez de Pisón, una adaptación del libro de Carlos Fonseca sobre la humillación y fusilamiento de unas jóvenes durante el inicio del franquismo, falsamente acusadas de atentar contra el dictador. Como director se estrena con ‘El caso Almería’ (1984) y sigue con ‘Redondela’ (1986). Entre ambas películas, Costa crea la serie televisiva ‘La huella del crimen’, en la que colaboran cineastas como Juan Antonio Bardem, Angelino Fons o Imanol Uribe, y se prolonga siete años después en ‘Crónicas del mal’, para retomar a inicios del siglo veintiuno en capítulos específicos (‘El caso Wanninkhof’, ‘El crimen de los marqueses de Urquijo’, ‘El secuestro de Anabel’, ‘El asesino dentro del círculo’), a veces codirigidos por Fernando Cámara.

  Pedro Costa dirige los largometrajes ‘Una casa en las afueras’ (1995), ‘Mi hijo Arturo’ (2001), ‘La noche del escorpión’ (2002) y ‘Acosada’ (2003). Y los documentales codirigidos por José Ramón da Cruz ‘¡Que vienen los Beatles!’ (1994) y ‘Los que quisieron matar a Franco’ (2006), este último según un relato del gran Max Aub. Costa vista Zaragoza en 2006 para dar una sorpresa al actor Fernando Guillén Cuervo, que recibía un homenaje en el festival de jóvenes realizadores. Y con él charlé de las cosas de la vida y el estado de las cosas.

  La muerte le ha llegado mientras rodaba a las órdenes de Salvador Calvo ‘1898: los últimos de Filipinas’, una historia ya llevada a la pantalla por Antonio Román en 1945 y que recrea la defensa de los últimos bastiones coloniales del imperio español en Oriente. Una película histórica para abrochar una filmografía eminentemente ligada a la crónica negra hispana. Es una lástima, en cualquier caso, que Pedro Costa no dominara suficientemente la mecánica narrativa ni supiera estructurar perfectamente sus historias. Si Costa hubiese tenido más habilidad cinematográfica y experiencia, maldita sea, estaríamos hablando del Francesco Rosi español

  Una de las actrices de la serie ‘Amar en tiempos revueltos’ (2008-11), creada por el zaragozano Eduardo Casanova, ha fallecido prematuramente víctima de un cáncer pulmonar. Se trata de la actriz y bailaora madrileña Teresa Viejo, amiga personal del que esto escribe, y que participara en el rodaje de ‘Carmen’ (1983), del oscense Carlos Saura, una adaptación de la novela de Merimée y la ópera de Bizet, coreografiada por Antonio Gades. Como actriz ha intervenido igualmente en series como ‘Hospital Central’ o ‘Aquí no hay quien viva’, y en cine ha trabajado a las órdenes de Benito Zambrano, Fernando Merinero, Víctor Pérez Herrero o Chus Gutiérrez. Como bailaora su trayectoria escénica ha transcurrido por escenarios tradicionales y vanguardistas. Ha colaborado con La Fura dels Baus y con Miguel Narros, entre otra gente del espectáculo.

  También ha fallecido la mujer de Antón García Abril, el músico turolense que ha compuesto infinidad de bandas sonoras en películas dirigidas por Mario Camus, Pilar Miró, Vicente Aranda, Francisco Betriu, Pedro Almodóvar, Fernando Fernán-Gómez o, entre otros muchos, los aragoneses Clemente Pamplona y José María Forqué. Áurea Ruiz, ese es su nombre, aparece en el documental dedicado al maestro ‘El hombre y la música’, dirigido en 2013 por la zaragozana Laura Sipán (‘El talento de las moscas’, ‘Sobre la misma tierra’), concretamente en la escena en que la familia del compositor le prepara un emotivo homenaje, con ocasión de su ochenta cumpleaños, en la academia de las bellas artes de San Fernando.

  Precisamente es García Abril, en 1965, uno de los artífices del legendario ‘Don Juan’ de Alfredo Mañas, con coreografía de Antonio Gades, en el que interviene el bailarín y coreógrafo recientemente fallecido Goyo Montero, un experto en estilos y técnicas tan distintos como el ballet clásico, la danza española o el flamenco. Sus conocimientos en esta última disciplina le sirven para que el oscense Carlos Saura le llame en 1995 para su documental ‘Flamenco’. Algunas de sus coreografías están inmortalizadas en programas televisivos como ‘Danza’ o ‘Salute’. En cine participa también en ‘Beltenebros’ y ‘Tu nombre envenena mis sueños’, ambas de Pilar Miró, o ‘Pasos de baile’, la ópera prima del actor John Malkovich.

  Y un recuerdo final para Pancho, el simpático perro que anunciaba el juego de La Primitiva, que parece le tocó el primer premio y se largó al Caribe, que salió en otros anuncios, compartió comunidad con el señor Cuesta –interpretado por el zaragozano José Luis Gil- de ‘Aquí no hay quien viva’ y hasta protagonizó su propia película. Transmitía bastante más que algunos repartos de las series españolas. Y Pancho –o Cook, nombre real del chucho actor- seguro que no defraudaba a Hacienda.

Artículos relacionados :